"Esperanza. Eso era. Peligrosa esperanza. Al ver a la gente de la cafetería con la mirada clavada en la pantalla de la pared sintió una especie de vínculo con ellos. Así era cómo se metían en líos los dioses de antaño, así era cómo se encaprichaban de los mortales y se entrometían en sus asuntos. Rió para sus adentros. Pensó en la limpiadora del grueso dossier y en lo que habría hecho por ella de haber tenido la ocasión. puede que le hubiera dado el don de la vida de haber podido. Apolo encaprichado de Dafne."
Hace unos días tuvimos la oportunidad de comentar Espejismo, reseña que podéis encontrar aquí. Con aquella novela Hugh Howey logró confeccionar una historia que pese a sus intermitencias se erigía baluarte de una ciencia ficción ágil, misteriosa y de rabiosa actualidad por sus implicaciones políticas. Espejismo, a su vez, era la primera parte de lo que ha acabado siendo una trilogía, la Trilogía del silo, y que toma como motivo contextual, precisamente, el desarrollo de su trama en las profundidades de un silo subterráneo donde se aloja la especie humana. Desolación, la novela que vamos a comentar hoy, supone la continuación de Espejismo, el elemento intermedio necesario para el desenlace de la trilogía.
El final de Espejismo nos dejó con la miel en los labios, con la historia en uno de sus numerosos apogeos. Tras introducirnos en algunos de los aspectos más importantes del silo a través de dos historias preliminares —muy interesantes las dos aunque irregulares en algunos aspectos de su desarrollo—, Howey se centró en Julliette para hacerla protagonista absoluta de su historia. Inteligente, temperamental y obstinada, Julliette se ganó nuestras simpatías como lectores al ser presa de la tiranía soterrada primero para, a continuación, hacerla frente y regresar al silo para ejercer la justicia divina cual Odiseo. Todo muy épico, muy homérico. La novela concluía con la promesa velada de más y mejores aventuras. Pero también con muchos interrogantes acerca del origen, el desarrollo y la finalidad de esos protagonistas secundarios de la trama, los silos.
Desolación, mayormente, supone un intento de respuesta a la mayoría de aquellas preguntas. Descubriremos quienes, de qué modo, por qué y para qué se construyeron los silos. Esto es, Howey profundizará en el famoso legado, en la operación Cincuenta del Orden Mundial, solo barruntada en Espejismo. Pero también en la estructura jerárquica dentro y fuera de los silos. Y descubriremos los cuándos, tanto los del pasado como los del presente.
El libro se compone de tres partes. En la primera seguiremos la pista a dos personajes a caballo de dos épocas distintas. Por un lado, el congresista Donald, que a mediados del siglo XXI, y por avatares del destino, se ve inmerso en los planes de elaboración de los silos en connivencia con su padrino político y la hija de éste, vieja amante de los tiempos de la universidad. En la otra línea argumental, seguiremos a Troy, jefe de operaciones del Silo 1 cien años más tarde, con la operación ya en marcha. Las otras dos partes del libro siguen el mismo patrón bifronte y en ambas uno de los protagonistas será siempre Troy. En las otras dos historias seremos testigos del levantamiento del silo 18 —al que se hacía referencia en términos casi míticos en Espejismo— y, finalmente, acompañaremos al entrañable Jimmy, el hombre-niño del silo 17 con el que se topaba Julliette, durante los 35 años de soledad en el silo.
"Se acercó al segundo hombre y entonces descubrió que no era tal. Era una mujer. Por suerte, tenía los ojos cerrados. Un hombre y una mujer que venían a por su comida, que venían a robarle. La idea lo puso furioso. Y entonces reparó en el vientre hinchado y distendido de la mujer y se enfureció todavía más. «Saltaba a la vista que no les hacía ninguna falta la comida», pensó."
Sin duda, lo mejor del libro se produce en la primera mitad del mismo. Es entonces cuando se producen la mayoría de las respuestas que el lector ansía y cuando el ritmo más se asemeja a la última parte de Espejismo. De hecho, por esa sed de respuestas y la satisfacción al obtenerlas, durante gran parte de la lectura tuve la sensación de encontrarme ante un tomo superior en calidad a Espejismo. Sin embargo, no tardé en desengañarme y puedo afirmar que el libro se diluye como un azucarillo hasta concluir en un desenlace idéntico al presentado en el primer tomo.
El principal problema de Desolación es que adolece de ese vicio que padecen tantas y tantas sagas y que consiste en tratar a algunos de sus tomos como meros preámbulos para lo que será el desenlace de la historia. Libros que son meros nudos argumentales en una historia más vasta. Esto no es malo per se, en realidad, pues de serlo sería una enmienda a la totalidad contra toda saga. Es una cuestión de matiz, más bien. El problema no es tanto que un libro no concluya en absoluto su hilo, que también, sino que no lo haga de la debida forma. Uno tiene la sensación al leer la historia paralela presentada en desolación de que cuando todos los interrogantes han sido contestados y al libro no le queda sino concluir, éste no lo hace. Es una sensación desagradable y un tanto desesperante, pero responde a los compromisos que ha contraído el autor con sus personajes.
El libro, como decía, va disolviéndose poquito a poco, pero es en la segunda parte, hacia el final de la segunda historia y prácticamente durante toda la tercera, cuando la sensación de "esto no está aportando gran cosa" aflora. Howey se dedica entonces a atar los cabos que el propio desarrollo de la trama le pide cerrar y hace explícitas algunas revelaciones para sus personajes que ya eran claras para el lector. El desarrollo de la historia de Donald, especialmente en la tercera parte, con esas maquinaciones en referencia a Turman por un lado y Anna, Helen y Mick por el otro (cuando estaba cantado lo que sucedería) es bastante sintomático de lo que comento.
Pero donde esto se hace extremadamente patente es en todo el desarrollo de la vida de Jimmy, también conocido como "Solo". Jimmy pasa por ser, quizá, el personaje más simpático de toda la saga, hasta el momento. Un personaje que entraba a la primera por ser esa mezcla de Robinson Crusoe, el niño de Aveyron y Sancho Panza. Howey se empeña en trazar su vida en solitario y, por momentos, lo hace con esmero, cuidado y belleza. El miedo ante lo desconocido que dibuja en las primeras internadas por el silo de Jimmy es hermoso. Y la relación con el gato resulta entrañable. El problema es que más allá de momentos y situaciones puntuales, finalmente el personaje no termina siendo creíble del todo.
No quiero caer en una crítica sensacionalista, ni tampoco subjetiva. No conozco a nadie que haya pasado 35 años en soledad. Lo más parecido ha de ser la vida en ciertos monasterios bajo la disciplina de ciertas órdenes. Y ni por esas. Es difícil, por tanto, manejar la variable del realismo en una historia trazada a golpe de una abrumadora soledad. Sin embargo, y aún a riesgo de caer en un dramatismo barato con esta observación, se me hace difícil ver cómo puede llegar a mantenerse la cordura en una situación así. Lo más parecido a la locura que llega a dibujar Howey son las conversaciones con los aparatos electrónicos que emprende Jimmy. O la sensación de estar acompañado por fantasmas (en un silo que ha visto reducida su población a cenizas). No termina de resultar satisfactorio este tratamiento. Howey parece querer dibujar un eterno adolescente en la figura de Jimmy y en relación a ese propósito su labor cumple. Incluso uno llega a pensar que Howey ha apostado fuerte y ha arriesgado con una historia valiente y fuera de lo habitual. Pero uno tiene la sensación, al final, de que con su planteamiento el autor desaprovecha uno de los diamantes en bruto de su novela: la posibilidad de presentar otra clase de fantasmas. Fantasmas cuyas sombras dibujan la silueta de lo siniestro como brea en pavimento. La clase de fantasmas que ya retrató Goya, sin ir más lejos, en su momento.
No todo es negativo, sin embargo. Espejismo nos regaló del poder una imagen descentralizada, en la sombra e implacable. Desolación juega esas cartas y las lleva a un nuevo nivel, alcanzando cotas aterradoras. El poder ya no son esos departamentos de informática descentralizados, sino que obedece a un panóptico, el silo 1, que todo lo observa y todo lo ve. Un Gran Hermano, que lejos de responder a la voluntad de una persona visible, está planteado de tal forma que el individuo sea sustituible pero no así el sistema. La analogía con los campos de exterminio nazis es patente y clara, y Howey no se molesta en ocultarla.
Pese a todo, Desolación da soluciones allí donde había interrogantes. En cierta forma, funciona como una precuela que contesta a los interrogantes del universo planteado. Concebida así, Desolación no decepciona. Aunque plantear así las cosas lleva a engaño, pues Desolación no es solamente eso. Es eso y unas 200 y pico páginas de desarrollo prescindible. Y obviar este hecho sería llevarnos a un equívoco fatal. Pese a las soluciones, unas más imaginativas que otras, a los enigmas que yacían latentes en el sedimento estructural de Espejismo, uno tiene la sensación al leer Desolación de haber pagado un peaje ineludible por tener acceso al desenlace de la historia. Un peaje necesario pero que se nos antoja, después de todo, un poco caro.
"Primero su madre y ahora su mejor amigo. Misssion se preguntó lo que diría el Pacto sobre presentarse voluntario para limpiar en el lugar de otro, si es que decía algo. Era asombroso que viviese bajo el dictado de un documento que nunca había leído."
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