sábado, 20 de diciembre de 2014

(2012) Hugh Howey - Espejismo


Espejismo ciencia ficción


"Y en su caso, no lo hizo con la rabia que siempre había creído que sentían con los demás. Ni tampoco con la certeza de que ellos, en el silo, estaban condenados, mientras que él, el condenado, era libre. No fue una sensación de traición lo que guió la lana de su mano en pequeños movimientos circulares. Fue misericordia. Misericordia pura y dicha ilimitada."

Si algo positivo trajo la crisis económica de 2008 —y si usar el término "positivo" es legítimo aquí— fue el resurgimiento de los movimientos sociales como elementos para el empoderamiento de la ciudadanía a escala mundial. En la medida en que en España el azote de la crisis ha sido especialmente virulento, hemos sido testigos de numerosas convocatorias ciudadanas con el fin de protestar ante la injusticia social que rige nuestros tiempos. La cosa no ha quedado ahí y se han credo infinidad de asociaciones con el objetivo de vertebrar esa protesta ciudadana en tópicos concretos. Y hasta se ha creado un partido político que pretende canalizar todos esos movimientos en un programa más general. Todos, a priori, aspectos positivos que transmutan la política y por tanto la democracia en una empresa vertical construida de abajo a arriba, de la ciudadanía a sus representantes. Es cierto que ha sido triste tener que esperar a alcanzar un 25% de paro, un 50% de paro "veinteañero" y una deflación que no tiene visos de repuntar, como si fuera necesario el colapso del sistema para que la gente se diera cuenta de que la soberanía del pueblo había sido secuestrada; parecería que mientras el sistema sea capaz de abastecer a los asalariados, estos no deberían tener necesidad de quejarse. Como si el desarrollar una democracia de abajo a arriba no fuera una cuestión de principios sino el último asidero al que agarrarse mientras el barco se hunde. Más vale tarde que nunca. Aunque maldita la gracia tener que haber llegado a la situación actual para que la población se haya dado cuenta.

En cualquier caso, no deja de ser motivo de celebración el hecho de que tales protestas ciudadanas hayan surgido en España. Por fin algo en los últimos años, decenios y hasta siglos de lo que sentirse orgulloso de ser español por el hecho de haberlo exportado al mundo. Y es que el famoso 15-M sirvió de germen para toda una serie de protestas que se celebraron por todo el mundo. Una de ellas, Occupy Wall Street, se desarrolló durante la redacción del libro que vamos a comentar en esta entrada. Su autor se expresaba en los siguientes términos: "Tenemos medicinas increíbles y todo el mundo tiene móvil. Las personas tienen más casas que nunca y no se mueren de hambre como lo hacían hace un siglo, pero siguen infelices, porque sienten que las cosas no son iguales para todos. Quienes tienen el poder o el dinero lo tienen todo, mientras que el resto siente que cada vez tiene menos". En España, sin ir más lejos, esto es bastante claro. No solo la mayoría parece tener menos, sino que encima se están moviendo los hilos para que su voz pueda oírse más bajito. La famosa "ley mordaza" obedece a esos propósitos. Pero a veces hay que mirar a largo plazo y contemplar que una pérdida temporal de derechos puede traducirse a largo plazo en una ganancia. Haber obligado a que el gobierno se quite su máscara no puede considerarse jamás un debe de los movimientos cívicos, sino precisamente todo lo contrario. La ley mordaza no es sino el síntoma de un gobierno histérico, paroxístico, enajenado. El peor retrato posible para la reelección de la causa que defienden. El mejor retrato posible de que las cosas sí pueden cambiar.

No es de extrañar que Hugh Howey obtuviera inspiración de Occupy Wall Street y, en general, de todos los movimientos cívicos actuales. Espejismo rezuma un sentimiento de rebelión ante lo establecido, de espíritu subversivo ante el poder francamente refrescante. Y sin embargo, Espejismo no está ambientado en el mundo actual, ni toma como base los acontecimientos de la crisis de 2008, al menos de manera directa. Espejismo nos traslada a un futuro más o menos lejano en el que la superficie de la Tierra se ha vuelto un lugar inhabitable. De este modo, los que parecen ser los últimos supervivientes de la raza humana viven en el interior de un silo de más 144 pisos de profundidad. El gobierno del mismo se constituye de manera democrática, mediante elecciones a una alcaldía. Pero como se irá viendo a media que se avance el libro, bajo esa fachada se esconderá un gobierno tiránico que basará sus prácticas en la opacidad informativa, en el ocultamiento de la verdad y ejecutará sus decisiones de manera implacable, brutal y bajo designios inescrutables.

No voy a entrar en excesivos detalles a la hora de hablar de la trama, ya que una de las virtudes del libro es precisamente el desdoblamiento de la misma. Me limitaré, más bien, a comentar algunos de los temas que el libro toca. Uno de ellos, quizá el más importante como ya se ha dejado entrever, es el de la capacidad que tiene la democracia para convertirse en una tiranía si las circunstancias lo demandan o, más bien, si una determinada interpretación de las circunstancias así lo pide. Esto es normal: el pluralismo democrático tiene su límite en el rechazo de las propuestas que vayan contra el propio pluralismo democrático. Una de las paradojas de la democracia es que no puede ser "democrática" con aquellas propuestas que atentan contra su propia constitución y, con ello, la propia democracia no puede ser tolerante frente a sus enemigos. Pero a continuación surge un interrogante: ¿qué constituye un enemigo para la democracia? Probablemente no haya una única respuesta a esta pregunta. La virtud que tiene Espejismo es dar una respuesta a este interrogante, al menos, en los hipotéticos términos en los que la plantea.

Otro de los temas del libro, relacionado con el anterior, es el problema de las leyes. En un sistema democrático la legitimidad de las leyes emana de la voluntad popular en la medida en que éste ha consentido tácitamente el contrato social que ejemplifican. Toda constitución es un acuerdo entre los miembros de una colectividad y las leyes que se derivan de la misma se legitiman en virtud de ese acuerdo. El respeto por las leyes y su acatamiento en último término se derivarían de ese acuerdo primigenio. Por ello cabe presuponer que las leyes son morales: si el contrato social se ha realizado en igualdad de condiciones, cabe pensar que éste no contemplará la posibilidad de desigualdades o injusticias para con los miembros del colectivo, pues de otro modo estos no lo habrían secundado. Ahora bien, ¿que ocurriría si ese contrato no lo hubieran firmado todas las partes que tendrán que acatarlo? ¿Y si lo hubieran firmado todas las partes que tendrán que acatarlo pero careciendo de toda la información necesaria? Espejismo también contesta a estos interrogantes y por ello también nos habla de las condiciones necesarias para la rebelión política.

Uno de los hilos argumentales y temáticos más sorprendentes del libro se da en el segundo capítulo, en la odisea que la alcaldesa y su ayudante, ancianos los dos, emprenden por los 144 pisos del silo. El libro entonces transmuta en una especie de Road Movie con mucha carga introspectiva y, aparte de hablarnos de la senectud y la nostalgia que acarrea, traza los delineamientos básicos de una historia de amor condenada al fracaso. Aparte, esta parte del libro también nos habla del sedentarismo, la fuerza de voluntad y de una muy sutil épica encerrada en la cotidianidad, la épica de subir y bajar escaleras. Puede sonar ridículo y absurdo, pero está contado con destreza y garra y capta la tragedia implícita en la época de la vida que se define por la progresiva pérdida de las facultades.

"De cara al futuro te sugiero que te concentres en lo que tienes bajo tus pies. Ese asunto de las estrellas se ha terminado, ¿de acuerdo, hijo? Ya sabemos dónde están la mayoría de ellas?"

Hablar de los personajes en Espejismo es hablar de uno de los aspectos del libro gobernado por los claroscuros, no solamente en el sentido de que hay personajes buenos y malos, sino también en el sentido de que hay personajes trabajados y otros que no. En general, se percibe un tratamiento más elaborado en la primera mitad del libro, la cual está gobernada por una cadencia más pausada. Esto da pie a Howey para desplegar sobre el papel unos retratos llenos de detalles. En la segunda parte del libro, en tanto que la acción toma el protagonismo, ese gusto por el detalle desaparece y seremos testigos de una plétora de personajes que contribuyen a dar la clase de empaque a la historia que solo la fuerza bruta y lo cuantitativo pueden proporcionar. Incluso, la segunda mitad del libro, en algún momento, echa por tierra toda posibilidad de desdibujar la línea que separaba los personajes buenos de los malos, remarcando ese maniqueísmo que es tan efectivo en las grandes epopeyas pero que resulta tan insatisfactorio en las historias intimistas. Espejismo, en ese sentido, juega a mitad de camino entre dos ligas y, por momentos, decide optar por lo peor de cada una.

En cualquier caso, el auténtico protagonista del libro es el silo y para describirlo Howey no falla. Para los que hemos disfrutado de videojuegos como Fallout 3 o Metro 2033 o para los que fuimos presa de Lost, esos lugares subterráneos y un poco claustrofóbicos han de resultarnos cautivadores a la fuerza. El autor americano pone toda la carne en el asador al presentarnos su estructura política y social, con una estratificación gremial notablemente visual y que juega muy bien como alegoría de la sociedad en la que vivimos. En realidad todo el libro constituye un intento de respuesta a las preguntas "¿Qué es el silo?" y "¿Por qué se construyó?", siguiendo precisamente el esquema de Lost. Howey juega muy bien con el misterio y el suspense a la hora de contestar esas preguntas, como un cazador que fuera dejando un rastro de sangre en el camino con el fin de llevar a su presa hacia una emboscada. Quizá sea esto lo que mejor haga con diferencia el autor. Decir, antes de que se me olvide, que este libro es la primera parte de una trilogía. Por lo que no esperéis que todos los interrogantes sean contestados, ni mucho menos.

Ha habido un par de aspectos que no me han gustado demasiado en el libro. El primero hace referencia a la prosa de Howey, cortada por el mismo patrón de otras tantas novelas actuales, como escupida y redactada por la misma prensa de imprimir. No es que sea Howey un mal novelista, porque la labor del novelista no se reduce a la del poeta y su uso del lenguaje, por tanto, no debería tener el mismo grado de exigencia que el de aquel. Y Howey desde luego no es un poeta. Pero Howey es un correcto novelista porque ante todo como fabulador y demiurgo es bastante competente. Pero su escritura parece literatura de centro comercial: las páginas de este libro están plagadas de infinidad de reiteraciones y de pensamientos expresados en boca de los personajes que no hacen sino expresar muchas veces lo obvio y lo que el lector ya ha deducido con anterioridad. Puede que peque de susceptibilidad, pero me enerva que los autores sean tan condescendientes con los lectores, pues es una forma velada de desprecio. El segundo aspecto que no me ha gustado es el manejo del ritmo en algunas situaciones. Conforme el libro va desarrollándose, éste gana en dinamismo. Pero al principio todos los diálogos vienen intercalados de párrafos o acotaciones que describen los gestos de los personajes; gestos que convierten a los personajes en peleles histriónicos, alterados, como imbuidos por un brote psicótico o maniaco. O algunos soliloquios, y esto tiene relación lo anterior, que pecan de reiterativos. Ambas cosas contribuyen a que el ritmo se resienta en ocasiones, siendo gobernado en algunos momentos por el tedio. También hay cosillas aquí y allá, algún diálogo peliculero y alguna situación un poco increíble que obligan a fruncir el ceño en más de una ocasión.

Hugh Howey ha hecho saltar la banca con esta novela: más de 800.000 ejemplares vendidos. Esto hay que tomarlo con la cautela que merece, pues jamás las cifras de ventas fueron síntoma de nada, excepto de la envidia del resto de escritores. Sinceramente, no creo que esta novela se corresponda con la calidad que semejante tirada debería conllevar. Pero no estamos ante una mala novela, ni mucho menos. Espejismo es una de esas novelas que te sacan varios "¡joder!" a lo largo de su lectura, de las que juegan con los giros de guión desde prácticamente el comienzo y de las que saben jugar con la información revelada al lector para mantener el aura de misterio. Pero por encima de todo, cuenta con un escenario fascinante, repleto de posibilidades, y tiene un refrescante espíritu subversivo que casa a la perfección con los tiempos que corren. A pesar de sus defectos, consigue mantener el interés del lector en la trama que propone y a pesar de que no cierra todas las puertas que abre, invita a continuar en futuras entregas por la promesa de lo que habrá detrás de ellas.

"Lo de siempre. Que la gente se vuelve loca. Solo hace falta una vez. —Sonrió—. Estar cuerdos no sirve de nada, ¿sabes? Nadie nos felicita por ello. Ni siquiera yo mismo. Aguanto y aguanto y así voy pasando los días y luego los años y no hay recompensa. No hay nada extraordinario en ser normal. En no estar loco. —Frunció el ceño—. Entonces tienes un mal día y ya está, ¿sabes? Sólo hace falta uno."

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2 comentarios :

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  2. Me encanta la extrapolación que haces de muchas de las cuestiones que se plantean en la novela y que nos hacemos hoy en día. Creo que es un acierto que describas el contexto del momento en que se escribe el libro (algo que no había leído en ninguna otra crítica). Supongo que este mismo momento de descontento social es el que hace que arrasen tantas y tantas sagas distópicas literario-cinematográficas que nos invaden en los últimos años.
    Pienso que el hecho de que empezase a escribir esta obra como relatos cortos para ser vendidos por internet explica el porqué de una primera parte con dos historias, como bien dices, más intimistas y una segunda parte en la que predomina el ritmo y la acción (fruto de el éxito de ventas y la necesidad de completar una historia que a todas luces le iba a proporcionar bastante dinero).
    En cuanto a lo que comentas de su manera de escribir, el repetir cuestiones ya narradas u obvias, no se si es fruto de su posible percepción de los lectores como de un amplio expectro edad a los que quiere dar todo ''machacado'' para que no se pierdan, o simplemente, es fruto de una profesión para la que creo que tiene talento pero a la que tal vez ha llegado sin una formación más adecuada.
    En todo caso, a mí la novela me encantó por muchos motivos como ese ambiente cerrado, opresivo y totalitario disfrazado de falsa democracia del que hablas, pero también por el ritmo de la segunda parte que no pude dejar de leer en 4 o 5 días.
    Ya, elucubrando un poco, me apostaría algo a que Howey leyó ''el mundo interior'' de silverberg antes de escribir su novela. Una historia, para mi gusto no demasiado buena, pero que parte de puntos comunes hasta que se pierde en el folletín rosa y con la que incluso creo recordar que comparte el nombre de algun personaje...

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