domingo, 23 de diciembre de 2018

(1979) Torcuato Luca de Tena - Los Renglones Torcidos de Dios



"La angustia de Sergio Zapatero era pensar cómo podrían caber en un cuerpo celeste tan diminuto todos los pobladores de los mundos habitados. Pero lo que más desazón le causaba, hasta el punto de arrancarle lamentos, era lo incómodos que estarían, así de hacinados, los pobres locos, sobre todo los que no podían valerse por sí mismos, como Alicia, "la niña Péndulo", o "el Hombre de Cera". Prorrumpió en fin en una patética oración pidiendo al Creador que les diese la muerte antes del sábado próximo en que todo eso iba a ocurrir. Él mismo se ofrecía para pasar a cuchillo a todos sus compañeros y evitarles así presenciar la hecatombe cósmica. «No te preocupes por ellos —le decía a Dios— por... por... porque... todos son equi... equi... ¡eso es! equivocaciones tuyas. Son los ren... renglones torci... torcidos, de cuando apren... apren... ¡eso es! aprendiste a escribir. ¡Los pobres locos —continuó ahogado por los sollozos— son tus fal... faltas de orto... orto... ortografía!»"

No acostumbro a releer muchos libros y, en verdad, no sé muy bien por qué. Bueno, sí lo sé: movido por la curiosidad, tengo cierta tendencia a privilegiar lo nuevo frente a lo ya leído. En cierta forma, soy como ese politoxicómano aventurero a la caza y captura de nuevas sensaciones. Aunque soy consciente de que ésa no es una propensión del todo lógica: al cabo de unos años, las lecturas acaban distorsionándose en la memoria, desdibujándose sus contornos, mezclándose sus matices, como los despertares de los miopes, justificándose, en suma, la relectura, la tarea restauradora en la memoria.

Reconozco que también hay cierta cobardía basada en el miedo a que un libro que me cautivó en el pasado no cumpla con mis expectativas actuales. No somos las mismas personas en cada una de las décadas de nuestra vida. Cambiamos. Lo que en un momento de tu existencia te marcó, puede resultarte trivial y anodino ahora. O peor: que lo que en el pasado te pareciera la quintaesencia de la perfección, ahora le veas las costuras. ¿Y quiénes somos nosotros para destruir ese recuerdo, esa imagen mental que no nos es del todo nuestra, sino que compartimos con nuestros yoes del pasado? Hay como una invasión de un terreno que no nos es del todo propio. Como si a medida que cambiáramos fuéramos vicarios de un cuerpo cuyo patrimonio inmaterial —sus recuerdos— nos resultara ajeno y sobre el que no fuéramos soberanos. Y también, por qué no decirlo, precisamente por ello, un cierto sadismo...

Aún así, siempre es refrescante volver a leer un libro que te encantó en el pasado y rememorar las sensaciones que te produjo. Porque supone conectar con tu yo del pasado; reconocer la identidad esencial entre ambos. Como cuando te encuentras con un viejo amigo y recuerdas una anécdota agradable. Pero mejor. Porque el ser humano aborrece el cambio cuando es incapaz de dominarlo.

Leí Los Renglones Torcidos de Dios hará unos diez años. Y me voló la cabeza. Me voló la cabeza porque me fascinó la capacidad de Torcuato Luca de Tena para construir una trama enrevesada que jugaba con la enfermedad mental para desplegar un cúmulo de relatos solapados que se entretejían a la perfección con el objetivo de dejarte en todo momento con la duda. Me voló la cabeza porque su personaje protagonista era una incendiaria amalgama de caracteres contrapuestos marcados por el sello de la genialidad. Me voló la cabeza porque describía la enfermedad mental en toda su crudeza. Me voló la cabeza porque, y esto es justo decirlo, yo también era una persona más influenciable que ahora. Diez años después de aquello, las cosas cambian. Pero no tanto. Porque "Los Renglones Torcidos de Dios" me sigue pareciendo una fantástica novela. Sigue siendo un poderoso thriller y una radiografía precisa de la visión de la enfermedad mental en un momento y un lugar muy concretos. Pero es cierto que se le ven algunas costuras aquí y allí, como veremos a continuación. No es tampoco esa obra redonda que recordaba.

"Los Renglones Torcidos de Dios" narra el ingreso de Alice Gould en un hospital psiquiátrico con el objetivo de esclarecer un crimen que se cometió dos años antes. Para ello, finge un delirio paranoide, única manera de acceder al recinto. Sin embargo, la realidad parece ser otra: su delirio fingido es una cortina de humo que esconde la existencia de un delirio paranoide que le lleva a la obsesión de intentar atentar contra su marido, auténtico motivo de su ingreso. La premisa, por tanto, es potente como pocas: Luca de Tena juega con el delirio simulado de la protagonista que, a su vez, parece no ser consciente de la realidad de su auténtico delirio. A partir de ahí, la historia teje una red intrincada de relatos con el fin de sembrar la duda en el lector. Y parte de la culpa de que eso sea así la tiene Alice Gould, la protagonista.

"«Es condición muy acusada en esta enferma —se decía en la carta— tener respuesta para todo, aunque ello suponga mentir (para lo que tiene una rara habilidad), y aunque sus embustes contradigan otros que dijo antes. Caso de ser cogida en flagrante contradicción, no se amilana por ello, y no tarda en encontrar una explicación de por qué se vio forzada a mentir antes, mientras que ahora es cuando dice la verdad. Y todo ello con tal coherencia y congruencia que le es fácil confundir a gentes poco sagaces e incluso a psiquiatras inexpertos. A esta habilidad suya contribuyen por igual sus ideas delirantes (que, en muchos casos, la impiden saber que miente) y su poderosa inteligencia.»"

La nota más característica de Alice Gould es su poderosa inteligencia. Ésta es exagerada y desmedida, y genera tanto admiración como suspicacias en el lector. Gould es capaz de usar su inteligencia con la precisión de un bisturí tanto para tareas analíticas como para ociosas digresiones filosóficas acerca de la vida, la enfermedad mental o el valor del arte.

"«El hombre es el único animal que se crea necesidades que nada tienen que ver con la subsistencia del individuo y con la reproducción de la especie. No le basta comer para alimentarse, sino que condimenta los alimentos, de modo que añadan placer a la satisfacción. No le basta vestirse para abrigarse, sino que añade, a esta función tan elemental, la exigencia de confeccionar su ropa con determinadas formas y colores. No se contenta con cobijarse, sino que construye edificios con líneas armoniosas y caprichosas que exceden su necesidad: lo cual no ocurre con la guarida del zorro, la madriguera del conejo o el nido de la cigüeña. ¿Hay algo más inútil que la corbata que lleva usted puesta? ¿De qué le sirve al estómago una salsa cumberland o un Chateaubriand a la Périgord? ¿Qué añade al cobijo del hombre el friso de una escayola o las orlas en forma de signos de interrogación de los hierros que sostienen el pasamanos de una escalera? Pues bien: todo eso que está inútilmente "añadido a la pura necesidad"... ¡ya es arte! La gastronomía, la hoy llamada alta costura y la decoración son las primeras artes creadas por nuestra especie, porque representan los excesos inútiles añadidos a las necesidades primarias de comer, abrigarse y guarecerse.»"

Pero, más allá de su inteligencia, Alice Gould tiene una personalidad poliédrica: impetuosa, tierna, manipuladora, solidaria, empática, altiva, infantil... Cada uno de estos rasgos son conjugados de manera audaz por Luca de Tena para dejar desorientado al lector en la tarea de desentrañar la verdadera personalidad de la protagonista. Y ése es uno de los aciertos de la novela a nivel narrativo: la incapacidad del lector para discernir cuando la protagonista actúa de acuerdo a su verdadera personalidad, a la personalidad que ella cree que es la real o a la que ella considera simulada. Es lo que hace grande y adictiva la lectura.

Uno de los aciertos de la novela es el de haber reflejado el mundo de la locura de una manera cruda. Por las páginas de "Los Renglones Torcidos de Dios" desfilan mutistas, catatónicos, esquizofrénicos, fóbicos, autistas, sociópatas, demenciados, discapacitados intelectuales y una gama inaudita de personajes con deformidades físicas. El libro cuenta con un recordatorio en las últimas páginas con todos los personajes, y no es para menos, porque el elenco es impresionante. No obstante, el tratamiento que hace Luca de Tena a través de los ojos de su protagonista de estas patologías y de los personajes que las sufren bebe un poco de los prejuicios de su época. Y puede que a ojos de un lector del siglo XXI ciertas caracterizaciones le resulten ásperas y chirriantes. Pero no cabe duda de que el autor madrileño trataba de buscar un impacto en el lector —para lo cual, por cierto, el propio Torcuato pasó una temporada voluntariamente en una institución psiquiátrica con el objetivo de documentarse—. Y lo consigue, qué duda cabe.

Otro de los temas interesantes abordados en el libro es el de las distintas escuelas psiquiátricas y la competencia existente entre ellas. Por ejemplo, el director del hospital profesa las ideas de la antipsiquiatría, corriente que enfatizó el peso de los factores sociales a la hora de determinar la enfermedad mental y que abogaba por un trato más humano a los pacientes, proponiendo normas de diseño y habitabilidad para alejar de concepciones carcelarias a los hospitales psiquiátricos. Esta clase de planteamientos, asimilados hoy en día, generarán durante el libro conversaciones de cierta enjundia entre los especialistas o con la propia Alice Gould, que a buen seguro llamarán la atención de los interesados. Además, las ideas anti psiquiátricas se traducirán en un rediseño interno de las instalaciones del hospital: supresión de barrotes, construcción de módulos de aislamiento para pacientes peligrosos, cierto grado de libertad para el resto de pacientes, etc. En ese sentido, no deja de ser irónico que el hospital se ubique en una antigua cartuja, paradigma de la reclusión.

Pero no todo es tan bueno como lo recordaba. El estilo de Luca de Tena es engolado y petulante, excesivamente decimonónico. Funciona muy bien en determinadas partes y en ciertos diálogos, pero en otros resulta grandilocuente y artificioso, como uno de esos discursos que se recitaban en las cortes franquistas —de las que, por cierto, el propio Luca de Tena fue procurador—. Además, el libro está cargado de juicios de valor soterrados, como aquel que dibuja al director de la institución como un resentido social, que no es si una crítica velada a las ideas socialistas e igualitaristas desde la más obtusa demagogia.

Pero a pesar de ello, "Los Renglones Torcidos de Dios" es una fantástica novela. Es un thriller adictivo, de los que una vez que se agarran, no se sueltan, como deberían ser todas las obras del género. Y es un libro que no me cansaré de recomendar.


Valoración:

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Licencia de Creative Commons
Conclusión Irrelevante by Jose Gaona is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
Puede hallar permisos más allá de los concedidos con esta licencia en http://conclusionirrelevante.blogspot.com.es/p/licencia.html