jueves, 27 de noviembre de 2014

(1965) Thomas M. Disch - Los Genocidas


Los genocidas distopía


"Le hería el orgullo pensar que su raza, su especie, su mundo, estaban siendo derrotadas con tanta facilidad aparente. Lo peor, lo que no podía soportar, era la sospecha de que todo eso no significaba nada, de que el proceso de aniquilamiento era algo totalmente mecánico; en otras palabras, de que los destructores de la humanidad no libraban una guerra, sino simplemente desinfectaban el huerto."

Investigando por la red la figura de Thomas M. Disch, me he llevado una grata sorpresa. Lejos de tratarse del escritor de ciencia ficción al uso, con una sólida formación científica o técnica, fue un especimen notablemente interdisciplinar. No quiero que se me malinterprete: me encanta que los escritores de ciencia ficción sean eruditos en algún campo concreto de la ciencia. De otro modo sus novelas perderían la credibilidad que solo es alcanzable mediante el conocimiento de los detalles. Pero también me gusta que tengan un conocimiento más o menos profundo, o unas sospechas más o menos elaboradas, de aquello en que pueda consistir la naturaleza humana. Y como uno no sabe muy bien cómo se puede comenzar a solucionar ese puzzle, ni siquiera de qué piezas se compone, siempre he pensado que la interdiciplinariedad era una buena amiga, no tanto por las bondades del método (si es que es un método y no todo lo contrario), sino porque por algún lado hay que empezar. En el caso de Disch tenemos que fue poeta, novelista, ensayista, pintor, libretista de ópera e incluso escritor de videojuegos. Y a pesar de todas esas excursiones en safari por la cultura, nunca tuvo demasiado éxito, probable causa de que muriera pobre y suicidándose en 2008. Si fuéramos románticos, ahí tendríamos una prueba del genio de Disch, ya que nada hay más auténtico que morir sin el reconocimiento de un público que no está preparado para tu obra. Pero no lo somos. De hecho, la mierda existe, y que tu obra no sea reconocida probablemente se deba a que no vale un pimiento. Lo cual, sin embargo, no significa que pensemos que la obra de Disch no sea genial. Una de las pruebas de su genio está en que el todopoderoso Harold Bloom incluyera su novela "En alas de la canción" en su libro "El canon occidental". Y Harold Bloom son palabras mayores, palabras mayores de un pollavieja. Lo cual tiene, si cabe, aún más mérito.

lunes, 24 de noviembre de 2014

(1930) William Faulkner - Mientras Agonizo


Faulkner "As I lay Dying" clásico


"Cuando el niño nació, comprendí que la palabra «maternidad» ha tenido que ser inventada por alguien que, por lo que fuera, la precisaba para el caso; y que a los que de verdad han tenido hijos, nunca se les ha podido ocurrir preocuparse de si esa palabra existía o dejaba de existir. Comprendí que la palabra «miedo» ha tenido que ser inventada por alguien que jamás lo ha pasado, y la palabra «orgullo», por alguien que nunca lo ha sentido. Comprendí que lo malo era, no ya que fueran a meter sus puercas narices en todo, sino que tendríamos que cruzar unas palabras que son como esas arañas que se descuelgan, por el hilo que sueltan por la boca, desde el techo, y que se balancean sin llegar a tocarse. Comprendí que, solo cuando la hiciera saltar a latigazos, podría su sangre confundirse con la mía en un torrente único."

Es difícil escribir una reseña que no resulte un poco absurda cuando uno trata de analizar uno de los grandes clásicos de la literatura universal. Parece que solo se pudiera optar por una de dos opciones: O rendirse a la irrefutable evidencia o atrincherarse en las barricadas de la obstinación; o arrodillarse e implorar un patético «¡todos ustedes estaban en lo cierto!» o afirmar con el convencimiento del integrista haber encontrado puerilidad donde los demás entrevieron deslumbrante genio. Aduladores que caen en la trivialidad contra negacionistas con alma de alquimistas. Por supuesto, existe una tercera opción: la de aquel que justifica una opinión intermedia tomando como base las bondades universalmente vistas por la tradición, al mismo tiempo que introduce —con la aparente inocencia del niño que en realidad actúa pérfidamente con arreglo a evitar las consecuencias de sus malas acciones—, una migaja de duda escéptica, un amago de relamerse los labios mirando al tendido mientras se tira un pedo, un prurito inalcanzable: "el libro... uf, buenísimo, de verdad... pero no me ha terminado de convencer, tiene un algo... un no sé qué que... no termina de cerrar... un poco aburrido quizá". Éstos son los peores, porque aparte de que intentan postergar lo inevitable, su juicio más íntimo, intentan quedar bien con los dos bandos, satisfaciendo a cada uno en lo suyo. Son los diplomáticos de la cultura: gente con hechuras de capitán de barco o quaterback, pero también de hombre de Estado, con altitud de miras, que saltan como plusmarquistas olímpicos a través de todas las contradicciones. Son los peores porque no son creíbles a pesar de su calculada equidistancia. En la medida en que intentan ocultar o restar importancia a su sentimiento más profundo respecto a la novela —que les resultó aburrida—, no solo minusvaloran su propia sensibilidad, sino que se sitúan en la más profunda de las contradicciones. Pues, ¿acaso hay algo más absurdo que reconocer los valores de una obra y considerarla aburrida al mismo tiempo? Vamos, piénsenlo, piénsenlo. ¡Ea! ¡Ea!

miércoles, 19 de noviembre de 2014

(1791) Benjamin Franklin - Autobiografía y otros escritos


Autobiography Benjamin Franklin Independence Vegetariano


"Con frecuencia discutíamos porque la controversia nos gustaba y deseábamos enfrentarnos uno a otro con nuestros argumentos, cosa que, por cierto, puede convertirse en una mala costumbre y hacer a los que la tienen muy desagradables, porque siempre llevan la contraria. Además de servir para agriar cualquier conversación, dicho hábito da ocasión a disgustos y tal vez enemistades, en lugar de reforzar la amistad. Adquirí esta mala costumbre leyendo los libros de mi padre sobre polémicas religiosas. Las personas de buen juicio, según luego he podido apreciar, rara vez caen en el vicio de discutir salvo los abogados, los universitarios o los que se han criado en Edimburgo."

Político, activista, diplomático, inventor, científico, periodista, educador, filósofo... la verdad es que pocas vidas ha habido a lo largo de la historia mejor aprovechadas que la de Benjamin Franklin, al menos en lo referente a hacer acopio de méritos para pasar a la posteridad. A nada que uno bucee entre libros de historia, sean del tema que sean, tarde o temprano se lo encuentra uno mencionado. Fue una luminaria, una especie de hombre del renacimiento; un autodidacta, sin embargo, de vocación más práctica que artística, a diferencia de sus colegas polímatas dos siglos antes —con la excepción de Leonardo Da Vinci—. Y lo fue en el siglo que vería caer la viejas estructuras estamentales a ambos lados del atlántico, siendo protagonista destacado de esos mismos hechos. La presente Autobiografía y otros escritos, por tanto, es un documento valiosísimo que nos presenta de primera mano la peripecia vital de un hombre único, excepcional.

viernes, 14 de noviembre de 2014

(1963) Michel Foucault - Raymond Roussel


Surrealismo, escritura automática, Foucault, Roussel


"Roussel definió, en cierto modo, su geometría. Abrió al lenguaje literario un extraño espacio, al que podría calificarse de lingüístico si no fuera su imagen invertida, su utilización soñadora, encantadora y mítica. Si se separa la obra de Roussel de este espacio (que es el nuestro) sólo se podrán reconocer en él las maravillas azarosas de los absurdo o las florituras barrocas de un lenguaje esotérico que querría decir «otra cosa». Si se lo remplaza, por el contrario, Roussel aparece tal como él mismo se definió: como el inventor de un lenguaje que sólo se dice a sí mismo, de un lenguaje absolutamente simple en su ser redoblado, de un lenguaje del lenguaje, que encierra su propio sol en su flaqueza soberana y central."

Las vidas de Bach, Van Gogh, Poe, Melville, Monet o Modigliani, entre tantísimos otros, ilustran la imagen, tan sugerente y evocadora entre el gran público, del artista incomprendido, injustamente tratado por la crítica, exiliado del reino de los favores del gran público. Grandes poetas, novelistas, pintores, escultores o músicos que no escaparon a esta idea del genio, triunfador frente a la posteridad, pero alimentado de las sombras —y por las sobras— del espíritu de la época que les vio nacer. Personajes que terminan siendo rescatados por la nueva generación, alcanzando el reconocimiento que les fue negado con anterioridad durante el apogeo de su producción y, por ello mismo, alcanzando el reconocimiento demasiado tarde.

martes, 11 de noviembre de 2014

(1973) Ian Watson - Empotrados




"«Su realidad, vuestra realidad... Los conceptos de la realidad por parte de la mente se basan en el entorno que ella misma ha producido, y cada entorno es ligeramente distinto. Sin embargo, todos formamos parte de esta realidad, la totalidad absoluta del universo actual. —Su voz resonaba enfáticamente—. Sin embargo, hay otra realidad fuera de esta totalidad. ¡Y nosotros pretendemos captarla!»"

En los años 40 del siglo XX en el ámbito de la lingüística y la antropología Edward Sapir y Benjamin Lee Whorf propusieron —nunca de manera conjunta— la conocida más tarde como hipótesis Sapir-Whorf, la idea bajo la cual el lenguaje de un hablante, y más concretamente sus categorías gramaticales, determinan los procesos de pensamiento que le permiten, a ese mismo hablante, aprehender la realidad. Esto significaría que actos tan básicos como la observación y la conceptualización del mundo encontrarían su sustento en el funcionamiento gramatical de la lengua. El lenguaje determinaría el mundo del hablante de una manera mucho más íntima y profunda de lo que se hubiera podido imaginar hasta entonces, según la idea defendida por los lingüistas norteamericanos.

sábado, 8 de noviembre de 2014

(2007) Isaac Rosa - ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!




"Por supuesto, vamos a emprender acciones contra tal sujeto. Porque si en el caso de mi novela el daño está ya hecho, al menos evitaremos que se cree un peligroso precedente. Eso sería lo preocupante. Que cundiese el ejemplo y a partir de ahora los lectores, por mimetismo, se dedicasen a cuestionar las novelas que leen, hiciesen lecturas desaforadamente críticas, subrayasen y anotasen los textos, los saboteasen como ha hecho este vándalo con mi obra. No podemos arriesgarnos a que los lectores pierdan el debido respeto al autor, esto es, a su autoridad, y acaben no ya criticándolo, sino hasta mofándose de él, desnudándolo en la plaza pública. Si no detenemos esta inicial subversión, los novelistas acabaremos encogidos, acobardados, mudos."

En 1999 Isaac Rosa publicaba La malamemoria, la novela con la que con apenas veinticinco años debutaría en el panorama editorial español. Desgraciadamente, aquella novela tuvo poca difusión, siendo difícil de localizar incluso en el momento de su edición. Por eso, ocho años más tarde, en 2007, y tras el éxito que su anterior novela, El vano ayer, le había proporcionado, Rosa decidió reeditar su opera prima. Desgraciadamente, en el último momento el manuscrito fue secuestrado por un hacker y devuelto a sus custodios sin que estos se dieran cuenta. En el proceso, el usurpador leyó el texto y al final de cada capítulo adicionó una serie de notas críticas con respecto al tono, lenguaje, estilo, estructura y argumento de la novela. Una serie de notas cuya existencia los editores pasaron por alto, siendo esa la razón de que ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! esté compuesta por La malamemoria y el conjunto de notas añadidas por el hacker a colación del desarrollo de cada capítulo al final del mismo.

martes, 4 de noviembre de 2014

(1987) Paul Auster - El País de las últimas cosas




"Lo que realmente me asombra no es que todo se esté derrumbando, sino la gran cantidad de cosas que todavía siguen en pie. Se necesita un tiempo muy largo para que un mundo desaparezca, mucho más de lo que puedas llegar a imaginar. Continuamos viviendo nuestras vidas y cada uno de nosotros sigue siendo testigo de su propio y pequeño drama. Es cierto que ya no hay colegios, es cierto que la última película se exhibió hace más de cinco años, es cierto que el vino escasea tanto que sólo los ricos pueden permitirse el lujo de beberlo. Pero, ¿es eso a lo que llamamos vida? Dejemos que todo se derrumbe y, luego, veamos qué queda. Tal vez ésta sea la cuestión más interesante de todas: saber qué ocurriría si no quedara nada y si, aún así, sobreviviríamos."

Tryno Maldonado dijo una vez que conforme se crece como lector, Paul Auster se convierte en un gusto culposo. No sé si la situación es análoga a la de aquel que consume coca-cola, porque yo de hecho no lo hago —mis manos aún no están manchadas de sangre—, pero creo entender a qué se refiere. Paul Auster es un escritor cuya calidad es constantemente objeto de debate. Es más, es un escritor cuya calidad es objeto de debate incluso cuando no se le ha leído. Para bien o para mal, cuestionar la valía del escritor neoyorquino es un lugar común, un tópico.

domingo, 2 de noviembre de 2014

(1872) Fiódor M. Dostoievski - Los Demonios




"Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él. Y le rogaban que no los mandase ir al abismo. Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso. Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó. Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos. Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo. Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado."
Lucas 8:30–36

Cuando en 1866 un Dostoievski asolado por las deudas tuvo que recurrir a los servicios de una taquígrafa para redactar en tan solo 26 días la novela El Jugador, saldando con ello una obligación cuya multa lo hubiera despojado de todo su patrimonio literario en beneficio de sus acreedores, seguramente no barruntaba la posibilidad de que esa muchacha de mirada inquisitiva podría llegar a convertirse en su esposa. O tal vez sí, y demasiado bien quizá, pues apenas redactado el libro, se casaron solo unos meses más tarde, en febrero de 1867. Dostoievski, entonces, prometió a su esposa un viaje por Europa, cuna de las nuevas ideas, con toda la pompa y el lujo que solo el convencimiento del apostante y la credulidad de la enamorada eran capaces de justificar en virtud de los ingresos efectivos del nuevo hogar. El viaje se prolongó cuatro años, durante los cuales el matrimonio tuvo que sobreponerse al fallecimiento de su primogénita Sonia apenas tres meses después de su nacimiento. Ni que decir tiene que las condiciones económicas no fueron las prometidas y, en palabras de Anna Grigórievna Snítkina, vivieron en "relativa pobreza" durante todo ese tiempo. Sin embargo, y a pesar de la adversidad, el matrimonio permaneció unido, dando como frutos otros dos vástagos. En 1869, y tras la publicación de El Idiota, el matrimonio recibiría en Dresde la visita de Snitkin, hermano de Anna, y sería entonces cuando propiamente comenzaría la historia de la redacción de "Los Demonios".

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