"Le hería el orgullo pensar que su raza, su especie, su mundo, estaban siendo derrotadas con tanta facilidad aparente. Lo peor, lo que no podía soportar, era la sospecha de que todo eso no significaba nada, de que el proceso de aniquilamiento era algo totalmente mecánico; en otras palabras, de que los destructores de la humanidad no libraban una guerra, sino simplemente desinfectaban el huerto."
Investigando por la red la figura de Thomas M. Disch, me he llevado una grata sorpresa. Lejos de tratarse del escritor de ciencia ficción al uso, con una sólida formación científica o técnica, fue un especimen notablemente interdisciplinar. No quiero que se me malinterprete: me encanta que los escritores de ciencia ficción sean eruditos en algún campo concreto de la ciencia. De otro modo sus novelas perderían la credibilidad que solo es alcanzable mediante el conocimiento de los detalles. Pero también me gusta que tengan un conocimiento más o menos profundo, o unas sospechas más o menos elaboradas, de aquello en que pueda consistir la naturaleza humana. Y como uno no sabe muy bien cómo se puede comenzar a solucionar ese puzzle, ni siquiera de qué piezas se compone, siempre he pensado que la interdiciplinariedad era una buena amiga, no tanto por las bondades del método (si es que es un método y no todo lo contrario), sino porque por algún lado hay que empezar. En el caso de Disch tenemos que fue poeta, novelista, ensayista, pintor, libretista de ópera e incluso escritor de videojuegos. Y a pesar de todas esas excursiones en safari por la cultura, nunca tuvo demasiado éxito, probable causa de que muriera pobre y suicidándose en 2008. Si fuéramos románticos, ahí tendríamos una prueba del genio de Disch, ya que nada hay más auténtico que morir sin el reconocimiento de un público que no está preparado para tu obra. Pero no lo somos. De hecho, la mierda existe, y que tu obra no sea reconocida probablemente se deba a que no vale un pimiento. Lo cual, sin embargo, no significa que pensemos que la obra de Disch no sea genial. Una de las pruebas de su genio está en que el todopoderoso Harold Bloom incluyera su novela "En alas de la canción" en su libro "El canon occidental". Y Harold Bloom son palabras mayores, palabras mayores de un pollavieja. Lo cual tiene, si cabe, aún más mérito.