lunes, 10 de junio de 2019

(2015) Ernest Cline - Armada



«Como casi todas las especies malvadas de invasores alienígenas de la historia de la ciencia ficción, de alguna manera los sobrukai habían conseguido desarrollar su tecnología lo suficiente como para construir gigantescas naves de guerra capaces de cruzar el espacio interestelar. Pero, aun así, no eran tan inteligentes como para terraformar un mundo sin vida de modo que cubriera sus necesidades y así no tener que pasarlas canutas intentando conquistar uno ya habitado, sobre todo si estaba por miles de millones de simios con armamento nuclear a los que no hacían mucha gracia las visitas. No, los sobrukai tenían una incomprensible fijación por la Tierra y estaban decididos a matar a todos los humanos para hacerse con ella. Por suerte para nosotros, al igual que otras muchas especies extraterrestres inventadas con anterioridad, los sobrukai intentaban eliminarnos de la manera más lenta y menos eficaz posible. En vez de acabar con los humanos utilizando un meteorito, un virus asesino o un par de anticuadas armas nucleares con buen radio de efecto, los calamares habían optado por embarcarse en una prolongada contienda por tierra y aire, en plan Segunda Guerra Mundial, lo que había provocado que todos sus avances tecnológicos en armas, propulsión y comunicaciones acabaran en manos de sus primitivos enemigos.»

Suele decirse que la segunda novela de un autor es siempre la más difícil, porque si para la primera se tiene toda la vida para escribirla, para la segunda solo se cuenta con un puñado de meses o años. Además, la segunda novela, especialmente tras un éxito ruidoso, se escribe con el temor a no cumplir las expectativas, bajo el deber de demostrar que los logros cosechados no fueron flor de un día. Por ello, la mayoría de los escritores preferirían escribir antes su tercera novela que su segunda. Y aunque suene duro decirlo, éste parece haber sido el caso de Ernest Cline. Pero vayamos por partes.

sábado, 1 de junio de 2019

(2011) Ernest Cline - Ready Player One



«Cuando de investigar se trataba, yo nunca tomaba ningún atajo. En los últimos cinco años había recorrido la lista de las lecturas recomendadas a los gunters. Douglas Adams, Kurt Vonnegut, Neal Stephenson, Richard K. Morgan, Stephen King, Orson Scott Card, Terry Pratchett, Terry Brooks, Bester, Bradbury, Haldeman, Heinlein, Tolkien, Vance, Gibson, Gaiman, Scalzi, Zelazny. Había leído todas las novelas de los autores favoritos de Halliday.»

De un tiempo a esta parte se ha producido un fenómeno bastante curioso en el mundo de los videojuegos, el fenómeno retro. A pesar de que el motor de la industria es la mirada al futuro con la realización de videojuegos con gráficos más realistas, narrativas más profundas e inmersivas y mecánicas jugables más complejas, cada vez más jugadores migran, total o parcialmente, hacia un modelo de entretenimiento donde lo que prima es la nostalgia. La nostalgia de jugar a videojuegos de generaciones pasadas, tecnológicamente obsoletos pero lúdicamente fecundos, con la capacidad evocadora y sugestiva que muchas veces las superproducciones actuales no logran conseguir. Un subproducto de este fenómeno sería la fiebre coleccionista. Una fiebre que ha generado todo un mercado de segunda mano, paralelo a los canales de distribución tradicionales, donde joyas del pasado llegan a alcanzar precios astronómicos. Las grandes empresas de videojuegos se han dado cuenta de este nicho de mercado y, en consecuencia, han empezado a participar en él, satisfaciendo buena parte de la demanda existente. Los ejemplos más claros son la retrocompatibilidad entre consolas y la más reciente puesta en circulación de las consolas mini de 8, 16 y 32 bits. Pero lo más curioso del fenómeno es que ha logrado trascender las barreras propias del mundo de los videojuegos. En efecto, esta nostalgia gamer se ha extendido hasta otras formas de expresión cultural, como la literatura. Y Ready Player One, de Ernest Cline, es el ejemplo más rotundo de ello.

lunes, 13 de mayo de 2019

(2010) Jesús Mosterín - A Favor de los Toros



«Muchos españoles estamos cansados de la permanente propaganda oficial de esta salvajada como presunta fiesta nacional. A muchos nos molesta que se identifique al pueblo español con la caverna taurina, con el mundillo hortera de la tauromaquia, con su cursilería supersticiosa, su sensibilidad embotada y su retórica ramplona, empalagosa y achulada. Spain is different, pero no tanto. Un número enorme y creciente de españoles sentimos, ante el espectáculo taurino, asco, sonrojo, vergüenza, repugnancia estética e indignación moral.»

Siempre he sentido aversión hacia las corridas de toros. Desde que era pequeño. Veía las corridas por la tele sin comprender cómo podía ser que las plazas estuvieran abarrotadas para contemplar un espectáculo en el que se daba muerte a un animal agonizante. No podía comprender el alborozo, la fanfarria, los pañuelos, el júbilo y los vítores, los trajes de gala y, en definitiva, el ambiente festivo que las rodeaba. No podía entender cómo era posible que ese ambiente fuera de la mano de un espectáculo en el que no había lugar para la sorpresa ni para un desenlace alternativo, donde todo estaba diseñado para obtener un resultado calculado de antemano. Me resultaba espeluznante la frialdad y la precisión casi ingenieril subyacente a todo el ritual. Pero lo que más me consternaba era la ausencia de finalidad, de propósito, en el supuesto arte de dar muerte a un animal moribundo.

miércoles, 8 de mayo de 2019

(1993) Arturo Pérez-Reverte - El Club Dumas



«Después uno madura, se hace flaubertiano o stendhaliano, se pronuncia por Faulkner, Lampedusa, García Márquez, Durrell o Kafka... Nos volvemos distintos unos de otros; incluso adversarios. Mas todos tenemos un guiño de complicidad al referirnos a ciertos autores y libros mágicos, que nos hicieron descubrir la literatura sin atarnos a dogmas ni enseñarnos lecciones equivocadas. Ésa es nuestra auténtica patria común: relatos fieles no a lo que los hombres ven, sino a lo que los hombres sueñan.»

Ni los pedazos de tierra, ni las banderas, ni los himnos; como dijo Rilke, «la verdadera patria del hombre es la infancia». Terreno fértil para la nostalgia, en la infancia cualquier cosa puede resultar mágica. No hay en ella lugar para el semblante adusto y la mirada inquisitiva que desarrollamos más adelante. Precisamente por eso, es en ella donde nace aquello que los autores de la edad de oro de la ciencia-ficción denominaban, con acierto, el sentido de la maravilla. Lo que se traduce en una frase definitoria: «Tú no has tenido infancia», que solemos expresar a aquellos que no comparten el asombro que una vez sentimos ante aquellas obras de ficción con las que disfrutamos de pequeños. Por algo será, por algo será...

sábado, 4 de mayo de 2019

(1997) Philip Roth - Pastoral Americana



"Y entonces se produjo la pérdida de la hija, la cuarta generación americana, una hija huída que debía haber sido la imagen perfeccionada de sí mismo, de la misma manera que él había sido la imagen perfeccionada de su padre y éste la imagen perfeccionada de su abuelo..., la hija enojada, repelente, despectiva, sin el menor interés por ser el siguiente Levov de éxito, que le había hecho salir de su refugio como si él fuese un fugitivo, le había iniciado en el desplazamiento de otra América totalmente distinta, la hija y la década que convirtieron en añicos su forma particular de pensamiento utópico, la peste de América infiltrada en el castillo del Sueco e infectando a todos sus moradores. La hija que le llevaba fuera de la ansiada pastoral americana para conducirle a cuanto era su antítesis y su enemigo, a la furia, la violencia y la desesperación de lo contrario a la pastoral, a la fiera americana indígena."

Seguro que a más de uno en la Academia Sueca se le puso semblante cariacontecido cuando se conoció el deceso de Philip Roth el año pasado. No es tanto que Roth necesitase del Nobel como que el Nobel necesitaba de Roth. Algunos pensarán que exagero. Dirán que el premio más importante de las letras no necesita galardonar a este o aquel autor, que la entidad del galardón se sustenta sobre sí misma. Pero pienso que se equivocan. El estatus de un premio literario se nutre de los escritores que lo ganan. De la misma manera que un sistema judicial es lo que es debido a las sentencias que dispensa, el Nobel es lo que es debido a los escritores que engrosan su palmarés. Llegados a un punto, se produce una simbiosis. Y su equilibrio descansa en el buen hacer del jurado, en la adecuada selección de los autores. En ese instante, el premio también ensalza al escritor y lo eleva a un nuevo nivel de popularidad y reconocimiento. Pero para que el sistema funcione, el jurado debe hacer bien las cosas. Y con Roth no las hizo. Aunque, como digo, tampoco es que Roth lo necesitase.

domingo, 28 de abril de 2019

(2009) Stephen King - La Cúpula



"Y entonces, mientras Barbie tomaba conciencia de que técnicamente él estaba al mando de esos hombres, el sargento Hackermeyer agarró a uno de los retenidos de la kufiya deshilachada, la única prenda que llevaba puesta, y lo puso contra la pared y le apuntó a la cabeza con la pistola e hizo una pausa y nadie dijo «No» en la pausa y nadie dijo «No lo hagas» en la pausa y el sargento Hackermeyer apretó el gatillo y la sangre impactó contra la pared como lo ha hecho durante tres mil años y más, y eso fue todo, adiós, Abdul, no te olvides de escribirnos cuando estés desvirgando a esas vírgenes."

Cuenta Stephen King al final de La Cúpula que la idea para la novela se le ocurrió en 1976, pero que decidió abandonar el proyecto con el rabo entre las piernas «tras dos semanas de trabajo que dieron como fruto unas setenta y cinco páginas». No fue el gran número de personajes el motivo de la renuncia de King a continuar con el manuscrito —es de sobra conocida su pericia para manejarse con historias con altas densidades de población—, sino los detalles técnicos de la historia en lo referente a las consecuencias ecológicas y meteorológicas de la Cúpula. «Me sentí abrumado» y «el hecho de que esas cuestiones revistieran el libro de una gran importancia para mí hizo que me sintiera un cobarde, y un vago, pero me aterraba la posibilidad de fastidiarla», nos cuenta en esa breve nota final.

lunes, 22 de abril de 2019

(2017) Juan Soto Ivars - Arden Las Redes



"La concepción clásica de la censura requería un poder totalitario y unas leyes que la sustentasen, pero lo que llamo poscensura es un fenómeno desordenado de silenciamiento en medio del ruido que provoca la libertad."

Parece que hayan pasado eones desde que Peter Drucker acuñara la noción de sociedad del conocimiento, esa utopía en la que las restricciones del sistema capitalista serían superadas merced al acceso inmediato e ilimitado a la información por parte de todos los individuos. El grado y alcance de esa transformación no se limitaría al propio sistema económico, sino que desbordaría sus fronteras para transformar la propia sociedad, desde el acceso al poder —pues la información es poder— hasta las distintas maneras de relacionarnos entre nosotros. Uno de los corolarios que podía extraerse de estas ideas era el de concebir la sociedad del conocimiento como una suerte de comunidad de personas sabias. Bendita ingenuidad.

domingo, 14 de abril de 2019

(1985) Orson Scott Card - El Juego de Ender



En la antigua Esparta, los niños al nacer eran sometidos a un exhaustivo estudio que determinaba su supervivencia más inmediata. Si los bebés mostraban algún tipo de tara física o mental eran asesinados, mientras que si eran fuertes y sanos eran devueltos a las familias para su crianza. A los siete años, los niños eran despojados de sus familias y entregados al Estado para su adiestramiento físico. Los niños espartanos se integraban en unidades militares infantiles y eran endurecidos a través del ejercicio físico y la lucha. Cuando cumplían los veinte años, ingresaban en el ejército. Y a los treinta, se licenciaban pasando a desempeñar puestos en la sociedad civil. El rigor y la férrea disciplina eran los valores más importantes de aquel pueblo. La sociedad espartana era eugenésica en un sentido que a las mentalidades contemporáneas nos resulta moralmente repugnante. Y su énfasis en la militarización tanto de la vida pública como de la privada nos evoca algunas de las imágenes más oscuras del siglo pasado. Además, nuestra imagen del pueblo espartano siempre ha estado condicionada por nuestra imagen del pueblo ateniense. El hecho de que en la sociedad ateniense floreciesen las artes y las ciencias, la democracia y la filosofía, ha hecho que hayamos tratado a Esparta de forma menos condescendiente que a otros pueblos antiguos. Si unos podían, por qué no los otros. A pesar de que entre los admiradores del pueblo espartano se encuentren figuras tan dispares como Platón, Rousseau, Hitler o Frank Miller, todos estos factores han hecho que en un hipotético concurso de popularidad de civilizaciones antiguas, Esparta haya acostumbrado a no salir demasiado favorecida. Sin embargo, la Historia siempre es más complicada.

La Antigua Grecia fue un yermo desde el punto de vista de la abundancia de recursos naturales. Pero este estado de cosas no desembocó en una estrategia uniforme de desarrollo económico en las distintas ciudades-Estado. Si Atenas floreció al calor de las relaciones comerciales con otros pueblos mediterráneos merced a su privilegiada ubicación geográfica, sobreponiéndose al estado natural de escasez, Esparta optó por el aislamiento y la autarquía. Pero ese hecho no fue una decisión totalmente voluntaria. La accidentada orografía de Esparta tuvo mucho que ver. Los montes Parnón y Taigeto, si bien dificultaban —por su encarecimiento— la creación de rutas comerciales con otras ciudades, dotaban a Esparta del paisaje perfecto para configurar una sociedad dirigida hacia la guerra. Ésa era, en verdad, su ventaja comparativa en la lucha por los recursos.

lunes, 8 de abril de 2019

(1987) Stephen King - Misery



"La observaba atentamente y volvió a ver en sus ojos un brillo de incertidumbre, un deseo de creer. Bien, muy bien... La miró con toda la sinceridad que pudo fingir mientras se imaginaba otra vez clavándole un trozo de vidrio en la garganta y dejando manar hasta la última gota de la sangre que alimentaba aquel cerebro demente."

La historia de la literatura ofrece curiosos paralelismos. Como todo el mundo recordará, en Las Mil y Una Noches el sultán Schariar decapitaba a su mujer y a todas las mujeres de la corte tras descubrir la infidelidad de su esposa. A continuación, no viendo satisfecha su sed de venganza, y pensando que todas las mujeres son iguales, le pedía a su visir una esposa nueva cada día con el objetivo de matarla a la mañana siguiente. Sin embargo, la hija del visir, Sheherezade, tenía otros planes. Sheherezade se ofrecía como esposa al sultán y la primera noche le narraba un cuento. El sultán se entusiasmaba con la historia, pero Sheherezade interrumpía la narración antes de que amaneciese y le prometía que le contaría el desenlace a la noche siguiente. El sultán aceptaba y, por tanto, no la mataba. A la noche siguiente, Sheherezade repetía la misma estrategia con idéntico resultado. Así hasta que transcurrían mil y una noches, tiempo tras el cual el sultán conmutaba la pena. Las Mil y Una Noches tienen más de mil años de historia y posiblemente han influido en más de mil historias. Una de ellas es Misery, la novela de Stephen King que vamos a comentar hoy.

martes, 2 de abril de 2019

(2011) Stephen King - 22/11/63



"El pasado no quiere ser cambiado. El pasado es obstinado."

Cuenta Stephen King en una nota al final de 22/11/63 que la idea para la novela se le ocurrió en 1972. La descartó en aquel momento, en palabras suyas, porque la investigación que acarrearía parecía demasiado ardua para un hombre que enseñaba a jornada completa. Una frase que esconde su contexto. Por aquella época, King, de veinticinco años, y tras encadenar múltiples trabajos de media jornada para costearse los estudios, sobrevivía en un remolque en compañía de Tabitha, la mujer con la que se acababa de casar y que sería desde entonces su fiel compañera de viaje. Ése era el contexto de King como hombre que enseñaba a jornada completa. El contexto de un escritor que no podía permitirse las alegrías propias del que sí puede dedicarse al mundo de la investigación y la escritura a tiempo completo. El contexto de una persona que emprende el proyecto vital más importante —formar una familia— sin la seguridad económica necesaria para llevarlo a buen puerto. Un contexto bastante contemporáneo, todo sea dicho de paso... En cualquier caso, King nos habla de otro motivo: incluso nueve años después del suceso, la herida era demasiado reciente. ¿Qué suceso, qué herida? El asesinato de John Fitzgerald Kennedy. Y es que la fecha del magnicidio más importante de la historia de Estados Unidos —con permiso del asesinato de Lincoln— sirve para titular la novela que vamos a reseñar hoy.

domingo, 24 de marzo de 2019

(1986) Stephen King - It



"Flotan —dijo—. Aquí abajo todos flotamos. Muy pronto, tu amigo también flotará."

Siempre he pensado que uno de los pecados de Stephen King como escritor es su incontinencia narrativa. La mente del escritor norteamericano es una olla a presión de personajes e historias. Su capacidad para crear universos y geografías narrativas está fuera de toda duda. Pero dicho esto, la controversia automáticamente salta directamente al verde del tapete: ¿Hasta qué punto todo lo que nos cuenta King en sus libros es necesario con relación a los efectos que pretende lograr en los lectores? Pregunta escurridiza...

lunes, 7 de enero de 2019

(1995) John Allen Paulos - Un Matemático Lee el Periódico



"He dicho que habría que aumentar la serie de preguntas habituales que los periodistas formulan y que a los lectores les gustaría ver contestadas. Además de Quién, Dónde, Cuándo, Por qué y Cómo, habría que incluir Cuántas, Con qué probabilidad, Qué fracción. ¿Cómo se compara la cantidad con otras cantidades? ¿Cuál es el índice de crecimiento y cómo se coteja? ¿Qué hay de los aspectos autorreferenciales de la noticia? ¿Hay en ella un grado adecuado de complejidad? ¿Nos fijamos en las categorías y relaciones que interesan? ¿Qué cantidad de la noticia es independiente de su exposición? ¿Somos particularmente sensibles al error de disponibilidad o a efectos ancla?"

A pesar de que no soy matemático, siento un respeto reverencial y casi místico por las matemáticas. Porque las matemáticas descifran el sustrato más básico del mundo que nos rodea. Son la red que nos permite atrapar la realidad y modificarla según nuestras necesidades. Son la condición de posibilidad del progreso y el dominio técnico sobre la naturaleza. Nos han permitido pasar de vivir en cuevas y morir a dentelladas bajo las fauces de oscas y temibles fieras a vivir en modernas e interconectadas ciudades tecnológicas con expectativas de vida inimaginables hace un puñado de miles de años. Por supuesto, las matemáticas no llegan a todas partes. La finitud de su alcance es un recordatorio de que la realidad también posee un carácter cualitativo. Pero, en mi opinión, son el logro más importante del intelecto humano. Y sus practicantes, los matemáticos, una suerte de hechiceros laicos, de artistas de lo abstracto, de profetas de la racionalidad.

jueves, 3 de enero de 2019

(2016) Robert Harris - Cónclave



"Hermanos y hermanas míos, en el transcurso de una larga vida al servicio de nuestra madre Iglesia, permitidme deciros que el pecado que más he llegado a temer de todos es la certeza. La certeza es el enemigo mortífero de la tolerancia. Incluso Cristo titubeó al final. «¡Eli, Eli! ¿lemá sabachtani?», gritó en Su agonía cuando llevaba nueve horas en la cruz. «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» Nuestra fe es una entidad viviente por el preciso motivo de que camina de la mano de la duda. Si sólo conociéramos la certeza y no hubiera lugar para la duda, no existiría el misterio y, por lo tanto, no necesitaríamos la fe."

El 11 de febrero de 2013, Joseph Ratzinger, el Papa Benedicto XVI, decidía renunciar a su pontificado. Diecisiete días más tarde, el 28 de febrero, esa renuncia se hacía efectiva y se declaraba la sede vacante, con lo que comenzaban los preparativos para designar a su sucesor. El cónclave encargado de llevar a buen puerto esa labor se celebraría los días 12 y 13 de marzo. En él participaron ciento quince cardenales y concluyó tras cinco votaciones. El elegido, para sorpresa de todo el mundo, fue un cardenal argentino perteneciente a la Compañía de Jesús, el único de los reunidos en el cónclave perteneciente a esa orden, de nombre Jorge Mario Bergoglio. El Papa Francisco sería el primer Papa jesuita y el primer Papa latinoamericano. Casi nada.

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