martes, 2 de abril de 2019

(2011) Stephen King - 22/11/63



"El pasado no quiere ser cambiado. El pasado es obstinado."

Cuenta Stephen King en una nota al final de 22/11/63 que la idea para la novela se le ocurrió en 1972. La descartó en aquel momento, en palabras suyas, porque la investigación que acarrearía parecía demasiado ardua para un hombre que enseñaba a jornada completa. Una frase que esconde su contexto. Por aquella época, King, de veinticinco años, y tras encadenar múltiples trabajos de media jornada para costearse los estudios, sobrevivía en un remolque en compañía de Tabitha, la mujer con la que se acababa de casar y que sería desde entonces su fiel compañera de viaje. Ése era el contexto de King como hombre que enseñaba a jornada completa. El contexto de un escritor que no podía permitirse las alegrías propias del que sí puede dedicarse al mundo de la investigación y la escritura a tiempo completo. El contexto de una persona que emprende el proyecto vital más importante —formar una familia— sin la seguridad económica necesaria para llevarlo a buen puerto. Un contexto bastante contemporáneo, todo sea dicho de paso... En cualquier caso, King nos habla de otro motivo: incluso nueve años después del suceso, la herida era demasiado reciente. ¿Qué suceso, qué herida? El asesinato de John Fitzgerald Kennedy. Y es que la fecha del magnicidio más importante de la historia de Estados Unidos —con permiso del asesinato de Lincoln— sirve para titular la novela que vamos a reseñar hoy.

Que nadie se lleve a engaño: 22/11/63 no es una novela de terror. En sus páginas no veremos a un Kennedy convertido en zombie, hombre lobo, vampiro o momia. Tampoco asistiremos a poderosas fuerzas sobrenaturales ni a terrores metafísicos capaces de hacer desviar la mirada al mismísimo José María Aznar. Y tampoco es una novela de ficción histórico-política. Porque 22/11/63 es una novela de ciencia-ficción. De viajes en el tiempo, concretamente. Al menos, sobre el papel. Porque como veremos, tampoco es ésa su nota distintiva.

22/11/63 nos presenta a Jake Epping, un profesor de Inglés de treinta y cinco años que, entre correcciones de exámenes y trabajos, trata de poner orden en su recién estrenada vida de divorciado. Con motivo del final del curso escolar, Jake recibe una llamada de Al Templeton, propietario de su hamburguesería preferida, implorándole que tiene que ir a verle. Cuando Jake acude, se sorprende del aspecto de Al: en menos de veinticuatro horas parece haber enfermado y envejecido varios años. Pero Al tiene que enseñarle algo muy importante: un portal detrás de la despensa que conduce directamente al 9 de septiembre de 1958. Siempre, no importa cuando se use el portal. Y tampoco importa cuánto tiempo se esté en el pasado; en el momento de regresar, siempre habrán transcurrido dos minutos en el presente. Al le explica que la razón de que muestre un aspecto tan avejentado es que ha estado cuatro años en el pasado en las últimas veinticuatro horas, tiempo en el cual ha desarrollado un cáncer de pulmón. Y que el motivo por el que ha pasado tanto tiempo en el pasado es el de tratar de evitar el asesinato de Kennedy. ¿Para qué evitarlo? Para tratar de romper la cadena causal que va desde Kennedy hasta la guerra de Vietnam, pasando por el asesinato de Luther King y los disturbios raciales de finales de los sesenta. Para tratar de modificar una de las partes de la historia reciente de Estados Unidos más negra. Para crear un presente y un futuro mejor. Dado que el cáncer de Al está muy avanzado y no le queda mucho tiempo de vida, éste le encomienda a Jake llevar a buen puerto su misión. Tras probar el portal y cerciorarse de que Al no delira, finalmente Jake acepta el encargo.

La premisa de la que parte 22/11/63 es un tanto peregrina. A priori, ubicar el portal intertemporal en la despensa de una hamburguesería es una decisión tan buena como cualquier otra. El problema es que condiciona una geografía narrativa un poco cogida por los pelos. El nexo de unión entre Jake y Al no parece lo suficientemente fuerte como para que resulte creíble la decisión de Al de recurrir a Jake para llevar a cabo su misión. ¿Un hamburguesero y un profesor de secundaria pergeñando un plan para devolver a la vida a Kennedy? Tal vez, pero resulta un tanto estrambótico. Aunque parte del encanto de la novela reside en escoger una temática, la de los viajes en el tiempo, tradicionalmente asociada a grandes corporaciones, hombres del gobierno, científicos y militares, y llevarla al hombre común, al hombre de la calle. King siempre ha sido muy del gusto de hacer esa clase de traslación literaria, y 22/11/63 no es una excepción.

Sin embargo, y como decía antes, la ciencia ficción no es la característica definitoria de 22/11/63. Olvidaros de las complejas cadenas causales de esta clase de novelas, porque no las encontraréis aquí. Esto no es Todos ustedes, zombies, ni tampoco lo pretende. Llegado un punto de la trama, 22/11/63 se convierte en una indagación sobre la forma de vivir a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta y, ante todo, en una historia de amor. Pero a pesar de lo que pueda parecer, estos elementos funcionan. La vida de Epping en el pasado, con independencia de su misión, resulta apasionante. King construye alrededor de su personaje una serie de subtramas que aúnan el drama, el noir, la comedia y el relato romántico. Lo hace de tal forma que todas estas características consiguen encajar con naturalidad. Y a través de la distancia irónica que su personaje protagonista introduce en muchas partes de la historia. Puede que la premisa inicial del libro sea un poco ridícula, pero su desarrollo no lo es, y King logra sin demasiadas dificultades engancharte a la historia. Una historia que, por momentos, parece ir a la deriva, es cierto. Pero eso es algo que poco o nada te importará cuando te sumerjas en las distintas subtramas que King te presenta.

"Apestaba en las inmediaciones de las fábricas y en los transportes públicos donde todo el mundo fumaba como una chimenea, pero la mayoría de los lugares poseían un olor increíblemente dulce. Increíblemente nuevo. La comida sabía bien; la leche te la dejaban directamente en tu puerta. Tras un periodo de abstinencia de mi ordenador, había adquirido la perspectiva suficiente para darme cuenta de lo adicto que me había vuelto a esa jodida máquina, malgastando horas leyendo estúpidos archivos adjuntos y visitando páginas web por la misma razón que impulsa a los alpinistas a escalar el Everest: porque estaban allí. Mi teléfono móvil nunca sonaba porque no tenía teléfono móvil, y qué alivio había resultado ser. Fuera de las grandes ciudades, la mayoría de la gente aún compartía línea telefónica, ¿y echaban el cerrojo por la noche? Y una mierda lo echaban. Preocupaba la guerra nuclear, pero yo estaba a salvo en el conocimiento de que la gente de 1958 envejecería y moriría sin escuchar jamás que una bomba atómica había sido detonada aparte de las armas nucleares. A nadie le preocupaba el calentamiento global ni los terroristas suicidas que secuestraban aviones y los estrellaban contra rascacielos."

Quizás uno de los aspectos más débiles del libro sea aquel que le da cuerpo. No acostumbro a apoyar las teorías conspirativas, sean del ámbito que sean —la navaja de Occam siempre me parecerá la mejor guía en esta clase de asuntos—. Pero reconozco su valor en el contexto literario y artístico por su capacidad sugestiva. Sin embargo, en 22/11/63, King se ciñe a la versión heredera de la Comisión Warren, es decir, a la versión oficial que señala a Lee Harvey Oswald como el único autor material e intelectual del asesinato de Kennedy. Y aunque no me parece una mala decisión en sí misma, sí considero que podría haber dado más juego. King no se aventura con la posibilidad de introducir la duda en el lector, por lo que el desarrollo del libro resulta previsible en ese área. Es posible que este aspecto de la novela deje insatisfechos a los que busquen en 22/11/63 una nueva visión de los hechos o, simplemente, a aquellos que vieran en esta obra una oportunidad para el divertimento a través de la historia alternativa que el efecto mariposa permite. Si pertenecéis a alguna de estas dos clases de lectores, no busquéis en 22/11/63. Os decepcionará.

22/11/63 es una obra de claroscuros. Como producto de ciencia-ficción no termina de convencer. Y en tanto que ficción histórico-política su alcance es limitado. Las posibilidades narrativas que permitía la premisa del libro, el viaje al pasado para detener el asesinato de Kennedy, quedan desaprovechadas en su mayor parte. Sin embargo, a pesar de estos defectos, la novela de King consigue engancharnos por medio de sus elementos más insospechados: un retrato de la América de finales de los cincuenta y principios de los sesenta convincente, una serie de subtramas hiladas de forma natural y un personaje protagonista que consigue encontrarse a sí mismo en un pasado que no le pertenece. 22/11/63 no será la mejor novela de King, ni mucho menos, pero consigue grabar a fuego en sus páginas las señas características de su prosa.

"La resistencia al cambio es directamente proporcional a la magnitud con la que una determinada acción altera el futuro."


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