lunes, 8 de abril de 2019

(1987) Stephen King - Misery



"La observaba atentamente y volvió a ver en sus ojos un brillo de incertidumbre, un deseo de creer. Bien, muy bien... La miró con toda la sinceridad que pudo fingir mientras se imaginaba otra vez clavándole un trozo de vidrio en la garganta y dejando manar hasta la última gota de la sangre que alimentaba aquel cerebro demente."

La historia de la literatura ofrece curiosos paralelismos. Como todo el mundo recordará, en Las Mil y Una Noches el sultán Schariar decapitaba a su mujer y a todas las mujeres de la corte tras descubrir la infidelidad de su esposa. A continuación, no viendo satisfecha su sed de venganza, y pensando que todas las mujeres son iguales, le pedía a su visir una esposa nueva cada día con el objetivo de matarla a la mañana siguiente. Sin embargo, la hija del visir, Sheherezade, tenía otros planes. Sheherezade se ofrecía como esposa al sultán y la primera noche le narraba un cuento. El sultán se entusiasmaba con la historia, pero Sheherezade interrumpía la narración antes de que amaneciese y le prometía que le contaría el desenlace a la noche siguiente. El sultán aceptaba y, por tanto, no la mataba. A la noche siguiente, Sheherezade repetía la misma estrategia con idéntico resultado. Así hasta que transcurrían mil y una noches, tiempo tras el cual el sultán conmutaba la pena. Las Mil y Una Noches tienen más de mil años de historia y posiblemente han influido en más de mil historias. Una de ellas es Misery, la novela de Stephen King que vamos a comentar hoy.

Misery narra la perturbadora historia de Paul Sheldon. Sheldon es el autor de una exitosa saga de novelas románticas ambientada en el siglo XIX, cuyo personaje principal es Misery Chastain. Hastiado del personaje y de la, a su juicio, baja calidad literaria de la saga, en El Hijo de Misery Sheldon mata a su protagonista, concluyendo la serie de libros. Los planes de Sheldon pasan por adentrarse en nuevos géneros literarios y ganar el respaldo de la crítica como autor de primera categoría. La ambición de Sheldon le lleva a comenzar la redacción de un nuevo proyecto, Automóviles Veloces, alejado de las coordenadas de la novela romántica que ejemplificaba Misery. Para ello, se retira a un lugar remoto del Estado de Colorado al abrigo de cualquier distracción que interfiera en su creatividad. Cuando termina el manuscrito, coge su coche y regresa a casa. En el camino de vuelta, y durante una copiosa nevada, sufre un accidente que lo deja al borde de la muerte. Sin embargo, tiene la suerte de que una mujer, Annie Wilkes, lo rescate, lo lleve a su casa y lo cuide. Así comienza Misery. Y los problemas de Paul Sheldon.

Porque resulta que Wilkes es la fan número 1 de Sheldon o, más bien, de los libros de Misery. Pero también es obsesiva, impulsiva y autoritaria. Lejos de ser la buena samaritana, la benefactora del pobre desvalido, Wilkes se revela como un auténtico demonio. King parte de una premisa en la que a la supuesta veneración entre lector y autor se le da la vuelta de la manera más retorcida posible. Cuando Wilkes descubre que Sheldon ha matado a Misery en su última novela, su furia se ve desatada, y Sheldon se ve prisionero de su propio cuerpo lisiado. Porque Wilkes le exige que resucite a Misery. Es decir, que escriba una nueva novela de la saga que tanto ha llegado a despreciar el propio autor. Y que lo haga si quiere vivir.

"La parte de su mente capaz de percibir la vio antes de que él supiese que la había visto y seguramente la comprendió mucho antes de que supiese que la estaba comprendiendo. ¿Por qué, si no, asociaba esa mujer a imágenes tan tétricas y ominosas? Le recordaba los ídolos venerados por supersticiosas tribus africanas que aparecían en las novelas de H. Rider Haggard; le hacía pensar en piedras; y le obligaba a meditar sobre el destino de la muerte. (...) Su cuerpo era grande, pero no generoso. Daba la sensación de estar hecho de peñascos, sin orificios acogedores, ni siquiera espacios abiertos ni zonas flexibles."

La relación que se establece entre Sheldon y Wilkes es, al final, una trasposición de la existente entre Sheherezade y el sultán Schariar de Las Mil y Una Noches. Si Sheldon quiere vivir, deberá satisfacer los deseos de Wilkes. Y en eso consiste Misery, básicamente. Pero King lleva la premisa a otro nivel de horror y perversión. El grado de sadismo de Wilkes solo es comparable a la sed de venganza que incuba Sheldon en su interior. Pero, al mismo tiempo, Sheldon es prisionero de un cuerpo impotente. Tras el accidente no es más que un despojo que contempla con estupefacción los arrebatos de cólera de Wilkes. Las imágenes que usa King para llevar a buen puerto esta relación viciada son bastante vívidas. King compara a Wilkes con las deidades de las novelas de H. R. Haggard, elevando la sumisión existente entre autor y admiradora a una ontología insondable de la maldad, a un retorcido artefacto de podredumbre moral.

Esta relación entre Sheldon y Wilkes no funcionaría tan bien si King no hubiese representado la maldad en la figura de una mujer de mediana edad, anodina y a priori inofensiva. King vuelve a hacer de las suyas trastocando los códigos del género encontrando manifestaciones de la maldad en los lugares más insospechados. Wilkes aterroriza a Sheldon y al lector transmutándose en un ente impredecible e impenetrable, susceptible de los cambios de humor más drásticos y con una determinación y visceralidad impropias del estereotipo en el que se enmarca. Y ello la convierte en uno de los personajes más memorables de todo el imaginario del autor americano.

Pero Misery no se reduce a una adictiva pero deshumanizadora relación entre autor y fan. Está también trufado de las obsesiones más personales de King como escritor: la fama inmerecida, las ambiciones literarias, el favor de la crítica o el rencor del público. Todas estas losas pesan sobre la conciencia de Sheldon y, por extensión, sobre la de King. Ello hace de Misery, además de una excelente novela de terror, un apasionante ejercicio metaliterario y una nada desdeñable reflexión autorreferencial. En concreto, resultan memorables las palabras que King pone en boca de su protagonista en torno al embrujo que la ficción popular es capaz de ejercer sobre el público. Embrujo cuya fórmula secreta parece conocer el propio King habida cuenta de que sus novelas se venden como rosquillas a las puertas de un gimnasio.

"Era demencial, gracioso y muy cruel. Muchos pueden burlarse, pero sólo porque no logran comprender hasta qué punto penetra la influencia del arte, incluso de un tipo tan degenerado como lo es la ficción popular. Las amas de casa organizan su horario alrededor de los culebrones de la tarde. Si tienen que volver a su trabajo, consideran de la máxima prioridad comprar un vídeo para poder verlos por la noche. Cuando Arthur Conan Doyle mató a Sherlock Holmes en Reichenback Falls, toda la Inglaterra victoriana protestó y exigió que volviese. El tono de sus protestas había sido exactamente como el de Annie. No de aflicción, sino de escándalo. Doyle fue amonestado por su propia madre cunado le comunicó su intención de acabar con Holmes. A vuelta del correo recibió su respuesta indignada: «¿Matar al señor Holmes? ¡Tonterías! ¡Ni se te ocurra!»"

Misery es posiblemente una de las mejores novelas de Stephen King. Con una economía de medios digna de elogio —una casa que ejerce las funciones de un no-lugar, apenas dos personajes principales—, el autor americano logra transmitir al lector el terror en algunas de las manifestaciones más puras dentro de su interminable producción. Y lo hace delineando uno de los personajes más potentes de todo su vasto imaginario: la temible Annie Wilkes, una fuerza de la naturaleza, mitad psicótica, mitad deidad sobrenatural. Pero, además, en esta obra King se abre a sí mismo en canal para mostrarnos sus miedos y miserias como autor, lo que ejerce un efecto vigorizante sobre el texto por su desnuda honestidad. Misery es una de las lecturas imprescindibles dentro del catálogo del autor de Maine. Carne cruda.


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