martes, 20 de noviembre de 2018

(2015) Neal Stephenson - Seveneves



"Además, se sobreentendía, aunque muy rara vez se expresaba en voz alta, que los hombres no eran un bien escaso. Sí lo eran las mujeres, para decirlo claramente: los úteros funcionales y sanos. Siguiendo esa idea, o quizá por el mero hecho de escoger una forma de suicidio más socialmente constructiva, los hombres siguieron ofreciéndose para las tareas más peligrosas, y así las mujeres fueron quedando en los espacios interiores más protegidos de la nave; cuando alguna de ellas presentaba una objeción, como hacían algunas, se les hacía callar de inmediato con el irrefutable argumento de que era preciso preservar a toda costa su vida y su salud."

No soy objetivo cuando hablo de Neal Stephenson, una de mis debilidades literarias y mi autor preferido de ciencia-ficción. En sus manos, el género, tan abierto a la especulación filosófico-científica de suyo, adquiere nuevas cotas de profundidad, precisión y estilo. Solo alguien como él podía atreverse a realizar un libro tan arriesgado como lo fue Anatema, aquella monumental obra en la que las matemáticas y la historia de la filosofía se daban la mano en una especie de realidad distante a medio camino entre El Nombre de la Rosa y Dune, y salir victorioso pariendo una de las mejores novelas de lo que llevamos de siglo. O el propio Ciclo Barroco, una saga de tres volúmenes ambientados en la Europa de mediados del XVII y principios del XVIII, en la que Stephenson abandonaba el fértil terreno de la ciencia-ficción para abrazar el de la ficción histórico-especulativa, si es que ese término tiene sentido, y que era un repaso a la historia del nacimiento de la ciencia moderna al tiempo que una epopeya de dimensiones titánicas que abarcaba a decenas de personajes, latitudes y culturas. Droga dura.

lunes, 12 de noviembre de 2018

(2018) Steven Pinker - En Defensa de la Ilustración



"Lo que es bueno para la humanidad no siempre es bueno para las ciencias sociales, y puede resultar imposible desenredar la maraña de correlaciones entre todas las formas en las que ha mejorado la vida y establecer con certeza las conexiones causales. Pero dejemos de preocuparnos por un momento por las dificultades para desenredar los hilos y tomemos nota de su dirección general. El hecho mismo de que tantas dimensiones del bienestar estén correlacionadas en distintos países y décadas sugiere que puede ocultarse bajo ellas un fenómeno coherente, lo que los estadísticos llaman un factor general, un componente principal o una variable oculta, latente o interviniente. Disponemos incluso de un nombre para dicho factor: progreso."

Existe cierta tendencia en las humanidades, especialmente en las procedentes de EEUU, a deslegitimar los discursos procedentes de la biología o la psicología que señalen la existencia de una naturaleza humana. En efecto, el innatismo es el gran Némesis de ciertos estudios culturales y sociales. ¿Por qué? Una de las razones resulta obvia: allí donde pueda apelarse a un factor de origen natural para explicar la conducta, la explicación cultural se torna superflua. En otras palabras: si la explicación ofertada por la Ciencia fuera completa, numerosos profesionales universitarios pasarían a engrosar las colas del paro. Esta suerte de corporativismo epistémico es la principal razón del obstinado rechazo de cierto sector de las humanidades a las explicaciones procedentes de la Ciencia. Pero no es la única. Existen otras razones de índole pragmática.

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