lunes, 31 de diciembre de 2018
(1992) Robert Harris - Patria
"Pero los fanáticos raciales rara vez eran los superhombres arios de ojos azules; estos, en palabras de Das SchwarzesKorps, eran «demasiado inclinados a dar por hecha su pertenencia a la Volk». En cambio, las pantanosas fronteras de la raza alemana eran patrulladas por aquellos que confiaban menos en la pureza de su sangre. La inseguridad produce buenos guardias fronterizos. El maestro franconiano patizambo, ridículo con su Lederhorsen; el tendero bávaro con sus gafas de concha; el contable turingio pelirrojo con su tic nervioso y su predilección por los miembros más jóvenes de las Juventudes Hitlerianas; los cojos y los feos, la escoria de la basura nacional... esos eran los que defendían con más fuerza la Volk."
Diciembre de 1940. La Alemania nazi controla militarmente Francia, Holanda, Luxemburgo, Bélgica, Dinamarca, Bohemia y Moravia, Yugoslavia (menos Bosnia, Croacia y Eslovenia) y la mayor parte de Polonia. Además, cuenta con el apoyo de los gobiernos de Italia, Hungría, Finlandia, Bulgaria y Rumanía. Un año antes, el III Reich y la Unión Soviética habían firmado un pacto de no agresión, el pacto Ribbentrop-Mólotov. Pero en los planes de Hitler no entraba respetar el acuerdo. Por el contrario, para expandir el Lebensraum alemán era preciso aniquilar a la Unión Soviética en una guerra que sería una cruzada contra los enemigos del nuevo orden nacionalsocialista. Por eso, aquel mes firmó la directiva que daría carta de naturaleza a la Operación Barbarroja, que se iniciaría seis meses más tarde. La Operación Barbarroja, que contemplaba la invasión relámpago de la Unión Soviética, fue un fracaso. A ella le siguió una guerra de desgaste poco propicia para la Wehrmacht condicionada por el intenso frío, las lluvias, el barro y un ejército ruso con más fe que el Alcoyano. Tras la Operación Barbarroja vino la Operación Tifón, la batalla de Stalingrado y la Operación Ciudadela. Aquellas cruentas batallas mermaron el ejército alemán. La expulsión definitiva de los nazis de Rusia se consumaría en la Operación Bagration, en el verano de 1944. Sería el principio del final del tercer Reich. Hitler hincó la rodilla allí donde Napoleón también lo había hecho y el mundo acabaría derrotando felizmente a la amenaza nazi. Todos conocemos la historia de la segunda guerra mundial. ¿Pero qué habría pasado si Hitler no hubiera perdido la guerra? Esa es la premisa básica de Patria, la ópera prima de Robert Harris.
En la ucronía de "Patria", los alemanes ganan la guerra. La ganan porque descubren que Enigma ha sido descifrada, y utilizan esa información para hacer contra-inteligencia con los Aliados, enviando mensajes falsos a sabiendas de que serán interceptados. Con ello, el desembarco de Normandía no se produce, los nazis consiguen repeler a los americanos en el frente occidental mientras que, en el frente oriental, prosiguen la contienda hasta la definitiva victoria frente a la Unión Soviética en la segunda mitad de los años 40.
La idea es potente, aunque no nueva. Treinta años antes de "Patria", en 1962, Phillip K. Dick publicaba "El Hombre en el Castillo", una ucronía en la que los nazis también ganaban la guerra y EEUU se la repartían entre japoneses y alemanes. Más recientemente, Harry Turtledove exploraba una premisa similar en "En Presencia de mis Enemigos".
Aunque no es original, la idea no por ello es menos potente. Harris imagina una Berlín ambientada en el año 64. El bosque de Grunewald, el Tiergarten, Alexander Platz, Unter den Linden, Friedrichstraße, el Havel o el Spree siguen presidiendo la ciudad, pero esta vez bajo la imponente arquitectura diseñada por Albert Speer, materializada para satisfacer las demandas de un dictador megalómano. Ejemplos de esa arquitectura son la construcción de un Arco del Triunfo a imagen y semejanza del parisino, pero 49 veces más voluminoso —118 metros de alto, 168 metros de ancho y 119 metros de profundidad—; el Gran Salón del Reich, con sus más de 250 metros de altura y su cúpula de 140 metros de diámetro, y epicentro de los actos multitudinarios que celebra el régimen; o la avenida de la Victoria, con sus 120 metros de ancho y 5,6 kilómetros de longitud —dos veces y media más larga que los Campos Elíseos—. La Berlín de Harris, y por tanto de Speer y Hitler, es desmesurada y elefantiásica, y resulta imponente y abrumadora. En sus calles desfilan las atemorizantes S.A. y el pueblo siente un agradecimiento sincero y reverencial por su führer tras haber devuelto a Alemania a su lugar natural en el orden de las cosas. Deutschland wieder großartig machen, que diría un Trump. No existen judíos y nadie habla de ellos. Es un tema tabú. La Berlín de "Patria" es un lugar hermoso pero siniestro, donde la Gestapo controla la vida privada de la gente y donde se persigue al disidente y se lo manda a campos de trabajo de donde no regresan.
Geopolíticamente, Alemania domina Europa y, por tanto, el mundo. Mantiene una guerra fría alternativa con EEUU auspiciada por el miedo al invierno nuclear, pero bajo una posición de superioridad manifiesta a causa de su poderío militar y tecnológico. Su Imperio se extiende hasta los Urales, donde mantiene una guerra de guerrillas con lo que queda de la resistencia rusa. En el interior de sus fronteras, se producen eventuales ataques terroristas por parte de grupos disidentes, comunistas y anarquistas principalmente, pero nada que revista un problema serio para el Reich. Harris se permite mantener una cierta distancia irónica en los lazos que mantiene la Alemania nazi con las naciones occidentales europeas. Esa distancia nace de las semejanzas del mundo que nos presenta con el mundo que finalmente fue. Juzguen ustedes mismos:
"En el oeste, doce naciones (Portugal, España, Francia, Irlanda, Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, Italia, Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia) habían sido acorraladas por Alemania mediante el Tratado de Roma, y se habían convertido en un bloque de comercio europeo. El alemán era el segundo idioma oficial en todos los colegios. La gente conducía coches alemanes, escuchaba radios alemanas, veía televisores alemanes, se quejaba sobre la conducta de los turistas alemanes en los lugares de veraneo dominados por alemanes, mientras que los equipos germanos ganaban todas las competiciones deportivas internacionales excepto el críquet, que solo jugaban los ingleses."
Con todo, la geopolítica en "Patria" es secundaria y, en mi opinión, es un error. El mundo que nos presenta Harris desborda posibilidades narrativas y Harris las desaprovecha casi todas. Porque "Patria" es, por encima de su fascinante ambientación, una novela negra. Eso sí, una fantástica novela negra.
El argumento de "Patria" se desarrolla en los días previos al Führerstag. Es 1964 y la ciudad de Berlín se prepara para celebrar el 75 cumpleaños de su admirado y querido dictador. Pero ocurre algo: el cuerpo sin vida de un anciano aparece en un lago. Xavier March, miembro de la kriminalpolizei, es el encargado de investigar lo sucedido. Pero lo que parece un caso rutinario esconde tras de sí una conspiración que amenaza con tambalear los cimientos del Imperio.
Contado así, a uno le entran los bostezos. El argumento parece tópico, pero no lo es. Harris —autor de Enigma o El Poder en la Sombra— es capaz de tejer una historia muy elaborada. Lejos de los efectismos y los giros de guión al uso, la trama se cuece a fuego lento, pausadamente. Pero lo hace sin fisuras y con una solidez narrativa envidiable.
Uno de los atractivos del relato descansa en su personaje protagonista, Xavier March. Veterano de la segunda guerra mundial, donde tripuló uno de los U-boot de la kriegsmarine, March es un policía criminalístico que se vuelca en su profesión como medio para escapar de sus fracasos vitales. Divorciado de una mujer que le repudia y padre de un niño que le desprecia, en March resuenan los ecos del Winston Smith de Orwell. Porque el protagonista de Harris no está afiliado al NSDAP y su inteligencia despierta suspicacias.
"Y había algo más, el instinto que lo impulsaba a levantarse de la cama cada mañana para salir a luchar con el desapacible día, y eso era el deseo de saber. En el trabajo policial, siempre había otra meta para alcanzar, otra esquina que vigilar. ¿Quién era la familia Weiss, y que les había pasado? ¿Quién era el cadáver del lago? ¿Qué unía las muertes de Buhler y Stuckart? La compulsión de saber lo mantenía vivo, fuera un castigo o una bendición. Y por eso, en el fondo, no tenía elección."
March conocerá en el transcurso de sus investigaciones a Charlotte Maguire, periodista estadounidense de veinticinco años a la caza de una historia. Charlie es impetuosa e irreflexiva, pero inteligente y resuelta, y junto a March formará una buena pareja. El contraste temperamental entre ambos, con un March educado en el sentido del deber y una Charlie que responde al prototipo de mujer libre y hedonista, aparte de deparar muy buenos momentos narrativos, es un excelente epítome del contraste cultural existente entre Alemania y Estados Unidos.
En definitiva, "Patria", de Robert Harris, es una lectura muy recomendable. Parte de una premisa fascinante, como es la ucronía en la que los nazis ganan la segunda guerra mundial, y construye sobre ella una adictiva historia de tintes noir, de esas que te mantienen pegado al libro en todo momento. Lo mejor de la novela, sin duda, es la atmósfera existente en la Berlín nazi evocada por Harris. La arquitectura elefantiásica imaginada por Speer es el contrapunto perfecto tanto al frío clima como a la férrea represión existente en la ciudad. Esa conjunción dota a la obra de una atmósfera lúgubre y derrotista que contrasta con la exultante demostración de patriotismo de la que hace gala el régimen. Además, Harris es capaz de construir una reflexión soterrada sobre el valor de la memoria, en este caso del pueblo alemán, pero susceptible de ser universalizada. Sin embargo, y a pesar de sus virtudes, "Patria" no es perfecta. Resulta inevitable pensar que Harris desaprovecha algunas de las posibilidades narrativas que su universo le permitiría desarrollar, principalmente a nivel geopolítico. Pero con todo, "Patria" es una excelente novela. Y cuenta con un fantástico desenlace, de los que resulta difícil olvidar.
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