"Mientras estudiaba la redacción del informe de investigación, árida e ininteligible para legos en la materia como yo, se me ocurrió que si alguien tenía la ambición de convertirse en un villano, lo primero que debía hacer era aprender a ser hermético, en vez de actuar como Blofeld, con monóculo y un comportamiento ostentoso. A los periodistas nos encanta escribir sobre personas excéntricas. Detestamos escribir sobre personas inescrutables y aburridas. Nos hacen quedar mal: cuanto más anodidno es el entrevistado, más anodina resulta la prosa. Si quieres ejercer un poder auténtico y maligno, y salirte con la tuya, sé aburrido."
Jon Ronson es un periodista británico que quizá no sea muy conocido para los lectores hispanohablantes, pero que es toda una celebridad en el Reino Unido. Está especializado en el periodismo de investigación y sus temas favoritos están relacionados con las teorías de la conspiración y las pseudociencias, siempre desde un punto de vista escéptico, crítico y un tanto cómico. Digamos que le encanta destapar magufos allí donde la gente solo ve personas respetables, y desentrañar el aspecto respetable de los engañabobos. Su estilo es subjetivo e impredecible, razones por las cuales algunos le han adscrito al movimiento del periodismo gonzo. Aquí, lo más parecido a él sería un híbrido entre Iker Jiménez y Jordi Évole, pero no creo que contemos con una figura homologable por estas tierras. Es autor de casi una veintena de documentales hechos para la televisión británica, así como de nueve libros de investigación, entre los cuales se encuentra este ¿Es usted un psicópata?
¿Es usted un Psicópata? pretende ser un cuadro de la industria de la locura en la actualidad. Pero un cuadro cubista, perspectivista, incluso surrealista, donde los ángulos no terminan de encajar bien entre sí y las figuras aparecen deformadas. Ronson ha pergeñado un libro capaz de mostrarnos relatos sensatos de personas insensatas y relatos exagerados provenientes de autoridades médicas. Pero sobre todo, ¿Es usted un Psicópata? es un libro donde acompañaremos a su autor a través de sus sucesivas epifanías en torno al tema general de la locura, logrando una comprensión integral del fenómeno, tanto en su dimensión médica, como en sus dimensiones mediática y sociológica. Y todo ello con grandes dosis de audacia y olfato periodístico. Y humor, mucho humor.
Un momento, ¿pero éste no es un libro sobre la psicopatía? No exactamente. La psicopatía tiene su importancia, pero es un pretexto para tratar el tema de la locura como fenómeno global. En realidad, todo empieza con algo que no tiene que ver ni con la psicopatía ni con la locura, cuando Ronson recibe un correo de un grupo de neurólogos. Estos le cuentan que han recibido cada uno El ser o la nada, un libro cuya portada es Manos Dibujando de M.C. Escher, sus páginas pares están en blanco y sus páginas impares están confeccionadas a través de recortes en prensa cuyo sentido parece difícilmente descifrable para matemáticos, filósofos y científicos. Contactan con Ronson para que les ayude a dar con el autor del libro y así conseguir desentrañar el propósito de la obra. Y éste, después de varias pesquisas, acaba dando con un químico sueco que se niega a darle explicaciones como autor del libro. Todo esto, que a Ronson le parece tan raro como al lector, le lleva al interrogante acerca de por qué la gente hace lo que hace y qué papel juega la locura en todo ello. Así que, presto a la tarea, y agenciándose una versión del DSM, el manual de psiquiatría estandarizado, intenta contestar a sus interrogantes. Y es de eso de lo que trata este libro.
Por las páginas de ¿Es usted un psicópata? desfilan psiquiatras y psicólogos como Robert Spitzer, el editor del DSM-III, o Bob Hare, autor del PLC-R, la escala más usada de detección de la conducta psicopática. Se mencionan los experimentos con LSD para el tratamiento de la esquizofrenia de Oak Ridge diseñados por Elliot Barker durante los 60s, la psicoterapia nudista de Paul Brindim o el escándalo del psicólogo criminalista Paul Britton. Ronson entrevista a psicópatas como Emmanuel "Toto" Constant, opositor de Aristide y líder de un escuadrón de la muerte en Haití responsable de una carnicería durante los años 90, o a "Tony", seudónimo de un tipo que lleva ingresado diez años en Broadmoor Hospital, un centro psiquiátrico especializado en conductas psicopáticas, tras "fingir" un trastorno mental confeccionando un collage con sus películas de terror favoritas para intentar escapar a una pena de prisión de tres a cinco años.Efectivamente, no le dejan salir porque no creen que en realidad esté fingiendo. También hay magufos, el toque de la casa. Éstos vienen de la mano de... la Iglesia de la Cienciología, nada más y nada menos. Al parecer, Ron L Hubbard no tuvo suficiente con crear la dianética, ese némesis del psicoanálisis freudiano, sino que creó también la CCDH, la Comisión Ciudadana de Derechos Humanos, un organismo que bajo la supervisión y los fondos de la Iglesia de la Cienciología, trató, y sigue tratando, de luchar contra el "imperio" (leáse enfatizando cada sílaba) corporativo de la psiquiatría y de la industria farmaceútica. A pesar de su a priori papel esperpéntico en el relato, la CCDH juega un rol heurístico dentro de las pesquisas de Ronson, ayudándole a dar con aquellos elementos necesarios para contarnos su historia. Y no, por el camino Ronson no nos inocula un subtexto afín ni a la cienciología ni a la psiquiatría.
"Estaba mucho más loco de lo que imaginaba. O tal vez no fuera muy aconsejable leerse el DSM-IV sin ser un profesional cualificado. O quizá la Asociación Americana de Psiquiatría tenía la manía de etiquetar todos los aspectos de la vida como trastornos mentales."
Uno de los aciertos del libro es el tono despreocupado y un tanto cómico que Ronson sabe darle al relato. Su hipocondría por momentos es delirante y su temperamento ansioso es bastante gracioso. Por medio de ellos, desliza críticas y pullas a los principales estamentos psiquiátricos y antipsiquiátricos, siempre con una ironía muy fina, muy inglesa (galesa en su caso). El libro, a su vez, se lee bastante bien, ya que a pesar de estar compuesto a partir de partes que bien podrían formar parte de un ensayo, se lee con la soltura de una crónica, incluso de una novela, por la forma de estar contadas las entrevistas y el periplo del propio Ronson.
Por supuesto, la psicopatía ocupa un lugar central en todo lo que Ronson tiene que contarnos. A fin de cuentas, por algo el libro lleva el título que lleva. Descubrimos que la psicopatía como trastorno no figura en ninguna de las ediciones de los DSM, y averiguamos la razón: la escisión durante el proceso de elaboración del DSM-III entre Bob Hare, el padre del trastorno, y Lee Robins, una socióloga que afirmaba que los clínicos no podían medir de forma fiable rasgos de la personalidad como la empatía, proponiendo eliminar esos síntomas en favor de los más evidentes. Robins recabó mayor número de apoyos y es así como la psicopatía se disolvió en el trastorno de la personalidad narcisista y en el trastorno antisocial de la personalidad, formando una intersección entre ambos no recogida explícitamente por los DSM. También aprendemos los items de la escala de Bob Hare, el PLC-R. Son los siguientes:
"1. Locuacidad / encanto superficial.
2. Concepto elevado de la propia valía.
3. Necesidad de estimulación / tendencia al aburrimiento.
4. Mentiras patológicas.
5. Engaño / manipulación.
6. Ausencia de remordimiento y sentimiento de culpa.
7. Profundidad escasa de sentimientos.
8. Crueldad / falta de empatía.
9. Estilo de vida parasitario.
10. Control deficiente de la conducta.
11. Conducta sexual promiscua.
12. Problemas de conducta precoces.
13. Falta de metas realista a largo plazo.
14. Impulsividad.
15. Irresponsabilidad.
16. Incapacidad patológica de aceptar la responsabilidad de los propios actos.
17. Relaciones de pareja múltiples y breves.
18. Delincuencia juvenil.
19. Revocación de la libertad condicional.
20. Versatilidad delictiva."
Cada ítem se puntúa del 0 al 2, siendo el 0 un indicador de nula correspondencia con el criterio en cuestión y el 2 un indicador de total o muy alta adecuación. Y puntuaciones por encima de 30 dan como resultado el diagnóstico de psicopatía. Según Hare, este test es sustitutivo solo parcialmente de una exploración neuronal, verdadera prueba del algodón, ya que los psicópatas parecen mostrar menos niveles de actividad en la amígdala que las personas normales. La amígdala se encarga de regular las sensaciones asociadas al miedo y la ansiedad, alertándonos de situaciones peligrosas y, por ello, ha jugado un papel básico en la supervivencia de la especie. Los psicópatas, al carecer de la suficiente actividad en esa zona del cerebro, pueden comportarse de una forma más pausada y tranquila en situaciones normalmente estresantes, razón por la cual tradicionalmente se les ha asignado esa imagen de frialdad inhumana.
Más allá de los criterios enumerados por esa lista, los expertos parecen coincidir en que lo definitorio de los psicópatas es, aparte de su frialdad, la ausencia de empatía, un desprecio por la debilidad ajena, el narcisismo y la ausencia de autocontrol moral. Según algunos estudios, el 1% de la población podría ser psicópata, y se estima que ese porcentaje aumenta hasta el 4% en el mundo empresarial y financiero, lo que hace que el índice de prevalencia se multiplique en un estremecedor 400%.
"Al final de nuestra conversación, [Hare] se dirigió a usted, el lector. Dijo que si empieza a preocuparle que pueda usted ser un psicópata, si reconoce en sí mismo algunos de los rasgos mencionados, si siente una ansiedad que crece en su interior, eso significa que no es usted uno de ellos."
Creo que la principal virtud del libro reside en la capacidad de Ronson para mostrarnos cómo vivimos en un mundo que sigue girando a través de unos vectores de traslación que, en cierta forma, son, si no psicópaticos, sí preocupantes. El mundo empresarial y financiero es un buen ejemplo de ello, donde se aplican ecuaciones y fórmulas con consecuencias devastadoras para miles de personas. Pero también el mundo del periodismo, con esa voracidad insana muchas veces por lo truculento y por los diamantes de demencia con vistas a ser expuestos en la parrilla televisiva. Y, por supuesto, también en la psicología y la psiquiatría sucede algo análogo, casi de manera consubstancial a la objetividad que persigue las propias disciplinas, que implica una cierta deshumanización del observador.
Otra virtud es la moraleja, no por obvia menos importante, de que la locura es una cuestión de grado, no cualitativa. Vivimos en un mundo en el que hay ciertas personas para las que parece indiscutible la asignación de un trastorno, de una enfermedad. Sin embargo, una inmensa mayoría de la población compartimos síntomas de aquí y allá, somos individuos difusos para la psiquiatría. Para este conjunto de personas, puede llegar a ser bastante injusto el diagnóstico de un trastorno por el estigma que conlleva. Y es aquí donde parece inevitable un grado de error en el diagnóstico producto de la asimetría entre el carácter cualitativo del diagnóstico y el carácter gradual de la forma de ser del "paciente" o "enfermo".
En ese sentido, es necesario exhortar a la responsabilidad de la profesión psiquiátrica. No hay que olvidar que, a fin de cuentas, como bien se encargaron de mostrar Foucault o Szasz en su día, la psiquiatría es una forma de control, de poder coactivo sobre el individuo. Por ello, es necesario llamar la atención contra la proliferación de trastornos mentales que quizás merecerían un debate más profundo en el seno de la sociedad, antes de diseñar la sintomatología del propio trastorno e incluirla en un manual. Ejemplos de ello son el autismo, el trastorno por déficit de atención o el trastorno bipolar infantil. Sin ir más lejos, desde la admisión del síndrome de Asperger dentro del conjunto de síndromes del espectro autista, se ha pasado de una prevalencia de un caso por cada 2000 a un caso por cada 100 de críos diagnosticados con alguna forma de autismo. Esta super-inflación, por llamarla de alguna manera, de trastornos mentales y, por añadidura, de personas "trastornadas", resulta preocupante precisamente cuando atañe a los más pequeños. Ha habido casos de niños diagnosticados bipolares que, al pasar la adolescencia, se curaron. ¿Pero no es cierto que la bipolaridad es incurable? Algo no encaja.
"Cuando le pregunté a Robert Spitzer qué opinaba de la posibilidad de que hubiera creado un mundo en el que conductas normales se consideraban síntomas de trastornos mentales, se quedó callado. Esperé a que respondiera. Pero el silencio duró tres minutos.
—No lo sé —dijo al fin.
—¿Alguna vez piensa en ello? —inquirí.
—Supongo que la respuesta es que no mucho —dijo—. Tal vez debería. Peor no me gusta la idea de hacer conjeturas sobre cuántas de las categorías que figuran en el DSM-III describen comportamientos normales.
—¿Por qué no te gusta hacer conjeturas? —Quise saber.
—Porque entonces estaría haciendo conjeturas sobre hast qué porción del libro es un error —contestó. Se produjo otro largo silencio—. Una parte de él podría serlo —afirmó."
Puede que ¿Es usted un psicópata? pueda parecerles a algunos demasiado sensacionalista, y su desarrollo extremadamente surrealista para quienes busquen una lectura seria y meditada. Sin embargo, es un libro profundamente adictivo en el que se consigue un equilibrio bastante sensato entre entretenimiento y crítica, entre diversión y agudo discernimiento. No es perfecto, y creo que podría haber sido más inquisitivo con las farmacéuticas, auténticos motores a mi juicio del negocio de la locura y de la ridícula proliferación de trastornos (y que ha hecho que de las poco más de 60 páginas del primer DSM se hayan pasado a las 1100 del DSM-5). Pero es muy divertido, y ofrece más de lo que a primera vista podría parecer.
"Creo que el negocio de la locura está lleno de personas como Tony, reducidas a sus facetas más desquiciadas. A algunos, como a Tony, los encierran en módulos TGPG por haber sacado una puntuación demasiado alta en la prueba de Bob. Otros salen por la tele a las nueve de la noche, previa eliminación de las imágenes que muestran su cara más normal, aburrida y cuerda, para que sirvan de ejemplo de lo que no debemos ser. Evidentemente, hay muchas personas muy enfermas en el mundo. Pero también hay personas que están en una zona intermedia y a las que se les pone sin contemplaciones una etiqueta excesiva, con lo que pasan a ser simplemente una personificación de la locura a ojos de quienes se aprovechan de ellas."
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