sábado, 11 de noviembre de 2017
(2017) Eva García Sáenz de Urturi - Los ritos del agua
"Sí, se dice que el agua que emanan las estalactitas de esta cueva se recoge en este pilón. Como veis, es un símil muy obvio entre el esperma como líquido fertilizante y la poza como útero. Las mujeres de los caseríos de la Llanada Alavesa, la antigua morada de los Guevara, los señores de esta tierra, han venido desde siempre a realizar lo que antaño se llamaban «abluciones fecundantes», es decir, se metían en este pilón hasta la cintura. Las mujeres de Oñati llamaban a esto «beratu», en euskera ablandarse. Eran ritos de fertilidad, esperaban así quedarse embarazadas."
No me gusta escribir reseñas de libros leídos hace varios meses. Los detalles concretos de la narración suelen comportarse caprichosamente en nuestra memoria, viéndose aquejados de una patología que muchos conocerán: la incontrolable pérdida de consistencia en nuestra mente, como si de un golpe de vaho se tratasen, que hace que muchos de ellos se evaporen y desaparezcan. Y aunque en ocasiones la visión general de un libro se suele ver modificada por el efecto de nuestros pensamientos y la comparación con otras obras mucho tiempo después de haber concluido su lectura, no suele ser el caso más habitual, y nuestras impresiones más intuitivas y directas determinan la valoración definitiva del libro desde un primer momento. Lo cual es lógico: nuestra mente no funciona serialmente como si, en una primera fase, hubiese una cinta transportadora, a través de la cual, la narración fuese desplegándose imprimiendo su huella en nuestro intelecto para, en un momento subsiguiente, proceder a procesar, analizar y, en general, jugar con todas las posibles operaciones lógicas que nuestro entendimiento nos permite para extraer los sentidos y las lecturas de la historia. Nuestra mente no funciona así porque, sencillamente, es capaz de hacer ambas cosas simultáneamente. Por ello, aunque a veces dejar un tiempo de reposo a nuestras lecturas sea positivo para descubrir nuevos sentidos escondidos, a menudo no es ese el caso. Y desde luego no es el caso de la novela que hoy tenemos entre manos.
"Los ritos del agua", de Eva García Sáenz de Urturi, supone la segunda entrega de la trilogía de la ciudad blanca, una saga de literatura negra cuya característica principal es que se ambienta en la ciudad alavesa de Vitoria. La autora gasteiztarra continúa surfeando la ola del éxito que ya agarró con la primera entrega de la serie. Y es que "Los ritos del agua" ha estado numerosas semanas en las listas de los más vendidos de los principales distribuidores (Fnac, Casa del Libro, El corte Inglés, etc.), del mismo modo que lo estuvo su predecesor.
"El silencio de la ciudad blanca" era una novela competente que nos presentaba a una autora que si bien no era novata, sí era descubierta por el gran público. Como libro, sus principales atractivos eran dos: una historia bien hilvanada a través de sucesivos giros de guión que mantenían la atención del lector hasta el final y su verdadera protagonista: la ciudad de Vitoria. Mucha gente criticó el hecho de que, en lo referente a este último punto, la novela se pareciese, por momentos, a una guía de viajes. De hecho, actualmente en Vitoria hay salidas guiadas que recorren los principales lugares donde se desarrolla la novela. Pero más allá de eso, el carisma que impregnaba la historia le debía mucho a la capital de los alaveses.
"Los ritos del agua" retoma la historia donde la deja su predecesor. No desvelaremos demasiados detalles para no fastidiar la lectura a quien no haya leído "El silencio de la ciudad blanca", pero sí diremos que Kraken vuelve a estar entre nosotros y que un nuevo asesino en serie le hará sudar tinta china de nuevo.
Digámoslo claramente desde ya: "Los ritos del agua" no logra las cotas que alcanzó "El silencio de la ciudad blanca". El carisma que poseía ésta se ha difuminado y el esquematismo del que hace gala la novela que tenemos entre manos redunda en la idea de que estamos ante un remedo de su predecesor. La estructura de la novela es calcada a la de la anterior y los giros narrativos ya no nos sorprenden tanto. Hay una cierta sensación decepcionante de haberle cogido la matrícula literaria a Sáenz de Urturi, y eso nunca es bueno. Veamos por qué.
La sensación de déjà vu es constante durante toda la lectura: misma sucesión de asesinatos, un asesino en serie detrás, una historia narrada a caballo entre dos épocas, mismos recursos de suspense por parte de Sáenz de Urturi... Todo es parte del pastel narrativo de la saga, pero es inevitable sentir cierto hastío. Es verdad que esta vez los motivos mitológicos y ritualísticos toman más protagonismo, y eso supone un soplo de aire fresco allí donde el anterior libro se publicitó enfatizando esa faceta para acabar pasando de perfil por ella. Pero también es cierto que el despliegue en ese área sigue siendo insuficiente.
Además, Vitoria ha delegado protagonismo en favor de otras zonas geográficas de Álava y Cantabria. Esto para el lector desapegado geográficamente de la capital alavesa puede ser un hecho neutral. No para un servidor, ya que como expliqué en su momento en la reseña de "El silencio de la ciudad blanca", uno de los aspectos que más disfruté fue la ambientación, la localización. Tomen con precaución este punto, pues depende en gran medida de la subjetividad del que escribe estas líneas.
Kraken sigue siendo Kraken y el resto de personajes principales de la saga también. La construcción de personajes sigue siendo bastante decente y sus personalidades responden como se espera que lo hagan. A pesar de ello, Sáenz de Urturi se reserva algunas revelaciones imprevistas que a buen seguro sorprenderán a muchos lectores y que mantienen la atención del lector en las tramas más personales que, aunque tópicas, están bien montadas. Además, y a diferencia del anterior, la otra línea cronológica de la historia tiene también a Kraken como protagonista, lo cual dota de un componente psicoanalítico bastante interesante a la lectura, que se ve reforzado por la intención de Urturi se tocar ciertas temáticas tabú en nuestra sociedad. Lo mejor de la novela.
Por lo que no destaca esta novela, sin embargo, es por el estilismo literario de la autora vitoriana. "Qué estilismo ni qué estilismo. Esto es novela negra. No queremos una escritura depurada y precisa, sino asesinatos e intriga, que la autora nos la meta doblada cada cierto número de páginas", dirán algunos. De hecho, en mi valoración de "El silencio de la ciudad blanca" aludía al hecho de que no estaba escrita con especial gusto, pero que esa cuestión, habida cuenta de sus virtudes, era irrelevante. No ocurre lo mismo con una novela que es inferior en todos sus puntos principales a su predecesora salvo, paradójicamente, en la calidad de su escritura. Este libro está mejor escrito que el anterior —lo cual tampoco era difícil—. El problema es que tampoco es que sea deslumbrante en ese aspecto, y como en el resto de apartados sale notablemente desfavorecida, la calidad de la escritura como aspecto a evaluar resalta más a la vista. Paradojas del mundo literario...
Por todos estos motivos, solo recomendaría esta novela a quien haya leído la anterior y haya quedado enganchado a ella y a sus personajes, pues encontrará alicientes en la manera en que Sáenz de Urturi ha tenido a bien seguir construyendo las tramas personales y, al mismo tiempo, fundamentar la personalidad de Kraken en algunos hechos de su pasado remoto. Para el resto de lectores, me reservaría la recomendación, a menos que quieran pagar el peaje necesario para saber cuál es el desenlace de la saga.
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