domingo, 14 de octubre de 2018

(2017) Juan Carlos de Pablo - Nobelnomics



"Circula un chiste según el cual el análisis económico es la única disciplina en la que dos personas pueden compartir el Premio Nobel por decir cosas contrapuestas. La ilustración clásica ocurrió en 1974, cuando el galardón fue compartido por Von Hayek y Myrdal. Pero también se puede ilustrar con el caso de Fama y Schiller. Sobre aquel, este afirmó: "Es como tener un buen amigo que profesa otra religión"" (Sent, 2014)

La mejor definición que he leído sobre qué es la economía no la leí en un libro sino en un foro en internet. Decía que la economía no era más que "filosofía con ecuaciones". Esta definición, que no solo es "económica" —en el sentido de sintética—, refleja también un punto básico del funcionamiento de la disciplina: que los modelos matemáticos que se construyen para tratar de explicar la realidad parten de premisas y suposiciones que son el resultado de un discernimiento de carácter esencialmente filosófico. Naturalmente, si la economía no tuviera contacto con la realidad empírica, sería indistinguible de la teología. El problema es que la evidencia empírica no suele ser a menudo concluyente en economía. Y esto es así porque la disciplina adolece de una serie de problemas que pueden ser enumerados: a) el hecho de que aborde las cuestiones que trata desde supuestos excesivamente simplificadores que terminan sesgando el carácter complejo de esos problemas, b) que las leyes que se generan son de carácter probabilístico, c) que las dificultades para cuantificar los hechos sean la norma, d) que la acción humana tenga un carácter esencialmente imprevisible, e) la dificultad para realizar experimentos que pongan a prueba las teorías, f) o los problemas ligados a la predicción. Estas razones y algunas otras están en la base de que prácticamente cada punto de vista en economía tenga un representante de prestigio que lo defienda. Que tanto Friedman como Stiglitz, Hayek o Krugman, posean el premio Nobel. También eso es parte del encanto, no lo vamos a negar...

Pero puede que esa ausencia de armonía en las distintas voces autorizadas sea la razón de la existencia de cierto descrédito entre la opinión pública con respecto a la profesión. En esa falta de crédito los propios economistas tienen parte de culpa. Los intereses espurios y la existencia de "economistas de Mercadona", siempre dispuestos a aportar su opinión en cualquier debate que surja —casi nunca bajo la sana divisa de la honestidad intelectual y el reconocimiento de dudas e incertidumbres—, contribuyen a crear esa sombra de suspicacia que los economistas cargan tras de sí. Pero no son los únicos.

Si hay un gremio al que se le puede achacar una responsabilidad igual o mayor que al de los economistas en ese estado de cosas ése es el de los periodistas. Tan mercenarios o más que ciertos economistas, además demuestran a menudo una ignorancia supina en materia de asuntos económicos. Sin ir más lejos, cuando esta semana se dieron a conocer los nombres de los ganadores del Nobel de este año, todos los periódicos se limitaron a publicar la misma nota donde la organización del Nobel recogía sucintamente los méritos contraídos por Nordhaus y Romer. Ninguna contextualización, ni biográfica ni intelectual, acompañaba a esa información. Algunos medios, eso sí, publicaron algún artículo de opinión donde el articulista sí se extendía en la materia al cabo de unas horas o días. Y Nordhaus y Romer son bien conocidos tanto por los estudiantes como por los docentes. Son dos de los economistas vivos más importantes de la actualidad.

A pesar de ello, reconozco que conocer de antemano, al menos de oídas, el trabajo de los galardonados no suele ser fácil. Y tampoco hay que avergonzarse de ello. Este año, de hecho, es la primera vez que me ocurre gracias al hecho de que sus nombres aparecen tanto en los manuales de macroeconomía avanzada como en los relacionados con el análisis económico de los problemas medioambientales. Por eso me pareció tan interesante la propuesta que plantea Nobelnomics, de Juan Carlos de Pablo. Y es que "Nobelnomics" pretende ser un repaso a la vida y obra de los economistas galardonados con el premio Nobel. Una idea fantástica sobre el papel pero ejecutada sin brillo ni pasión.

Porque Nobelnomics está escrito con la lucidez estilística de una prensa hidráulica. Su estilo es plano y carente de gracia. Pero su principal problema no es ése, sino la forma de presentar la información. El libro no está escrito a través de pequeños ensayos dedicados a cada galardonado, o ensayos más extensos para agrupar a distintos autores en función de la afinidad intelectual o vital entre ellos. No, la información está presentada a través de muchas tablas, como si fueran el resultado de aplicar una hoja de cálculo. Además, abusa de las citas procedentes de múltiples referencias, contribuyendo a dotar al conjunto de una falta de cohesión escandalosa.

Esto se manifiesta especialmente a la hora de presentar los aportes teóricos de los galardonados, lo cual constituye el meollo del volumen. Es verdad que la matematización de los trabajos que se hacen acreedores del galardón a menudo suele ser árida y farragosa. Pero eso no es óbice para no contextualizar los trabajos en la década en que fueron generados con el fin de mostrar los avances o el cambio de paradigma que trajeron para la investigación económica. Es verdad que ese enfoque haría del libro un proyecto más ambicioso. Pero también es verdad que el adoptado diluye su contenido entre un mar de trivialidades e irrelevancias, cuando no consigue cumplir con su cometido: lograr una correcta divulgación de las ideas económicas.

"Poco después de que se publicara el modelo Black y Scholes, Texas Instruments lanzó al mercado una calculadora que contenía nuestra fórmula. Los llamé y les pedí que nos pagaran las correspondientes regalías. Me contestaron que no, dado que el modelo estaba en la esfera pública. Entonces les solicité que me obsequiaran con una calculadora. Me sugirieron que para conseguirla utilizara mi propio dinero." (Scholes, 1998)

A pesar de ello, el libro tiene interés por sí mismo. Conocer de primera mano la opinión de los galardonados, o de colegas también galardonados o no, sobre su propio trabajo o sobre el ajeno, es impagable. Por no hablar de que el volumen incluye una serie de perlas y chascarrillos que algunos ganadores profirieron durante el discurso de aceptación o durante el banquete de celebración. Y también reflexiones de calado sobre las aplicaciones prácticas de sus trabajos.

"Así como los economistas y otros que proponen la legalización de la venta de riñones no siempre toman en serio la cuestión de la repugnancia de la idea, quienes se oponen a dicha venta con frecuencia subestiman el costo que genera la actual escasez de órganos disponibles para trasplantar. La cuestión de la repugnancia varía en el tiempo y en el espacio: el cobro de la tasa de interés repugnaba en la Edad Media, pero no ahora; con la esclavitud ocurre lo contrario. Cuando amigos nos invitan a cenar a sus casas, no repugna que llevemos vino o chocolate, pero sí que intentemos dejarles dinero en efectivo." (Roth, 2007)

Con todo, es inevitable afirmar que Nobelnomics supone una decepción. La selección de los fragmentos por momentos es interesante, pero a menudo constituye un batiburrillo deslavazado, un collage sin orden ni concierto. La sensación que transmite el volumen es, ante todo, la de que su autor, Juan Carlos de Pablo, ha sacado el asado demasiado pronto de la parrilla. Porque la falta de elaboración, no la materia prima empleada, es el principal problema de este libro.


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