miércoles, 10 de octubre de 2018

(2017) Yanis Varoufakis - Comportarse como adultos



"Al colocar un gran peso sobre un puente demasiado endeble, las vigas más débiles son las que se rompen primero. Grecia era esa viga. La razón de su fragilidad no tiene nada que ver con la Unión Europea, y sí en cambio con la triste historia del Estado griego moderno y la oligarquía que ha regido sus destinos. Pero la causa del desastre hay que encontrarla en el diseño defectuoso del puente. Incluso si se hubiera eliminado a Grecia de la estructura y una viga más fuerte hubiera ocupado su lugar, el puente se habría derrumbado de la misma manera."

Se viene hablando mucho últimamente de la ola de populismo de derechas que asola a la Unión Europea. Figuras como Orbán, Salvini o Le Pen promulgan una suerte de repliegue hacia el Estado-Nación, un nacionalismo abiertamente incompatible con el proyecto integrador europeo. En gran medida, este devenir de los tiempos ha estado propiciado por la crisis humanitaria y el aluvión de refugiados procedente de Siria y el África subsahariana. Y es verdad que la inmigración masiva ha generado problemas. El mercado de trabajo italiano, por poner un ejemplo, no ha sido capaz de absorber el flujo de nuevos trabajadores procedente del exterior, y esto ha provocado que, en ausencia de un salario mínimo fijado por ley, la creciente oferta de trabajo haya empujado a la baja el salario de equilibrio de los puestos de trabajo con menor cualificación requerida. Es decir, ha precarizado aún más al precariado. Pero también el precariado, cuya vida se desarrolla en los barrios más baratos de las ciudades, no ha sido inmune a otras dinámicas sociológicas de calado. Una de ellas es la guetificación de los barrios en los que viven a causa de la afluencia de inmigrantes. Otra es la sensación de sentirse un extranjero en tu tierra. Ante este panorama, la izquierda, protectora antaño del trabajador, ha visto como su principal nicho electoral se les ha escurrido de las manos en favor de una extrema derecha que ha sabido conectar con las clases económicas más desfavorecidas. No obstante, explicar la emergencia de los discursos proclives a ensalzar el Estado-Nación y el euroescepticismo por una suerte de coyuntura puntual como es la crisis de los refugiados sería confundir el síntoma con la enfermedad.

El verdadero problema que está sobre el tablero de juego es la pérdida de soberanía de los Estados-Nación en favor de una Europa que no se la percibe democrática. El proyecto integrador europeo se basó en la cooperación y en la apertura al comercio, y gracias a ello Europa ha vivido el periodo de paz más largo de su historia. Pero la crisis financiera desveló las miserias de ese proyecto: una unión monetaria controlada por Alemania, un BCE ordoliberal alejado del compromiso con el crecimiento económico de su homólogo estadounidense, una falta de convergencia fiscal entre los Estados miembros, opacidad en la gobernanza de la Unión, ausencia de convergencia en las economías comunitarias, etc. Pero por encima de todo, la crisis puso de manifiesto la dificultad de las economías comunitarias más golpeadas para poner en juego sus propias políticas de crecimiento. Recordemos que gran parte de la deuda del sector financiero, a causa del riesgo moral, fue absorbida por los Estados comunitarios, y que, por tanto, la crisis financiera trocó en crisis de deuda soberana. Ante ese escenario, y ante la imposibilidad de implementar mecanismos de política monetaria con el fin de aumentar el dinero en circulación y por tanto el crédito y la inversión, los Estados del sur de Europa se vieron en una espiral de decrecimiento, deflación y austeridad presupuestaria. El país más afectado por esa situación fue Grecia. Pero es que el caso de Grecia es especial...

Algunos analistas explican hoy la aceptación de Grecia en el club del Euro con una razón de corte romántico: se la aceptó porque fue la cuna de la civilización y el origen de lo que Europa hoy en día es. Lo cierto es que Grecia no cumplió la mayoría de los compromisos de convergencia de Maastricht y su inclusión en el Euro hoy en día sigue siendo materia de discusiones bizantinas. Grecia es y ha sido un país asolado por la corrupción, donde la evasión y la elusión fiscal han estado a la orden del día y donde el volumen de su economía sumergida haría sonrojar al más pálido. Pero todo eso ya se conocía hace veinte años. Sin embargo, con la crisis financiera los problemas estructurales del país heleno se multiplicaron. Su déficit público se disparó y, consecuentemente, el volumen de la deuda pública también. Los inversores internacionales se alarmaron y empezaron a solicitar un mayor retorno en sus inversiones en deuda pública griega. Consecuentemente, la prima de riesgo se disparó. Éste círculo vicioso entre déficit, volumen de deuda pública y prima de riesgo hizo intervenir al FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo con el objetivo de que Grecia no quebrase. Así las cosas, en mayo de 2010 se concedía a Grecia el primero de una serie de préstamos con el fin de rescatar al país de su insolvencia. Es precisamente aquí donde comienza la historia que Varoufakis nos presenta en "Comportarse como adultos".

"Durante años había recitado la famosa frase de Adam Smith: «No es de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero que esperamos nuestra cena, sino de la consideración de nuestro propio interés. Nos consignamos no a su humanidad, sino a su vanidad, y nunca le hablamos de nuestras necesidades, sino de sus beneficios». Del mismo modo, sería una pérdida de tiempo apelar a la humanidad de los acreedores, sostener que Grecia había recibido un trato injusto o invocar algún tipo de derecho moral para conseguir un alivio de la deuda. Esa gente sabía muy bien la clase de trato que había dispensado a los griegos, y no les importaba lo más mínimo. Mi misión era ganar la guerra, no apelar a un debate sobre la sociedad. Para lograrlo, debía consignarme a los beneficios de los acreedores."

Como es sabido por todos, Syriza subió al poder en enero de 2015. Su mensaje electoral consistió en lograr una reestructuración de la deuda pública que aliviase la austeridad impuesta por la Troika. Con ello, podrían dar un respiro a las cuentas nacionales con el objetivo de lograr un crecimiento económico para el país que permitiese aumentar los ingresos del Estado y afrontar en mejores condiciones sus compromisos con los acreedores. El encargado de llevar a buen puerto ese plan sería el ministro de finanzas, Yanis Varoufakis.

Sin embargo, "Comportarse como adultos" no empieza ahí, sino cinco años antes, cuando el gobierno griego del PASOK firmó el Memorándum con la Troika para el primer rescate. Así pues, la primera parte del libro es un análisis de las causas del desastre y de las razones por las que los gobierno del PASOK y de Nueva Democracia no debieron haber firmado los rescates 2010 y 2012. Pero también es un vuelo a vista de pájaro sobre los años de Varoufakis antes de entrar en política. El economista griego nos cuenta cómo pasó de ser uno de los tertulianos estrella en la televisión pública griega, analizando el impacto de la crisis financiera, a ser vetado en la corporación pública tras criticar en prime time el memorándum para el primer rescate, las amenazas anónimas que recibió por teléfono, la redacción de su estrategia en cinco flancos o sus primeros encuentros con Syriza hasta su definitivo paso adelante para formar parte en las listas al Parlamento griego en las generales de 2015.

Esta primera parte es interesante porque está llena de análisis acerca de por qué no debieron aceptarse los dos primeros memorándums, razones basadas en la contracción de la demanda agregada. Pero también se incluyen algunas de las propuestas que más tarde pondría en juego en sus negociaciones con la Troika. No obstante, el grueso del libro comienza en la segunda parte, una vez que toma posesión del cargo de Ministro de Finanzas. Ahí comienza la tragedia.

Porque es inevitable comparar el periplo de Varoufakis al frente de las negociaciones con la troika con una tragedia clásica en la que el héroe se precipita hacia un destino amargo. Unas negociaciones en las que acabó solo, abandonado por Syriza, y apenas rodeado de su pequeño y competente círculo de confianza designado por él. Naturalmente, Varoufakis arrima el ascua a su sardina y, desde luego, estas memorias serían más interesantes si incluyesen una perspectiva más general. Pero también es verdad que acabó solo, con el partido que le respaldaba en contra y con un establishment internacional que le decía una cosa en privado y lo contrario ante los micrófonos en las ruedas de prensa.

En ese sentido, resulta muy interesante las descripciones personales que hace de los protagonistas de esta historia. A Tsipras lo describe como una persona de convicciones morales pero atado al establishment de Syriza, inteligente pero dubitativo, con cierta tendencia a la melancolía. De Dijsselbloem dice de todo menos bueno. Es el único caso en una historia de grises. Con Lagarde mantuvo buena sintonía y, en general, con el FMI, pero fue el Eurogrupo (vicario de la Comisión y el BCE) el encargado de arruinar sus aspiraciones. Incluso tiene buenas palabras para Guindos, a pesar de que éste se alineó desde el primer momento con el bando comandado por el siempre disciplinario Wolfang Schäuble. Y si no chocante, sí fue sorprendente la posición de Macron, uno de los pocos apoyos con los que contó Varoufakis en la esfera internacional, cuando el actual presidente de Francia era ministro de finanzas. No fue chocante porque Francia temía que la austeridad acabase salpicándola, pero sí es sorprendente dado el devenir de las políticas implantadas por él a posteriori. Naturalmente, Varoufakis tiene buenas palabras para él. Sin duda, esos retazos son de lo mejor del libro, a pesar de no ser muy profusos.

No menos interesantes son las medidas que presentó a la Troika Varoufakis. Entre ellas destacaban la simplificación del IVA, la limitación de las jubilaciones anticipadas, la implantación de un algoritmo para la búsqueda de evasores fiscales, una política presupuestaria equilibrada con un objetivo máximo para el superávit primario del 1,5%... pero todo ello estaba condicionado a la reestructuración de la deuda pública. Varoufakis partía de la base de que Grecia era un Estado quebrado, y que la única forma de hacer sostenible la deuda para los acreedores era extendiendo los periodos de vencimiento para dar un respiro a las cuentas públicas griegas y permitir a la economía crecer para que el Estado aumentase ingresos o, directamente, intercambiar los actuales bonos por otros vinculados al crecimiento. Cuando presentó su plan en los principales mercados financieros del mundo (París, la city londinense...) ante una audiencia experta, reconociendo sus debilidades pero mostrando las fortalezas de su plan, al día siguiente la bolsa de Atenas creció un 11,2%.

"Por supuesto, todo tenía mucho sentido: canjear la deuda pendiente por bonos vinculados al crecimiento, la aplicación de medidas enérgicas contra la evasión fiscal y la búsqueda de un superávit presupuestario moderado eran tres medidas que componían una receta más propia de un libertario que de un fulano de izquierdas. Como había señalado a los financieros de la City el día anterior, que fuera un gobierno de izquierdas quien pusiera sobre la mesa propuestas liberales clásicas para resolver la crisis del euro era una clara muestra de la gravedad de la situación."

Pero la Troika no estaba por la labor de aplicar estas medidas. La razón la esgrime Varoufakis desde las primeras páginas: los acreedores, los bancos franceses y alemanes, no podían permitirse una reestructuración que los dejaría a ellos a su vez al borde de la insolvencia. Los rescates griegos fueron, en realidad, rescates a los bancos franceses y alemanes. Como quiera que esta situación fuese así, no deja de sorprender que el equipo de expertos de la Troika adujesen para defender sus posiciones unos modelos econométricos basados en algunas premisas ridículas. En lo referente al IVA:

"Cuando me enseñaron los modelos, me di cuenta de por qué se habían resistido tanto a hacerlo. En ellos se escondía la peor pesadilla de un economista escrupuloso: la consustancial y francamente ridícula suposición de que los aumentos de precios, como los causados por incrementos del IVA, nunca provocan una reducción de las ventas, y que los aumentos del impuesto de sociedades siempre conducen a que las empresas paguen más impuestos. Habían omitido incluir cualquier posible elasticidad de los precios en sus modelos, por utilizar el término técnico para esa metedura de pata. Por lo que yo sé, no hay ningún economista que asuma que un incremento de precios muy acusado no tendrá efectos en las ventas. O, dicho al revés, que una caída de precios nunca estimulará las ventas. O que incrementar el tipo impositivo del impuesto de sociedades siempre conduce a que las empresas paguen más impuestos al Estado. Y, aún así, la troika, mi Consejo de Asesores Económicos y la respetada prensa económica respaldaron implícitamente esta perfecta idiotez económica cada vez que defendían sus modelos contra mis argumentos."

"Para demostrar el defecto, realicé un simple ejercicio: pregunté al modelo de la troika que simulara los efectos en la recaudación del Estado de un aumento del IVA del 23 por ciento al 223 por ciento. Todos sabemos lo que ocurriría en realidad después de un aumento de impuestos tan absurdo: las ventas se hundirían y, con ellas, los ingresos del gobierno. Pero no en el modelo de la Troika, que nos ofreció un incremento espectacular de los ingresos. Como pasa con todos los modelos, suposiciones estúpidas engendran predicciones estúpidas."

Así pues, las propuestas de Varoufakis eran mejores para todas las partes que las ofrecidas por la Troika y es cierto que en el campo del debate económico sus argumentos fueron mejores desde todo punto de vista posible que los ofrecidos por sus adversarios. Sin embargo, el relato de Varoufakis adolece de una severa debilidad.

"Durante años había sostenido que nuestras interacciones con los acreedores de Grecia, y con Berlín en particular, podían ser muchas cosas, pero no eran como el juego del gallina: cuando el primero que parpadea pierde, solo tiene sentido mantener tu posición si crees que al final tu oponente se acabará retirando. En nuestro caso, sin embargo, y como el mismo Krugman reconocía, teníamos todos los motivos para mantener inquebrantable nuestra determinación, incluso si la canciller Merkel y el presidente Draghi hacían lo mismo. Ésta era la esencia del pacto que tenía con Alexis."

Varoufakis estaba convencido de que rebajar las condiciones del Memorándum de rescate no era algo solo bueno para Grecia, sino que en tanto que era bueno para Grecia, lo era también para sus acreedores. En esas circunstancias, la negociación no debería desenvolverse como una suerte de intercambio de amenazas en las que el más débil se rinde y pierde. Es decir, como en el juego del gallina. Para Varoufakis la estrategia básica consistía en convencer a los interlocutores de que la solución propuesta por el gobierno griego era la mejor para todos. Ahora bien, toda vez que esa persuasión no se produjo, Varoufakis defendía la puesta en marcha de un plan de disuasión, sobre todo para tratar de evitar el cierre de bancos y el colapso económico cuando tocara hacer frente a los pagos por los vencimientos de la deuda.

"La medida implicaría anunciar la fecha en que se aplicaría la quita sobre los bonos SMP, se instaurarían los pagarés electrónicos a través de las páginas web de la agencia tributaria y se tramitaría la enmienda de la ley que rige el funcionamiento del Banco de Grecia."

El plan de disuasión consistía en eliminar unilateralmente una parte de la deuda griega en propiedad del BCE firmada bajo jurisdicción griega (los bonos SMP) y, sobre todo, en la instauración de un sistema de pagos digital que permitiría a la economía seguir funcionando en caso de un cierre bancario y que serviría de base para una hipotética salida de Grecia de la zona euro. Pero es que la amenaza de un Plan de disuasión es la puesta en práctica de una estrategia basada en el juego del gallina: no es el resultado al que desearías llegar, sino un instrumento para amedrentar a tu adversario y conseguir que acepte tus posiciones. Pero es que también dice:

"Desde 2010 a 2014, intenté convencer a los políticos griegos, en una especie de cruzada personal, de que la única forma de obligar a la canciller Merkel a aceptar un posible alivio de la deuda y un acuerdo razonable para Grecia consistía en darle a escoger entre dos opciones muy simples: échanos de la eurozona y apoquinar con el coste político de la decisión o, si no, líbranos de nuestra estancia en el hospicio. Estaba convencido, y lo sigo estando, de que, a diferencia de Wolfang Schäuble, que quería echarnos de la eurozona a las primeras de cambio, Angela Merkel prefería evitar ese curso de los acontecimientos, aunque también tuviera reservas."

Pero esto es incongruente con la narrativa de que las negociaciones no se concibieron como un juego del gallina. Si tu adversario es Schäuble, entonces efectivamente la posibilidad de no pestañear con el objetivo de que tu adversario desista en sus posiciones no existe porque de hacerlo tu estrategia te llevará directamente al escenario que pretendes evitar: la salida del euro. Pero si tu adversario es Merkel (y su adversario era de hecho Merkel, por más que Schäuble fuera uno de los polis malos en esta historia), y sospechas que no desea el choque de trenes que conlleve la salida de Grecia de la eurozona pero también el impago de la deuda, entonces el juego del gallina sí tiene sentido. Porque es precisamente esa posición de debilidad lo que permite jugar más duro. Puedes envolver tu estrategia retóricamente bajo la idea de que tu solución beneficia a las dos partes, y aunque eso sea cierto, esa idea está supeditaba a la idea de amenazar si las negociaciones no avanzan.

Al final todos conocemos como acabó la historia: ante la falta de avances en las negociaciones, Tsipras huyó hacia delante planteando un referéndum que esperaba perder con el objetivo de aceptar un referéndum sin perder más capital político del necesario. Pero lo ganó, y además holgadamente, y con ello mostró que el emperador estaba desnudo. La negativa a asumir un plan B y la falta de convicción del presidente heleno en que una salida del euro sería catastrófica pero mejor que el sometimiento a la prisión por deudas impuesta por la troika hicieron el resto.

El libro escrito por Varoufakis, en cualquier caso, revela un aspecto de las negociaciones que no pasa desapercibido: la progresiva soledad en la que el economista griego se sumió conforme aquellas se iban desarrollando. En la esfera internacional, los apoyos que recibía a sus ideas se diluían en un baile de máscaras cuando tocaba hacer frente a ruedas de prensa. Le daban la razón en privado y se la quitaban en público. Incluso el aparato de Syriza acabó cargando contra él, con un Dragasakis que le acusó de estar apostando en corto contra Grecia y con un Chouliarakis (primer ayudante en las negociaciones y encargado de mantener una línea de comunicación directa con la Troika) que directamente jugó contra los intereses de la estrategia diseñada por Varoufakis. Si no te apoyan desde fuera es una cosa; pero si no te apoyan los tuyos, los "zelotes" de Syriza tan animados a priori con la perspectiva de combatir a los mercados, entonces...

Habrá quien piense que estas memorias son un intento de lavar la imagen propia, de blanquear una historia que concluyó con un desenlace amargo. Además, Varoufakis en los últimos dos años ha echado a andar un proyecto político de carácter internacional con el objetivo de poner fin no al proyecto europeo, sino a este proyecto europeo en concreto. Parece la lucha de David contra Goliath. Y estas memorias podrían interpretarse como un buen escaparate para esa plataforma, un inmejorable ejercicio de marketing. Pero lo cierto es que Varoufakis admite errores en el libro. Y, de hecho, hay uno que no cabe imputarle: todavía en 2018 el PIB de Grecia está en niveles de 2003 y con respecto a 2008 el PIB actual solo alcanza un 75% de aquel. En otras palabras: después de 10 años Grecia ha visto como la riqueza que generaba cada año se ha contraído un 25% con respecto a las cifras de entonces. Son unos números que corroboran la lectura del economista griego: el país heleno se encuentra en prisión por deudas. Y la situación tiene pocos visos de mejorar si se continúa insistiendo en memorándums que lastren el crecimiento del país. Memorándums contra los que Varoufakis luchó insistentemente.

"Comportarse como adultos" tiene muchas virtudes. La primera de ellas es que Varoufakis es un fantástico escritor. Si el economista griego no se hubiera dedicado a la economía, a buen seguro habría despuntado como novelista o ensayista de todo tipo. Otra virtud que tiene el libro es la de presentarnos la política de más altos vuelos desde la óptica de quien se sabe que no es parte de ella. La mirada del forastero. Y por supuesto, la mayor virtud del libro es la de presentarnos los argumentos de Varoufakis sin distorsionar ni adulterar.

En palabras de Paul Mason, de The Guardian, "Comportarse como adultos" es una de las mejores autobiografías políticas de todos los tiempos. A pesar de lo dicho anteriormente, yo no iría tan lejos. Sobre todo, porque el libro no posee la distancia necesaria del tiempo. Estas memorias serían mucho más interesantes si incluyesen la perspectiva de los actores de la Troika. Además, hay cierta incongruencia narrativa en lo referente a la negativa de que se asumió una estrategia del juego del gallina en las negociaciones. Eso sigue siendo bastante discutible, y lo es en base a fragmentos del propio libro. Pero a pesar de ello, la obra de Varoufakis es buena y pone sobre la mesa el que debería ser el tema central en los debates relacionados con la Unión Europea: la pérdida de soberanía democrática de los Estados miembros en favor de una serie de instituciones que ni son del todo transparentes ni han sido elegidas del todo democráticamente.


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