"Nuestra maquinaria deductiva, ésa que empleamos en la vida cotidiana, no está hecha para un entorno complicado en el que una afirmación cambie de forma notable cuando su formulación en palabras se modifica ligeramente. Pensemos que en un entorno primitivo no existe ninguna diferencia trascendental entre las afirmaciones «la mayoría de los asesinos son animales salvajes» y «la mayoría de los animales salvajes son asesinos». Aquí hay un error, pero apenas tiene consecuencias. Nuestras intuiciones estadísticas no han evolucionado en el seno de un hábitat en que las sutilezas de este tipo puedan marcar una gran diferencia."
Una guerra, un ataque terrorista, un terremoto, un crack bursátil, el éxito editorial de un autor desconocido, un descubrimiento científico, una pandemia, despertarme mañana bajo las sábanas con Scarlett Johansson entre mis brazos... ¿Qué tienen todos estos eventos en común? Por un lado, su escasa probabilidad de ocurrencia, el hecho de que nos resulten inesperados. En segundo lugar, un fuerte impacto, es decir, unas consecuencias que, lejos de ser triviales, modifican sensiblemente un aspecto de la realidad (positiva o negativamente), y provocan un cambio para el que no estábamos preparados de antemano. Finalmente, su predictibilidad retrospectiva —aunque no proyectiva—, la capacidad de contarnos historias explicativas con el objetivo de domesticar la rareza y hacerla predecible en el futuro. A esta clase de fenómenos Nassim Nicholas Taleb —o, como le gusta referirse a sí mismo un tanto presuntuosamente, NNT— los denomina cisnes negros, y en 2007 dedicó un libro a su estudio.