"En investigaciones como la que ahora efectuamos no debería preguntarse tanto «qué ha ocurrido», como «qué hay en lo ocurrido que no se parezca a nada ocurrido anteriormente». En una palabra, la facilidad con la cual llegaré o he llegado a la solución de este misterio se halla en razón directa de su aparente insolubilidad a ojos de la policía."
Los crímenes de la calle Morgue
Suele ser interesante analizar la historia de la literatura y de las corrientes filosóficas como la sombra que deja tras de sí el espíritu de los tiempos. Esta manera de proceder nos predispone a entender cada época a través de las producciones intelectuales desarrolladas en su seno. El problema de este planteamiento es que corremos el riesgo de autolimitar nuestra mirada y, con ello, de desenfocar, cuando no de dejar directamente fuera de encuadre, autores valiosísimos que no encajan en el esquema histórico general. Afortunadamente, éste no es el caso de Edgar Allan Poe, aunque bien podría serlo.
Y es que la condición de poeta paradigma del romanticismo oscuro del autor norteamericano ha servido de pretexto para no pocos comentadores para simplificar —que no minimizar— la importancia de su obra. A esto han ayudado el contexto de su época y su vida. Respecto al primero, el hecho de vivir en el apogeo del romanticismo y, sobre todo, del postromanticismo —a pesar de no residir en el centro de gravedad geográfico de esas tradiciones— ha ayudado a simplificar la ecuación. Pero han sido los avatares de su vida los que, principalmente, han condicionado esa mirada, podríamos decir, acomodaticia a la silueta literaria de Poe: su temprana orfandad, la problemática relación con su padre adoptivo, su fuerte egotismo, la extraña relación con su prima, la tendencia a salir escaldado de todo grupo social al que perteneciese y su propulsión a perder el control con el alcohol, sin duda, han contribuido a crear esa imagen en torno a su producción.
Y sin embargo, Poe es mucho más que un fabuloso poeta o un excepcional escritor de relatos de horror, algo que resulta evidente tras la lectura del presente volumen. El escritor norteamericano cultivó la sátira, el relato policiaco y la ciencia-ficción. Si bien es verdad que no en todas sus excursiones literarias amasó el mismo grado de excelencia, no se puede negar la amplitud y profundidad de sus intereses. Este hecho, sin duda, confiere a su obra un valor que la tradición, a menudo, le ha negado.
"Y entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla? ¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo? Este espíritu de perversidad se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el insondable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer mal por el mal mismo, me incitó a continuar (...)."
El gato negro
"Cuentos Completos" reúne los 67 relatos que publicó Poe en vida. La presente edición cuenta con la traducción de los relatos a cargo del gran Julio Cortázar, quien además añade una semblanza del autor norteamericano y un breve comentario final a los distintos cuentos que componen la obra. La ordenación de los relatos se ha hecho atendiendo a criterios temáticos en vez de cronológicos. En mi opinión, un acierto dado que, de este modo, la lectura del libro consigue discurrir, la mayor parte del tiempo, a través de un hilo de coherencia digno de agradecer. La producción de Poe fue muy dispar, tanto en temáticas y géneros abordados, como en estilos de escritura adoptados. Una ordenación cronológica habría condenado al libro a sufrir constantes vaivenes en la intensidad de la lectura. El orden temático escogido ha sido el siguiente: cuentos de terror, de lo sobrenatural, de lo metafísico, analíticos, de anticipación y retrospección, de paisaje, de lo grotesco y satíricos. En realidad, las distinciones son orientativas ya que muchos cuentos aúnan dos o más géneros.
Debido a esto, la primera parte del volumen es la más potente. Relatos como "William Wilson", "El Pozo y el Péndulo", "El gato negro", "El corazón delator", "La máscara de la muerte roja", "Ligeia", "Un descenso al Maelstrom" o "La caída de la Casa Usher", entre muchos otros, son auténticos clásicos del Horror y deberían formar parte de cualquier antología del género. En ellos, Poe indaga en muchas de sus obsesiones: el peso de la conciencia en la conducta, el uso del alcohol y el opio, el tópico de la muerte, el de la resurrección, la morbosidad, la pulsión de autodestrucción, etc. No hay mucho más que se pueda decir que la tradición no se haya encargado de refrendar. Léanlos si no lo han hecho todavía.
El grupo de cuentos compuesto por "El escarabajo rojo" y los relatos de Auguste Dupin abren el ciclo de lo que se ha venido a llamar los cuentos analíticos. Y mientras que el primero aúna de una manera bastante interesante el misterio con la aventura y los razonamientos deductivos, en los segundos hay una cierta extravagancia del exceso. Dupin, ese antecedente de los grandes héroes deductivos (o abductivos, como precisará el filósofo Charles Peirce más tarde) como Sherlock Holmes y tantos otros, parece ser un trasunto del Poe más egocéntrico y una excusa para demostrar las habilidades análiticas del autor. Aún con todo, "Los Crímenes de la calle Morgue" contiene momentos brillantes donde el genio de Poe es capaz de ir retirando el velo de misterio por medio de un análisis fragmentado de las situaciones y donde el propio Dupin desgrana su filosofía de la investigación en páginas ciertamente memorables. Algunos dirán que Poe ya dijo todo lo que había que decir sobre el género con estos relatos y puede que, en cierta forma, tengan razón. En mi opinión, la desmesura de la que hace gala juega en su contra estilísticamente. Otros llegarían más tarde para mejorar la fórmula.
El bloque compuesto por los cuentos que tratan la filosofía paisajística de Poe es el que menos interés ha conseguido despertar en mí. En ellos, Poe realiza abundantes descripciones y elabora una serie de disquisiciones con implicaciones de calado para la teoría estética. Aunque estas disquisiciones puedan tener su interés, y en ellas podamos contemplar a un Poe no visto hasta ahora —aunque sí sugerido—, la naturaleza del tema en que están inscritas no las harán plato de buen gusto para todo el mundo.
Una de las sorpresas que me he llevado al leer este recopilatorio ha sido el toparme con cuentos como "La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall" o aquel en el que se menciona el genio del creador del Turco. Estos relatos anticipatorios forman parte de las catacumbas de la ciencia ficción y, como tales, ayudan a comprender los orígenes del género. El primero, de hecho, puede ser comprendido, en buena parte de su desarrollo, como un antecedente de la ciencia ficción hard entendida como el relato profundo y exhaustivo con base en conocimientos científicos. Claro está, en este caso, hablamos de los conocimientos científicos de la época, y algunas de las premisas científicas desarrolladas por Poe nos parecerán ingenuas a causa de la falsedad que hoy día sabemos que poseen. Con todo, eso no resta mérito a la empresa. En mi opinión, conocer que Poe albergaba estos intereses, además de los abiertamente ya conocidos por todos, resulta refrescante.
El último grupo de relatos lo componen aquellos que han venido a denominarse como de lo grotesco y lo satírico. En esta amplia categoría encontramos un popurrí de cuentos, temáticas y estilos adoptados cuyos resultados producen efectos desiguales: hay alguno muy bueno, muy gracioso y muy original y hay muchos malos y carentes de interés. Como ejemplos del primer tipo tenemos "El sistema del doctor Tarr y del profesor Fether", relato antecedente del surrealismo donde los locos de un frenopático instauran una revolución que socava e invierte el orden establecido en la institución, o la "Autobiografía literaria de Thingum Bob, Esq.", donde no deja títere con cabeza en una sátira bestial de los criterios de admisión de relatos de las revistas y periódicos literarios.
Muchos comentaristas han señalado la extremada irregularidad de este último bloque. Y, la verdad, no les falta razón. Sin embargo, y al igual que con los cuentos de ciencia ficción, resulta refrescante el cambio de tono y estilo adoptado por el autor norteamericano. Puede que decir que éste no constituye el bloque de más mérito entre su producción resulte una obviedad. Y sin embargo, su presencia en la obra resulta necesaria, aparte de por motivos de completitud, porque nos muestra a un Poe distinto al que se nos viene a la imaginación cuando pensamos en él.
"El resultado de mi experimento con los viejos libros me convenció, en primer lugar, de que «la honestidad es la mejor política», y, en segundo, que si yo era incapaz de escribir mejor que Mr. Dante, los dos ciegos y el resto de la vieja camarilla, por lo menos me resultaría difícil escribir peor que ellos."
Autobiografía literaria de Thingum Bob, Esq.
Poco más me queda por comentar. El presente volumen reúne todos los cuentos escritos por Poe. En ellos, encontramos de todo: desde lo memorable y lo antológico hasta lo vulgar y lo anodino. Esta asimetría de calidad lastra una recopilación para la que el bueno de Cortázar nos brindó el lujo de una traducción sensacional. A pesar de ello, "Cuentos Completos" nos muestra un Poe mucho más interesante que la imagen simplificada que la posteridad nos ha legado de él. Lejos de ceñirse a las temáticas oscuras y morbosas por las que es y seguirá siendo reconocido con razón, la riqueza de estilos adoptados y temáticas abordadas ramifica su legado en una multiplicidad casi inabarcable de senderos de entre los que destacan las antorchas recogidas por los Lovecraft, Doyle o Verne. Casi nada.
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