(Publicado originalmente en Goodreads el 25 de abril de 2014)
Escrito a modo de crónica casi mítica, "El Talón de Hierro" nos habla de un futuro distópico y, por tanto, es un libro a añadir a la lista que forman "1984", "Un Mundo Feliz", "Nosotros", etc. Una de sus virtudes indiscutibles consiste en presagiar certeramente el surgimiento y la concentración de los grupos de poder para-políticos, las multinacionales, trusts y, en una palabra, la "oligarquía" como desarrollo del capitalismo maduro, al mismo tiempo que consistir en una exposición bastante didáctica de las ideas marxistas.
Una de las peculiaridades de este libro es que es un libro dentro de otro libro. Efectivamente, escrito en 1908, "El Talón de Hierro" consiste en la crónica, a través de su mujer, de la acción preventiva y después revolucionaria de Ernest Everhard, el héroe, si acaso más bien Titán, de la novela. Los hechos de la crónica se desarrollan durante la década de los años 10 del siglo XX y la propia crónica está escrita en algún momento del siglo XX, durante la vida de la mujer de Ernest, Angie. Sin embargo, a medida que vamos leyendo el libro, es decir, la crónica, y por medio de abundante aparato crítico y contextual, nos enteramos, que las memorias han sido rescatadas más de 400 años después de los hechos, en un futuro en el que el régimen del talón de hierro, de la oligarquía, ha dado paso a la utopía socialista. Por tanto, el libro es al mismo tiempo una distopía tanto como una utopía y, por si fuera poco, es también una ucronía. Toma ya.
Estilísticamente, el libro está escrito con pulso y garra. Es ágil como una bailarina, directo como la estocada de un florete y posee el convencimiento de un iluminado con los fríos argumentos de un contable. London sorprende. Se le reconoce como un notable fabulador (Colmillo Blanco, El vagabundo de las estrellas, etc.) pero ni por asomo se me hubiera ocurrido atribuirle dotes de sesudo analista. Pues en este libro hay análisis, y en abundancia. La exposición de las ideas marxianas en boca de Everhead es brillante, casi siempre a través de fieros diálogos con sus rivales dialécticos que se saldan con victoria de nuestro protagonista por paliza. London enseña y deleita al lector, logrando fines pedagógicos y estéticos a un tiempo.
Un amigo que leyó el libro me comentó en su momento que no le había gustado el personaje principal, por cuanto de sospechosamente divinizado está, así como caricaturizados son sus oponentes dialécticos. Yo le contesté que, si bien lo segundo es cierto, lo primero es consistente con que el retrato sea hecho por su mujer y que el propio personaje constituya una figura revolucionaria fundacional del régimen finalmente dominante. En ese sentido, el libro no sería sino una especie de hagiografía secularizada. La decisión de London de optar por un modelo narrativo laudatorio sería, además, un acto coherente con la historiografía, siempre sesgada, resultante de la resaca de las revoluciones finalmente vencedoras. La decisión de London, entonces, sería una decisión de carácter realista, en el pleno sentido de la palabra.
Sin embargo, y con independencia de lo anterior, lo importante es que el libro no trata de éste o aquel personaje, sino de la revolución y de los medios empleados por la oligarquía para refrenarla. Lo cual es una vía tanto para defender el enfoque hagiográfico, como de conceder la mayor respecto a la crítica de la estructura del libro.
Decía Nabokov, hablando de Tolstoi, que en muchas de sus novelas los personajes eran títeres al servicio de una idea. Lo que para Nabokov era un manifiesto error, pues los personajes debían cobrar vida a través de la narración. Por eso su libro preferido de Tolstoi era "La muerte de Ivan Ilich", que precisamente narra los últimos momentos de vida del susodicho. Ironías aparte, comulgo con el criterio de Nabokov y, en general, suele ser un buen criterio de demarcación entre buena y mala literatura cuando ésta tiene pretensiones de "ideas elevadas". Y es que, cuando la literatura permea su esencial naturaleza para cohabitar un espacio conquistado por otros modelos, a veces sale perjudicada. Por norma general, suele ser mejor opción decantarse por escribir un ensayo antes que una novela, en esos casos. Sin embargo, "El talón de Hierro" me parece un contraejemplo perfecto a este planteamiento. A pesar de que sus personajes sean planos, la estructura me parece tan lograda (ese ser un libro estando dentro de otro libro) y, a su vez, me parece tan consistente con los enfoques tanto historiográfico como hagiográfico, que en este caso la debilidad se transmuta en virtud.
De todas formas, el libro no es redondo. El último tramo decae en interés cayendo en el terreno de la previsibilidad sin ningún tipo de contraprestación. London acaba logrando lo impensable: resultar menos atractivo allí donde la acción toma el protagonismo.
"El talón de hierro" seducirá sin duda a los seguidores tanto de la novela distópica como de la novela de anticipación al mismo tiempo que hará pedagogía con argumentos de peso. Puede que no alcance la victoria por KO, pero sabe esconder sus defectos ensalzando sus virtudes, meter tripa para sacar pechuga, como buena novela coqueta que es.
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