miércoles, 8 de octubre de 2014

(1940) Arthur Koestler - El cero y el infinito



(Reseña publicada originalmente en Goodreads el 16 de julio de 2014)


Uno de los momentos más oscuros que vivió la URSS en toda su historia fue la gran purga ideológica a la que se sometió al partido y el ejército a finales de los años 30. Los procesos de Moscú fueron su materialización ante una audiencia absolutamente convencida de la necesidad de extirpar los elementos discordantes, ideológicamente hablando, con el fin de preservar la revolución. Estas pantomimas cuidadosamente representadas con la apariencia de objetivos e imparciales juicios, pusieron sobre la picota a miles de hombres y mujeres que, veinte años antes, habían sido encumbrados como héroes de la revolución por aquella abstracción que ahora tornaba inmisericorde y les arrebataba todo honor y toda gloria. Me refiero al Partido; lo que en aquellos años era sinónimo de Stalin.

"El cero y el infinito" fue la primera novela que se aventuró a elucubrar sobre estos hechos. Publicada en 1940, Arthur Koestler dibuja lo que pudo ser la psicología de uno de aquellos tantos presos políticos. Héroes de la revolución y perseverantes obreros en pos del afianzamiento de la misma que, sin embargo, debido a discrepancias con la línea ideológica oficial -a veces explícitas, aunque casi siempre tácitas y veladas, la mayoría de las veces insignificantes y vacuas- serían castigados y ejecutados por ello. Koestler rastrea las consecuencias de este hecho y ofrece un panorama desolador: el de un partido y unas estructuras burocráticas devorándose a sí mismas por la histeria y la psicosis generadas por el miedo a que sus componentes últimos, los individuos, sean tachados de contrarrevolucionarios. De modo que todo atisbo de pensamiento original, ingenioso o irónico, como casos límite, eran susceptibles de ser pasados por la fresadora del pensamiento único. La inquina y el recelo se convertirán en la costumbre habitual y la hegemonía del terror, la norma.


Tal es el caso del personaje principal, Rubashov. Héroe de la revolución, será detenido, encarcelado y finalmente absuelto dos veces antes de que se sucedan los acontecimientos que se narran en el presente la novela. Seremos testigos de la minuciosidad con la que se diseñaban los interrogatorios y la maleabilidad del concepto de lo legal aplicado a esas situaciones. Y en una especie de proceso kafkiano del que no se vislumbra el final, en el que el horizonte se ennegrece progresivamente hasta difuminar sus contornos, seremos partícipes de su abdicación metafísica.

Porque ante todo, en su estancia en prisión, Rubashov tendrá tiempo de pensar, de razonar. Se contemplará a sí mismo como pura individualidad. Pero desechará ese pensamiento por contradecir los postulados de la revolución. Será un contrarrevolucionario de la manera perversa y retorcida en la que puede serlo alguien que en el fondo ha contribuido y está de acuerdo con los mecanismos lógicos del pensamiento revolucionario; esto es, siendo embebido por una nueva forma de pensar. O dicho de otro modo: trascendiendo toda forma de pensamiento lógico. Ya que la lógica lleva a la revolución; y ésta, a la consideración de que el fin justifica los medios. Rubashov será incapaz de rebatir todas las consecuencias que implican las acusaciones vertidas sobre él, pues contempladas desde un punto de vista lógico, son necesarias. Todo ello, a pesar del grado de desfachatez y disparate en el que incurren. Pero si uno acepta la lógica y acepta la revolución, son irrefutables, y está bien que así sea. Nos encontramos en la figura de Rubashov ante la matriovska que en los sucesivos estadíos de autoconocimiento acaba abrazando su culpabilidad, la cual no es sino una cripto-culpabilidad sesgada. Sesgada por la "ficción gramatical", única instancia no transgredida por el pensamiento único. Un dolor de muelas para Rubashov, pero también para el sistema, que no verá sino en los recursos a la traición de cabaret y a los fuegos de artificio la solución al problema de cuadrar la inecuación Rubashov.

"El cero y el infinito" es una pequeña joya de la literatura crítica de aquella aberración que constituyó el stalinismo y, al mismo tiempo, un valiosísimo documento filosófico que se sitúa en la intersección de la reflexión ética, política y metafísica. Arthur Koestler nos avisó, antes que nadie, de los peligros del pensamiento único pivotado sobre suelo soviético. Lo interesante de este aviso, respecto a otros arrojados desde distintas coordenadas ideológicas, es que fue realizado desde dentro. Pues Rubashov, a fin de cuentas, no ha dejado de ser un revolucionario. Al menos, desde nuestra concepción "oceánica" actual.

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