(Reseña publicada originalmente en Goodreads el 30 de mayo de 2014)
Precedida por la fama que ha alcanzado la adaptación de Scorsese, "El lobo de Wall Street" nos narra las aventuras de Jordan Belfort en "Vidas de los ricos desequilibrados", ese falso reality show en el que acabó convirtiéndose su vida a mediados de los años 90. Lujo, drogas, adulterio, drogas, autodestrucción y drogas es lo que se puede encontrar en las páginas de esta autobiografía novelada; disparatada por momentos, salvaje casi siempre.
Curioso es que al famoso lobo de Wall Street solo se le vea en esa calle en el prólogo del libro, estando de prácticas como corredor de bolsa. Porque tras una elipsis de cinco años, descubimos que la empresa que llegó a fundar y que le haría amasar cantidades obscenas de dinero, Stratton Oakmont, no se ubicaba en la calle del muro sino en Long Island. Curiosamente la misma isla en la que se desarrolla "El Gran Gatsby", libro que fue adaptado a la gran pantalla el año pasado. Y para cerrar el círculo, ambas películas han sido interpretadas por Leo Di Caprio. Lo cierto es que las coincidencias no acaban ahí. Tanto el Gatsby de Fitzgerald como este "Lobo" constituyen arquetipos primigenios de lo que se ha venido a llamar el "sueño americano". Ambos son dos tipos autosuficientes, hechos a sí mismos, que en lógica capitalista, constituyen los héroes económicos de nuestros días. El ardiente genio romántico de Gatsby, símbolo de unos valores, verbigracia el amor, que se desmoronan pero a los que hay que asirse a ellos porque son la última esperanza y porque no queda otra, es sustituido en Belfort por el Sísifo que manda a paseo a los dioses saltando al vacío, a la drogadicción que promete esa felicidad imposible que no puede dar el dinero, la entelequia de su propia autodestrucción.
Pero decía que curioso era que al lobo solo se le viera al principio del libro en Wall Street. Belfort controla a distancia, omnipotentemente, los designios del mercado. En cierto sentido, el periodo de su vida que nos narra el libro puede ser descrito de ese modo: como una constante acción a distancia sobre la totalidad de las esferas de su vida. Y es que Belfort no es Belfort, es el lobo de Wall Street. La transmutación viene dada por la droga y su omnipotencia no tardará en traducirse en perdición. Por ello este libro no es el retrato del héroe de los negocios de finales de los noventa, aunque eso no quiere decir que no sea heroico en sentido alguno. Como Ulises, Belfort tendrá que luchar contra el entorno y contra sí mismo para descubrir su verdad, a saber, que la droga como instrumento mediato de la realidad y como autoafirmación ante la marabunta de WASPS, víboras y traidores es, en última instancia, mentira.
Todo esto entre viajes fraudulentos a los banqueros suizos, hundimientos de yates, emisiones de acciones ridículamente baratas, competiciones de lanzamiento de enanos y montañas de coca y barbitúricos (para compensar...) al más puro estilo Tony Montana en una sucesión desproporcionada de excesos de todo tipo. Uno termina por cogerle cariño a ese golfo, a pesar de que contempla su autodestrucción con gesto acusador.
¿Merece la pena leerse el libro si se ha visto la película primero? No puedo contestar a esa pregunta ya que no he visto la película. Pero supongo que la clave será preguntarse qué espera uno de sus páginas. Desde luego, si lo que se busca es una disección del mundo de las altas finanzas, mejor buscar en otras coordenadas. Si se busca el relato de una caída anunciada, la historia de la literatura está plagada de páginas memorables en referencia a ese tema. Y si se busca una narrativa fenomenológica de la experiencia mediatizada por drogas, tampoco es buen negocio este libro. Supongo que su virtud reside en la intersección de esas tres aspiraciones. Es decir, como rareza o curiosidad. Así que este libro será interesante para aquel a quien habiéndole gustado la película, tenga intereses en al menos dos de las narrativas enunciadas.
No hay comentarios :
Publicar un comentario