(Reseña publicada originalmente en Goodreads el 18 de septiembre de 2014)
Novela de claroscuros ésta de Stephen King. Curiosamente los aspectos que más y mejor me han cautivado son aquellos que poco o nada tienen que ver con el vampirismo, la sensación de terror o la empatía con los protagonistas.
Es verdad que algunas de las escenas están contadas con cierta pericia narrativa. El problema es que la novela adolece de algo así como una sensación de que algo importante va a ocurrir y, por tanto, se desarrolla sin la aparición de climax narrativos, tan necesarios en esta clase de géneros. Es, en cierto modo, una novela arrítmica, necesitada de una transfusión de sangre, como si los propios vampiros que pueblan sus páginas le hubieran arrebatado todo su impulso vital. Hecho que se muestra en la ausencia de ritmo, pero también en la extrañeza que provocan ciertos desarrollos de algunas subtramas. Por ejemplo, la historia de amor entre el escritor y la joven Susan está, probablemente, entre las peores descripciones de un noviazgo que haya leído en mi vida. Palabra. O por no mencionar la credulidad de todos los personajes que descubren inicialmente la plaga. Ausencia de tensión que aparenta terremoto cuando el padre de Mark Petrie se entera de los hechos, pero los niega por parecerle imposibles, bajo una fría lógica empirista (y de sentido común, oiga). Pues bien, poco vivirá el pobre desgraciado.
Además, creo que desaprovecha la oportunidad de presentar lo que suele ser la mayor virtud de este tipo de literatura: un verdadero antagonista. Y esto se puede lograr porque se sea verdadero antagonista, carismático, recipiente de las fuerzas seductoras tradicionalmente asociadas a este tipo de literatura, o bien porque se sea la personificación de la perfidia. La caracterización dotada por King a su personaje, si bien se acerca a la segunda, no termina de concretarse como debería. Efectivamente, las reflexiones del padre Callahan (sin duda, el personaje más interesante del libro) auguran para Barlow las potencialidades para figurar como representación de no éste o aquel mal, sino de todo mal: el mal metafísico. Pero luego vas a los hechos, a la acción, y no obtienes nada de ello.
No todo es morralla en este libro. Hay reflexiones del propio Callahan sobre el destino y finalidad de la Iglesia católica ciertamente interesantes, el mal con mayúsculas y el mal con minúsculas de Freud o incluso la sordidez del confesionario. También, el hecho de que King presente a su personaje protagonista como escritor, le abre la posibilidad de ciertas bromas metalingüísticas en torno al proceso creativo y el tradicional escepticismo frente a lo paranormal y lo sobrenatural de los autores de novelas fantásticas y de terror, en oposición a la credulidad con la que encaran esas mismas novelas sus lectores. Desde luego hay elementos interesantes en la novela, eso es innegable. Pero sobre todo, la mayor virtud del libro es la capacidad para describirnos la fisiología de un pequeño asentamiento rural en Nueva Inglaterra. Efectivamente, los momentos en los que King nos ofrece un relato costumbrista de Jerusalem's Lot, donde los personajes son despojados de su individualidad para pasar a ser los engranajes del pequeño Leviatán que constituye el pueblo, son sin duda de lo más memorable de la novela. En ese sentido, el retrato que en cierto capítulo King hace de la vida del pueblo a lo largo de un día y a través de las horas vistas por diversos personajes, donde se mezclan infidelidades, viejos anhelos de juventud, traumas y rencores con desempeños laborales, sociales, amistosos y familiares es ciertamente magistral y elevan la calidad narrativa del libro en varios enteros.
Decía al principio que ésta es una novela de claroscuros y lo cierto es que es así, pero no es ése tanto su principal problema como el hecho de que los lugares de luz y de oscuridad estén enfocados hacia sus defectos y virtudes, respectivamente, como una bailarina de cancán empeñada en levantarse la falda allí por dónde el público verá su celulitis. King es conocido por ser un competente autor de novelas de terror psicológico, y puede que el hábito haga al monje -"Salem's Lot" solo es su segunda novela-. Pero al menos, en este libro, yo no he visto el genio que otros muchos le suponen. Aunque es verdad que me he encontrado con aspectos de calidad allí donde no pensaba encontrarlos, si bien no acentuados con la intensidad que sería justa y necesaria.
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