miércoles, 8 de octubre de 2014

(1957) Robert A. Heinlein - Puerta al verano



(Reseña publicada originalmente en Goodreads el 21 de septiembre de 2014)


Primer libro que leo de Robert A. Heinlein, responsable de que la ciencia ficción mutara de género menor, abocado a publicaciones pulp y reducida difusión, a género con todas las letras y legitimidad sobradamente contrastada. Y la verdad es que me ha gustado bastante. Ya iba siendo hora de que le hincara el diente al bueno de Heinlein.

"Puerta al verano" nos narra las peripecias de un inventor especializado en robótica en un mundo ambientado en un doble futuro, 1970 y 2000, respecto a la publicación de la novela y que, simétricamente, será percibido por el lector actual como un doble pasado. Es ésta una novela, por ello, que se puede leer con una doble perspectiva: la de quien se adentra en el punto de vista del escritor e interpreta la ambientación por él creada como un breviario de su actitud ante la vida y el futuro, denotando su optimismo o pesimismo en la humanidad, y, paralelamente, como un opúsculo de profecías fallidas. Naturalmente, cualquiera de los dos enfoques suponen capar la novela y, en sentido estricto, lo que hay que hacer es dejarse llevar por la abundante imaginación de Heinlein. Pero si asumimos el primero encontramos en el autor norteamericano una cierta ambigüedad respecto al devenir humano y a la noción de progreso. Por un lado se nos presenta un país asolado por la guerra atómica cuya capital ha dejado de ser Washington DC y con una contaminación galopante que dificulta el pleno desarrollo de la vida (esa dichosa huminiebla). Pero al mismo tiempo se pone en manos de la misma ciencia y tecnología los medios para placar, amortiguar y, finalmente, soslayar los efectos de la débil condición moral humana. En Heinlein tenemos el típico caso de pesimismo antropológico neutralizado por una valoración de la ciencia que, en último término, no deja de ser optimista y redentora de todos los problemas.


"Quizá mi hijo viaje, pero en tal caso le instaré para que vaya hacia delante, y no hacia atrás. "Atrás" es para casos de apuro; el futuro es mejor que el pasado; a pesar de los lloraduelos, los románticos y los antiintelectuales, el mundo se hace cada vez mejor porque la mente humana, aplicándose, lo mejora. Con manos... con herramientas... con intuición, ciencia e ingeniería. La mayor parte de ésos que quitan importancia a todo son incapaces de clavar un clavo y de utilizar la regla de cálculo. Me gustaría (...) devolverlos al siglo XII y dejarles que lo disfrutasen".

Respecto al catálogo de predicciones y profecías señalar que aunque no haya coches voladores, Heinlein se pasa algunos pueblos. La robótica está muy avanzada y, en general, la comodidad en las condiciones de vida, a las puertas del siglo XXI, es notablemente superior al que había hace 15 años. Naturalmente (¡cómo no!), no existen ni el teléfono móvil ni (hablando de proyectos militares secretos) internet. Pero por contra los platos mantienen el calor de la comida, la lluvia no cala porque la ropa se seca sola, la geriatría ha retrasado la vejez varias décadas y los empastes dentales se autoregeneran, por mencionar solo algunos ejemplos. Eso sí, tanto la evolución demográfica como el análisis de la inflación acumulada son muy acertados, y dotan de credibilidad al marco.

De todas formas, "Puerta al verano" se sirve de estos elementos para contarnos una historia de traición, penalidades e infortunios y de los remiendos y parches que pone el protagonsita para revertir finalmente la situación. El esquema es muy sencillo y lo hemos visto cientos de veces en literatura y cine. Pero Heinlein lo ejecuta a la perfección.

Davis, el protagonista, se presenta a sí mismo (la novela está narrada a modo de crónica autobiográfica) como un inventor e ingeniero padre de la robótica cuyo genio, sin embargo, consistirá en reciclar las ideas de otros y aportar soluciones de diseño simples y elegantes. Davis no es un revolucionario, pero sí un artista y, como tal, a veces vivirá al margen de las preocupaciones corrientes. Hecho que le abocará fatalmente a una sucesión de traiciones e infortunios frente a sus socios empresariales en la que, a mi juicio, es la mejor parte de la novela, con todos los ingredientes de las historias turbias del cine negro de los 40, femme fatale incluida. Heinlein, en adelante, pondrá esmero en dibujar la resurrección de un Davis que evolucionará consistentemente hacia un tipo humano más pragmático, como si todo su ingenio e imaginación hubieran sufrido un cambio sistémico: mismas piezas y engranajes, pero concatenadas en distinta organización.

La historia alterna las situacioness tragicómicas, las relaciones de amor trastocadas en odio y los momentos simpáticos (con el gato Pet presidiendo la mayoría de ellas) de una manera ágil y dinámica. Incluso consigue salir airoso del que, por momentos, parecía un barrizal. Me refiero a la relación de Davis con su sobrina, finalmente solucionada con elegancia y buen gusto, también es cierto.

Heinlein es muy buen escritor. No es solamente que en la novela sepa jugar con las distintas intensidades emocionales y sepa pasar de situaciones con vis cómica a situaciones con vis dramática con la facilidad de un consumado dramaturgo. Es también que el relato contado por su protagonista está narrado con voz personal. De la santa trinidad, es quien posee una escritura más ágil y fresca, al menos de cara al lector actual.

Hay algo que me ha dejado bastante perturbado después de terminar el libro. El mismo año de la publicación de esta novela, Heinlein publicó otros dos libros más, uno de ellos merecedor del premio Hugo ("Estrella Doble"). Lo perturbador no tiene tanto su origen en lo prolífico de su escritura tanto como en la supuesta calidad de la misma. Este libro es bastante bueno. Pero es que aparentemente "Estrella Doble" es mejor. ¿Lo es? No lo sé, y a veces es mejor desconfiar de los premios, ya que sólo sirven para elevar las expectativas y con ello disminuir el impacto de la obra. Expectativas, las justas, que diría aquel. Pero la semilla de la curiosidad ya ha sido plantada: ésta no va a ser la última novela que lea de Heinlein. En cierto modo, "Puerta al verano" pasará a ser para mi "Puerta a Heinlein". Espero no encontrar tras la puerta "aquella desagradable sustancia blanca que había en el exterior". Pero, a diferencia de Pet, sospecho que ese no va a ser el caso.

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