(Reseña originalmente publicada en Goodreads el 6 de octubre de 2014)
Ayer me enteraba de la noticia de que Vicenç Navarro había sido elegido para diseñar el programa económico de Podemos junto a Juan Torres. A Navarro ya le conocía por su columna en Público y sabía que era un seguidor de las políticas neokeynesianas de expansión del gasto público. Pero más allá de eso, conocía de su pensamiento lo que unos pocos párrafos por vez pueden llegar a permitir, es decir, poco. De Juan Torres directamente no conozco nada (pero eso pronto va a dejar de ser así). Como simpatizo con la formación, me puse ayer con la tarea de leer este "Bienestar insuficiente, democracia incompleta", premio Anagrama de ensayo en 2002.
Lo primero que llama la atención en este libro es que tiene 12 años, es decir, que fue escrito en plena pujanza económica, durante la segunda legislatura de Aznar, en el apogeo de la efervescencia de la burbuja inmobiliaria. En esa época de la historia reciente de superávits públicos continuados, de crecimiento sostenido a tasas interanuales muy altas, de convergencia europea. Aquellos "años dorados" que precedieron a la entrada en vigor de la moneda única, del "España va bien" tan estúpidamente repetido por Aznar. La primera parte de este libro, contextualizado en aquella época, es, precisamente, una refutación de aquella tesis. La economía española iba bien, pero España no iba bien; y Cataluña, donde se pregonaba que las cosas iban mejor, en realidad iban peor (¿Adivináis quién gobernaba aquella comunidad por aquel entonces?).
La distinción de la que se sirve Navarro para negar la tesis de Aznar esta basada en la idea de estado de bienestar, de conocimiento común. Navarro, con datos en la mano, presenta una imagen muy distinta de aquella que se nos vendió en aquellos años, con uno de los porcentajes de gasto público más bajo de la UE. Uno por uno, Navarro va pasando lista a cada uno de los problemas que un supuesto Estado social no debería cometer: precariedad laboral, reducida capacidad adquisitiva del común de las familias, desigualdades sociales, bajo nivel de la educación, crecimiento reducido de las pensiones, listas de espera altísimas en la sanidad y un largo etcétera que coinciden con aquellos problemas de "cotidaneidad" (como los define Navarro) que el grueso de la población española consideraba como más acuciantes. Y todo ello durante las vacas gordas. Como decía Zizek "es la econonomía, estúpidos".
Desde los sectores liberales y conservadores, los cuales en España tienen el control absoluto de los medios de comunicación, suele aducirse que, de acuerdo a la ortodoxia, la libertad de tránsito de los capitales y la flexibilidad laboral sumado a la reducción del gasto y de los ingresos del sector público producen una sinergia en la economía donde los recursos productivos se emplean más eficientemente. Las tesis liberales consideran que el estado del bienestar se lograría, en términos sencillos, si se dejara que la mano invisible de Adam Smith operara sobre la economía. Navarro refuta esa tesis mediante la confrontación del estado del bienestar nórdico, con predominio de gobiernos verdaderamente socialdemócratas durante décadas, con la situación española de finales de los 90 y principios de siglo. Y, aún en vacas gordas, salimos perdiendo. Por goleada. De lo que se sigue que crecimiento económico no equivale a bienestar. Algo, por otro lado, que el empleado poco cualificado sabe porque lo vive en sus carnes, pero que el político profesional desconoce.
Sin embargo, esa libertad de tránsito de capitales y de reducción del sector público, de precariedad laboral y baja capacidad adquisitiva, es considerada desde las izquierdas como un mal producto de la globalización. Navarro, en cambio, no comulga con dichas tesis. En su opinión el problema con la globalización no consiste en una disputa entre proteccionismo o libre comercio sino en una disputa por las fuerzas que controlen el proceso: si, como hasta ahora, las multinacionales o las fuerzas sindicales de los distintos países (fuerzas que auspiciaron los hechos en Seattle durante la reunión de la OMC en 1999). En definitiva, no se trata de atacar la globalización, sino de atacar la globalización neoliberal que estamos viviendo.
Navarro encuentra las causas últimas de estos hechos -y es la parte más ácida del ensayo y que a buen seguro removerá muchas sensibilidades- en el deficiente proceso de transición democrática. No es solo el hecho de que un estado del bienestar insuficiente produzca una merma en la igualdad de oportunidades que hacen muy dudoso aquello de enarbolar la bandera de la democracia más allá de su aspecto procedimental. Es que una democracia incompleta produce necesariamente un estado del bienestar insuficiente. Y las causas originarias de nuestra incompleta democracia hay que encontrarlas en el proceso de transición, que lejos de ser modélico como las fuerzas conservadoras han repetido reiteradamente, ha sido realizado por las mismas manos que operaban durante la dictadura.
La transición no fue ejemplar porque estuvo vehiculada por una estrategia basada en el olvido, en la creencia de que solo el olvido, y no la confrontación, podía redimir a la sociedad y cohesionarla tras la dictadura. Esa tesis la ha defendido Fraga, pero también numerosos sectores de las izquierdas, con González (cof, cof) a la cabeza. Y según Navarro, es equivocada, pues presupone una suerte de equidistancia tras la guerra civil en a) el número de muertes producidas por ambos bandos y b) la neutralidad valorativa respecto a los dos bandos obviando el hecho de que uno defendía la democracia y el otro no. Por tanto, cuantitativa como cualitativamente no es posible mantener una equidistancia que permita el olvido. Y es hipócrita defender una ley de víctimas del terrorismo que tome en consideración los asesinatos a partir de 1968, y no a partir de 1939. Quizá una condena explícita por parte de la derecha y del ejército del golpe de 1936 y de los asesinatos que mediaron entre 1939 y 1975 ayudarían a que la democracia española se asemejara en sus estándares a los de otras democracias vecinas como la alemana, sin ir más lejos.
"Bienestar insuficiente, democracia incompleta" es un libro escrito con pulso y convencimiento, en el que se disparan muchas verdades de las cuales la izquierda hoy es plenamente consciente, aunque quizá no por los medios por los que Navarro ni nadie hubiera deseado -crisis mediante-. Contiene bastantes más temas de los aquí mencionados y, seguramente, sea una lectura provechosa para todos aquellos que quieran adentrarse en el pensamiento político-económico de Vicenç Navarro. Quizá me hayan sobrado los momentos emotivo-sentimentales de carácter personal en su presentación (su exilio, el episodio con 7 años con ese policía en las calles de Barcelona...), aunque es cierto que tampoco abundan, ni mucho menos. Tampoco me he terminado de encandilar su posición acerca de la globalización, ya que no responde a de qué manera las fuerzas sindicales pueden hacer oír su voz desde un planteamiento no proteccionista o, mejor dicho, no termina de verse cómo hacer frente a las exigencias de flexibilización laboral y libertad de capitales de las multinacionales no acarreen consigo la introducción de proteccionismo, en cualquiera de sus vertientes, por la puerta de atrás. Es un debate difícil.
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