miércoles, 8 de octubre de 2014

(1959) Robert A. Heinlein - Starship Troopers



(Reseña publicada originalmente en Goodreads el 26 de septiembre de 2014)


Finalmente he hecho acopio de valor y he salvado mis prejuicios respecto a este libro basados en una deplorable adaptación cinematográfica y un más que supuesto derechismo pululante por sus páginas, según afirman los entendidos. Pero tras haberme leído la novela, puedo decir que me ha gustado. Es un buen libro.

"Starship Troopers" es ante todo una narración acerca de la vida en el ejército, esa institución de la que Heinlein se consideraba un enamorado y que para el gran público es el gran desconocido. ¿Cómo funciona el ejército? ¿Cuáles son sus valores? Naturalmente esta es una novela de ciencia ficción que está ambientada en el siglo XXIII, pero la imagen que nos presenta Heinlein es bastante realista, al menos todo lo realista que un cuerpo tan hermético como el ejército pueda llegar a posibilitar. Aquí no hay lugar para ese romanticismo de batallas gloriosas y héroes legendarios que igual alguno habría imaginado encontrar. Por el contrario, la imagen que nos presenta Heinlein es cruda y descarnada, especialmente en la fase del adiestramiento. Los soldados se ven sometidos a verdaderas pruebas de carácter, tanto en lo físico como en lo psicológico. Por momentos llega a resultar desagradable y es inevitable pensar en "La chaqueta metálica" (aunque la referencia es fallida; tanto la peli de Kubrick como el libro en el que está basada son posteriores).


Sin embargo, esa gran carga de crudeza se ve compensada en la narrativa con una defensa de la función del ejército en la sociedad o, más concretamente, como cuerpo establecido alrededor de ella para su defensa. Heinlein no escatima sesudas disertaciones puestas en la boca de su principal alter-ego en la novela, el profesor de historia y filosofía moral, el señor Dubois. Desacredita el pacifismo en sentido estricto como filosofía moral radicalmente equivocada y expone las razones por las que los soldados no pueden ni deben ser ciudadanos civiles. Una fuerza de voluntad espartana y una ética Kantiana del deber son definitorias del temperamento del soldado como contrapunto a una sociedad cuyo individualismo y competitividad hacen posible que la misma avance. Y, quizá lo más polémico de todo: una serie de aseveraciones sobre la función de la violencia en la educación infantil, que evitarían la delincuencia en la edad adulta, y que hoy en día nos resultan ciertamente desagradables. Efecto del cual el autor sea posiblemente consciente.

No hay que crucificar al bueno de Heinlein y muchas de sus opiniones pueden entenderse como recursos pasados de rosca que no hacen sino acentuar la sensación de que nos encontramos ciertamente en una sociedad diferente, dos siglos en el futuro, y no en ésta. Pero también es verdad que es ciertamente descorazonador la imagen que da de la naturaleza humana (vg. en la novela la ética es una ciencia de pleno derecho sistematizada mediante lógica simbólica y auxiliada por principios evolutivos). En última instancia habría dos grandes fuerzas contradictorias que delinearían al ser humano: una de carácter individualista y la otra de carácter cooperativista. Hasta aquí todos podríamos estar de acuerdo. Las divergencias posiblemente empiecen cuando veamos que el individualismo se canaliza mediante el capitalismo de mercado, un capitalismo feroz que deja poco espacio de acción al gobierno, y un cooperativismo que tiene sus focos de intensidad en la escuela, en las relaciones de amistad, en el ejército y en último término en la patria. No hay espacio para una economía social, pues sería una contradicción en los términos en virtud de la negación de la teoría del valor como trabajo y el abrazo apasionado de la teoría del valor como uso. En Heinlein se corporiza ese ideal americano del barras y estrellas, donde mis libertades son innegociables y mi individualismo potencialmente infinito, siendo el Estado, y en último término el ejército, el elemento que vertebra el progreso.

El típico pensamiento derechista. Aunque, también hay que decirlo, barnizado de argumentaciones convincentes en muchos momentos.

Si "Starship Troopers" puede ser entendida como una respuesta a qué es el ejército, en mi opinión sus méritos no son inferiores en tanto que novela de formación. Es decir, puede entenderse este libro en la tradición de Salinger, Hesse, Goethe y tantos otros. Y es que, si se le puede llamar así, el género ha hecho historia. Puede que ésta sea la mejor manera de comprender la novela y hacer que el aspecto didáctico acerca de qué sea el ejército cobre nueva luz. En cualquier caso, lo que "Starship Troopers" nos narra es el proceso de aprendizaje por el que Johnny Rico pasa de ser un estudiante de último año de instituto a oficial del ejército dentro del cuerpo de Infantería Móvil. Se trata de un proceso de madurez en el que pasaremos de ser testigos de cómo un adolescente decide entrar en el ejército siguiendo los cantos de sirena de la chica más guapa de su clase a observar a un adulto en plenitud de facultades tomar decisiones, escuchar, delegar responsabilidades cuando sea necesario y, en general, hacer toda esa clase de cosas que nos convierten en adultos.

Lógicamente, si ésta es una novela de formación, necesariamente será una novela con una gran carga moral. Y en cierto sentido, valorar la novela será también en un porcentaje muy alto valorar qué tan deseable y edificante nos resulta el mensaje moral de la misma. En mi caso reconozco que pese a conincidir en algunos puntos con Heinlein, quizá en muchos, en los importantes estoy en desacuerdo. Aunque reconozco en él la convicción de quien se sabe con sólidos argumentos para defender sus posiciones. No es un diletante Heinlein, y eso siempre es de agradecer.

Por lo demás, decir que la historia posee un elenco de secundarios bastante interesante, por momentos personajes desagradables y al mismo tiempo carismáticos. No es una novela que deje la puerta abierta a la cercanía en el trato entre los personajes, pero cuando esa cercanía se produce, no solo sorprende sino que emociona.

Es difícil, por no decir imposible, rendirse ante un relato montado sobre premisas que consideras equivocadas. Y yo no me rindo a "Starship Troopers" ciertamente. Pero eso no significa que no reconozca sus virtudes. De necios sería no hacerlo.

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