(Reseña publicada originalmente en Goodreads el 12 de junio de 2014)
La cruzada de von Mises contra el comunismo, el socialismo, la socialdemocracia y, en general, toda forma de gobierno que se aparte de un liberalismo "tout court" tiene en "Burocracia" uno de sus principales representantes.
El autor austriaco contrapone la gestión empresarial con la organización estatal típica, la burocracia. La primera, ágil y eficaz, cuyo objetivo es la consecución del beneficio; la segunda, lenta y derrochadora. La razón de esa desigualdad la encuentra von Mises en la existencia de un mecanismo objetivo de medida en la gestión empresarial: el sistema de precios en una economía abierta de mercado. Tal sistema permite tomar decisiones instrumentales acerca de cuáles son los mejores medios para la consecución del beneficio. Y tal sistema no existe en una organización burocratizada.
Sin embargo, el análisis de von Mises no se contenta con la obtención de esos resultados. La inexistencia de un sistema objetivo de medida, el sistema de precios, hace que la burocracia sea en sí misma el aniquilador de todo incentivo para la creatividad, la innovación y el desarrollo económico. En efecto, toda burocracia posee en sí misma el germen de su autodestrucción. Su propio cáncer.
Esta diatriba tiene su foco de interés en el análisis de las diversas formas de Estado. Demócrata convencido y negador de toda clase de totalitarismo (no en vano tuvo que huir de la Alemania nazi), von Mises postula como Estado ideal aquel que se limita a las mínimas competencias exigibles. Con ello critica las corrientes estatalistas francesas y alemanas y que, llevadas a sus últimas consecuencias, derivaron en la proliferación de los totalitarismos en la segunda y tercera década del XX. A fin de cuentas, una economía intervenida origina asimetrías de mercado, asimetrías que acaba pagando el consumidor, el cual, según él, es o debería ser el amo soberano en la vía capitalista.
Naturalmente, von Mises es partidario de la utilización del razonamiento económico allí donde sea efectuable. Si bien tiene poco o ningún sentido hacer organizar un departamento de policía según el sistema de precios, y en esa medida un sistema de gestión basado en la burocracia estará justificado, no así ocurrirá con el resto de esferas. Su lema podría ser: si algo es economizable, economícelo o cállese. Pero es precisamente aquí donde reside la pata débil de su argumentación.
Toda burocracia o, más específicamente, todo sector nacionalizado, parcialmente nacionalizado o simplemente regulado tiene su razón de ser no tanto en la obtención del beneficio, como en la consecucución de otros fines, a saber, los que la ciudadanía por medio de las instituciones pertinentes decidan en un sistema democrático. Si bien es cierto que el móvil de la obtención del beneficio tiene consecuencias colaterales benignas como el abaratamiento de precios y demás bondades de cara al consumidor, no menos cierto es que tiene otras tantas consecuencias perniciosas de las que von Mises parece no querer hacer acopio, pero que están ahí y, entre otras, son: la concentración de capital o la creación de bolsas de pobreza. Y si en una economía nacionalizada, parcialmente nacionalizada o simplemente regulada, la ciudadanía decide que la existencia de bolsas de pobreza es inadmisible, entonces no queda otra que acatar la voluntad popular y cambiar el fin del beneficio por el aquel que el pueblo se de a sí mismo. Eso es democracia, aunque implique desatender el fin del beneficio.
Con todo, y aunque no se comparta las posiciones del economista austriaco, en ocasiones sus dardos son certeros como pocos. Como cuando acusa a cierta burocracia de gangsterismo. O como cuando define lo que hoy en día conocemos como clientelismo y que él denomina la principal antinomia de la democracia:
"La democracia representativa no puede subsistir cuando gran parte de los electores están en la nómina del Estado. Si los miembros del parlamento no se consideran ya mandatarios de los contribuyentes, sino diputados de quienes reciben salarios, jornales, subsidios, pensiones de desempleo y otros beneficios del erario, la democracia está muerta."
Desesperanzado, pero certero. Aunque si se quiere algo de rabiosa actualidad, entonces:
"Si los ciudadanos están bajo la hegemonía intelectual de profesionales de la burocracia, la sociedad se escinde en dos castas: los profesionales gobernantes, los brahmanes, y los crédulos ciudadanos. Entonces emerge el despotismo, cualesquiera que puedan ser los términos de la constitución y las leyes." Verbigracia, España ahora.
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