lunes, 13 de octubre de 2014

(1951) Robert A. Heinlein - Amos de Títeres




Todos sabemos cómo disfruta Matt Groening introduciendo referencias en todo proyecto en el que mete la mano. Seguramente, si seguís o seguíais la serie Futurama, recordaréis ese episodio en el que Fry era subyugado por una babosa cerebral que se le adhería a la cabeza y que, al final del episodio, acababa muriendo por inanición. Pues bien: aquel era un guiño a este libro.

Escrito hace más de 60 años al mismo tiempo que Asimov daba forma a sus fabulaciones sobre la robótica o Clarke imaginaba las consecuencias del contacto con civilizaciones alienígenas más avanzadas, "Amos de Títeres" representa, por momentos, lo mejor de la ciencia ficción clásica de aquellos años de posguerra. Heinlein, en esta ocasión, nos cuenta la historia de como los Estados Unidos han de hacer frente a una invasión alienígena.



Es 2007 y la tercera guerra mundial se ha producido hace unas décadas, dando como resultado un equilibrio de fuerzas entre los dos bloques. Todo comienza con el envío de un destacamento de los servicios secretos para investigar el aterrizaje de un OVNI en la tranquila Des Moines, IOWA. En el transcurso del reconocimiento, se descubre que la nave no es real y que los campesinos propietarios del terreno se comportan de una manera peculiar... Parece una premisa convencional, pero su desarrollo no lo es.

Este libro contiene al Heinlein más gamberro e irreverente; Heinlein en estado puro, y eso siempre es un tanto a favor. Todo el libro está salpicado de un humor muy personal, en parte favorecido por un retorcimiento de la realidad hasta límites grotescos, pero también por un uso de la primera persona que acentúa la sensación de irrealidad. Las descripciones y diálogos en la cadena de mando por momentos son memorables, el comportamiento de los "infectados", las sucesivas medidas que va tomando el gobierno. Incluso hay que reconocer que las puyas contra los comunistas, a veces, están hechas con gracia e ingenio.

"La propaganda soviética empezó a meterse con nosotros tan pronto como recibió las oportunas consignas. Toda la historia era una «fantasía de los imperialistas norteamericanos». Me pregunté por qué los titanes no habían atacado a la Unión Soviética antes que a nosotros; aquel país parecía hecho a propósito para ello. Al pensarlo mejor, me dije que tal vez ya lo habrían hecho. Pero al profundizar aún más, me dije que de todos modos no se notaría ninguna diferencia."

Pero en otras ocasiones no. Es cierto que Heinlein fue hijo de su tiempo, de un contexto convulso que no tomaba rehenes y de una ideología diseñada para mantener a los americanos alerta frente a la "amenaza fantasma" de la que hablaron Marx y Engels en su manifiesto. Pero a veces cansa. Afortunadamente, el libro contiene guiños a fenómenos culturales que eclosionarían durante la década siguiente, y que ciertamente explotan la cultura de la libertad norteamericana hasta sus últimas consecuencias.

"Amos de Títeres" es una lectura ligera pero sumamente entretenida. Quizá su segunda parte tienda a desinflarse como un odre, ya que el ritmo adolece de la intensidad y chispa de un inicio de novela demoledor, existiendo cierta confusión en la paleta de emociones a transmitir. Sin embargo, nada de eso debe enturbiar el hecho de que nos encontramos ante un escritor abriéndose camino a golpe de machetazo por un sendero, el de la ciencia ficción, hasta el momento inexplorado en la práctica, contribuyendo con ello, a dejarlo razonablemente despejado para las generaciones venideras. Y es que, como los villanos de su novela, Heinlein fue todo un titán.

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